jueves, 13 de febrero de 2014

Atando cabos

En el proceloso mundo de los Servicios Sociales suceden habitualmente cosas bastante extrañas, algunas de las cuales llevamos tiempo retratando en este blog. Hoy os voy a contar una de esas cosas que suceden en una parte de ese sistema: en los servicios sociales de atención primaria, comunitarios, generales, o como quiera que se les llame.




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Es una de esas realidades con las que solemos lidiar a menudo en esta parte del sistema de servicios sociales que hemos definido en alguna ocasión como "primera línea de batalla" o "trincheras de la acción social". Esa parte cuya responsabilidad ha recaído hasta ahora en los Ayuntamientos, en la administración local, y a la cual la reforma que ha preparado el gobierno de la nación va a golpear sin remedio.

(Aprovecho para recomendar la serie de entradas que nuestro compañero Joaquín está haciendo en su blog sobre esta reforma local, con acertadas reflexiones sobre sus repercusiones e incidencia en el medio rural. Enlace.)

Como todo sistema, el de Servicios Sociales ha tenido siempre unas "zonas de incertidumbre". Aspectos confusos, difíciles de definir y gestionar. Naturalmente, cuando un sistema está sufriendo un ataque dirigido a su desaparición (para ser sustituido por beneficencia) y además está sometido a la gran presión que el incremento de las necesidades ciudadanas supone, esas zonas de incertidumbre se multiplican.

En la realidad que conozco, una de esas zonas de incertidumbre ha sido siempre el papel de los políticos y su relación con los técnicos en la gestión de los servicios sociales locales. A veces he pensado en esta relación como la de un sordo y un ciego intentando escalar juntos una montaña. O el ciego confía mucho en su compañero y el sordo está muy atento a las dificultades del anterior, o no sólo no conseguirán su objetivo, sino que es muy probable que terminen enfadados. Os dejo a vosotros que adivinéis quién es el ciego y quien el sordo en mi metáfora.

Dentro de esta compleja relación, os voy a contar que frecuentemente me encuentro con demandas de atención que políticos nos hacen en relación a determinadas personas o familias. Por mi parte he dividido estas demandas de atención en tres tipos:

  • BIENINTENCIONADAS. El político tiene una honesta preocupación por el caso y lo plantea al técnico para su resolución. Naturalmente, el político no es consciente de la presión que esta derivación supone para el técnico, ni de que esa atención "especial" o "privilegiada" que propone supone un cierto grado de contradicción con la organización y funcionamiento normal del Servicio. En cualquier caso, es la más fácil de reconducir.

  •  HOSTILES. El derivante considera que los técnicos no han atendido previamente  la problemática o bien son responsables de la misma. En estos casos el conflicto está garantizado a no ser que el técnico se pliegue a las exigencias del político, perdiendo así su capacidad de actuar.

  • TRAMPOSAS. Hay una agenda oculta, bien por parte del político, bien por parte del usuario o familia. En el primer caso, con frecuencia, la búsqueda de un trato de favor para familiares o amigos. En el caso de la familia, el acceso a prestaciones o recursos saltándose las normas e intentando presionar indirectamente al técnico.

"Extracción de la piedra de la locura". El Bosco, 1480
Estos tipos de demanda a cargo de remitentes políticos evolucionarán de una manera u otra en función de múltiples variables. Entre ellas, el estilo del remitente: agresivo, desinteresado, partícipe... En cualquier caso, son siempre situaciones que requieren de un cuidadoso trabajo profesional si se quiere salvaguardar la capacidad de ayudar y por tanto, de ser útiles para la problemática que se trate.

En mi experiencia, aunque me he encontrado demandas de los tres tipos, las más frecuentes son las primeras, esto es, una actitud bienentencionada del político. Como digo, son derivaciones no exentas de problemas, aunque habitualmente evolucionan bien. 
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Pero dentro de éstas hay un fenómeno con el que me estoy encontrando recientemente y que me ha hecho reflexionar. En estas derivaciones los políticos no son conscientes de la falta de recursos y prestaciones que el destrozo del Estado de Bienestar está generando. Derivan situaciones y problemáticas en las que ya se ha hecho todo lo posible, incluso a veces sobrepasando los límites técnicos. No deja de sorprenderme que cuando estos políticos desarrollan, (o al menos aplauden y apoyan), las medidas de desmantelamiento del sistema de bienestar social, mantengan la fantasía de que eso no tiene ninguna repercusión en la vida de los ciudadanos. Y cuando se encuentran de bruces con una situación de sufrimiento, no conciben que no haya recursos para solucionarla.

Yo aún albergo esperanzas de que, algún día, vayan atando cabos...

jueves, 6 de febrero de 2014

¡Una de anchoas!

En la entrada anterior os comentaba que valoraría la actuación del Gobierno, que acaba de anunciar una serie de medidas para paliar la pobreza dentro del Plan Nacional para la Inclusión Social. Pues ahí va.



En esa entrada ya denuncié que se estaba haciendo un uso político y propagandístico de estas medidas, lo cual me parecería ya razón suficiente para oponernos a ellas.

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Pero no se trata de oponernos o no a las mismas. El problema es que estoy ciertamente convencido de que este tipo de medidas en nada contribuyen a la reducción de la pobreza. Hasta la propia Directora General de Familia del Ministerio de Servicios Sociales reconoce que es "dar el pez y no la caña", en una metáfora que de tan manida ya me parece hasta insultante.

Es obsceno en estos momentos hablar de "peces y cañas". Es obsceno y cruel pensar y discutir si hay que entregar un pez o una caña a alguien que está en medio del río, ahogándose arrastrado por la corriente. En esta situación "dar peces" es cruel e insuficiente y en cuanto a "dar cañas" o "enseñar a pescar", que es la otra manera que tienen de denominar estas políticas en nada inocentes, se introduce un componente ideológico bastante peligroso.

Ese componente ideológico que atribuye al pobre la responsabilidad de su situación: si es pobre será por algo. En las versiones más suaves, es un ignorante que no sabe y al que hay que enseñar. En las más duras, que es un vago o un degenerado al que hay que castigar. Wang cree que es a esto último a lo que se refieren con lo de "dar caña"; (pobre Wang, qué lío lleva con el idioma...).

Está claro que eso de "dar peces" es el modelo por el que han optado para ayudar a la gente que se está ahogando en el río. No hace falta que les digamos que no lo van a conseguir. Ya lo saben y no les importa. 

Y por si fuera poco, además ya lo hemos visto más veces: al final a los pobres les llegarán unas tristes y escuálidas anchoas, ya veréis. El besugo, el lenguado y los grandes filetes de merluza y emperador se las seguirán reservando los ricos. Las condiciones serán tan restrictivas y el modo de gestión tan ineficaz que las ayudas serán al final algo anecdótico.

 Y en cuanto al modo de gestión... En la propia noticia del anuncio de estas medidas, que os vuelvo a enlazar aquí, ya se adivina el modelo. Transcribo literalmente lo que dice:

 "Su funcionamiento es relativamente sencillo. Por ejemplo, Cruz Roja, que acaba de recibir por primera vez para este tipo de gasto las ayudas de IRPF de 2013 para 2014, destina una ayuda máxima para luz, gas y agua de 90 euros por familia. Tras estudiar caso por caso, después tienen que presentar varios justificantes que acrediten que el dinero ha llegado a la familia. Así, si una familia en extrema necesidad requiere que le paguen la luz, Cruz Roja tiene que presentar al Gobierno el recibí de la familia, la copia de la factura de luz y un medio que garantice que ese dinero se ha destinado a pagar la factura, como un sello del banco o una impresión mecánica sobre la factura, según explican desde Cruz Roja. Todo ello para que cada euro destinado a las autonomías o a las ONG vaya de verdad a los que realmente más lo necesitan."

Como siempre modelos confusos, que mezclan la responsabilidad pública y la iniciativa social en un batiburrillo donde a la gente no se le reconoce derechos y se le somete a una inoperante discrecionalidad en las ayudas. Modelos que obvian el Sistema de Servicios Sociales y la red de atención que (cada vez menos) constituyen.

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Así, cuando una familia tenga problemas para pagar, pongamos por caso un recibo de la luz, puede acudir a Cáritas o a Cruz Roja, o a cualquiera de las ONGs que ejecutarán estas medidas. Allí se valorará su situación (una injerencia más en una función que debería ser pública) y se concederá o no esa ayuda. Claro que también esa familia puede acudir al alcalde de su pueblo o ciudad, que tal vez se la conceda directamente. En este último caso, al menos, la familia se ahorrará la valoración: tras la reforma de la administración local no habrá técnicos en los Ayuntamientos que la hagan.

Si algún Gobierno se plantea de verdad la lucha contra la pobreza, en primer lugar sería necesario una modificación de los mecanismos estructurales que la están creando. Una verdadera política fiscal y económica redistributiva acompañada de políticas sociales universales, que son las únicas que han demostrado su eficacia para conseguir la reducción de la pobreza.

Mientras tanto, este tipo de planes y medidas, (que por otra parte gozan de bastante crédito entre muchos sectores de la sociedad y en el ámbito político), no pasarán a mi juicio de ser algo más que un triste bocadillo de anchoas que se tira al río mientras le hacemos creer al que se está ahogando que le lanzamos un salvavidas.

 Oye, y tan anchos...

lunes, 3 de febrero de 2014

Hágase la luz

No me parece gratuito que, tras la fiesta de autocomplacencia que las fuerzas conservadoras acaban de celebrar este fin de semana, nos desayunemos el lunes con la noticia de que el Gobierno va a pagar la luz y el agua a los ciudadanos que estén en pobreza severa. Noticia.



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Porque creo que ambos sucesos están relacionados. Como no podía ser de otra manera, en la convención (me pregunta Wang si se llama así porque pretenden "convencernos" de algo) que el Partido Popular ha celebrado estos días, la maquinaria propagandística que gestionan se ha hecho abundante eco de las loas y parabienes que en tal reunión han vertido sobre la magnífica gestión económica y social del Gobierno.

Pero como la realidad es tozuda y se empeña en demostrar que esa gestión ha sido una auténtica máquina de generar desigualdad y pobreza, había que completar el asunto anunciando medidas para los ciudadanos damnificados por su política.

Y es que hasta ahora la política de este Gobierno ha sido clara: sin salirse ni un ápice del catecismo neoliberal, la política económica ha estado dirigida a favorecer e incrementar los beneficios y rentas de las grandes corporaciones y empresas de las clases altas, creyendo que este enriquecimiento de los poderosos irá filtrándose en una especie de ósmosis social hacia las clases más desfavorecidas. Obviamente, esto no ha sucedido (y eso a pesar de la propaganda realizada sobre las bondades de los mecanismos benéfico-asistenciales). Si la realidad es tozuda los ricos lo son más, y tienen la mala costumbre de quedarse con el dinero que les llega. Aquí os dejo un enlace para que veáis como les ha ido en 2013 a los ricos.

El resultado es que cada vez más ciudadanos sufren los efectos de la pobreza. Y como eso es peligroso para los intereses de quien nos gobierna, hay que publicitar medidas con las que parezca que se ocupan de esos efectos. 

Así se anuncian las medidas para el 2014 del Plan Nacional de acción  para la Inclusión Social, para paliar los efectos de esa pobreza severa. Y entre estas medidas, ahora que está desgraciadamente de moda eso de la "pobreza energética", han incluido entre otras una especie de bonos o ayudas para pagar la luz y el agua a las familias que tengan menores y se encuentren en pobreza severa.

No seré yo quien me oponga a semejantes ayudas, pero creo que no sirven para nada y no son sino una muestra más de en lo que se ha convertido nuestro Estado de Bienestar. Un conjunto de retales y medidas absolutamente insuficientes en una sociedad que, mientras por una parte expulsa gente a velocidad de crucero, por otra les lanza migajas para sentirse bien.

Pero como no quiero cansaros, dejo la explicación de mi postura sobre este tipo de medidas para mi próxima entrada, en la que hablaré de anchoas y otros animales...