miércoles, 28 de abril de 2021

Retazos de una pandemia

 Agrupo en esta entrada algunos escritos, que he elaborado a modo de flashes con lo vivido en mi ejercicio profesional en este año de pandemia. Un año en lo que nada volverá a ser igual. Tampoco mi ejercicio profesional.

Hace tiempo que tenía pendiente una entrada de este tipo. Lo vivido ha sido tan intenso que me hubiera gustado hacer una especie de diario con los sucesos vividos y las emociones y reflexiones asociadas. Pero no he tenido ni el tiempo ni el ánimo suficiente como para hacer algo exhaustivo, de modo que recojo algunas anécdotas e impresiones para plasmar al menos lo fundamental de mi experiencia.

Y es que los meses de marzo, abril y mayo de 2020 han supuesto una inflexión importante en mi ejercicio profesional. Lo sucedido en aquellos meses, por lo dramático y estresante, y todo lo que ha venido después, un poco más tranquilo pero igualmente inquietante y perturbador, ha cambiado mi manera de entender el Trabajo Social y los Servicios Sociales.

Con la sensación de que todo aquello por lo que he luchado en mis años de desempeño laboral se ha diluido de manera irremediable, he tomado conciencia del lugar que ocupamos los Servicios Sociales y la Atención Primaria dentro de ellos.

Los últimos. Los que menos importamos. Los que sólo servimos para ser utilizados y tirados luego. El imprescindible cajón de la basura de una sociedad que tiene que gestionar sus miserias y contradicciones de algún modo.

 

Marzo 2020.

Hemos sido declarados esenciales. Significa, entre otras cosas, que todo el personal de nuestro Centro está movilizado y disponible para hacer cualquier tarea que requiera el Sistema de Servicios Sociales. Una residencia colapsa con alto grado de contagios entre ancianos y personal.

Hemos de proporcionar auxiliares. No encuentran y en el Servicio de Ayuda a Domicilio trabajan unas cuantas.

 - ¿Nosotros? ¿A una residencia privada?

 - Claro, forman parte del Sistema de Servicios Sociales.

- ¿Desde el Centro de Servicios Sociales?

- Sí, os corresponde por zona.

- ¿Y la atención especializada, y el Gobierno Autonómico?

 - Estamos atendiendo otras prioridades.

De acuerdo. Es obligado. El Servicio de Ayuda a Domicilio puede reestructurarse para liberar algunas auxiliares. Con miedo, con los escasos medios de protección que entonces se podían encontrar, se hace.

Comienzan las llamadas. Sindicatos, partidos políticos…

 - ¿Estáis seguros de lo que estáis haciendo?

 - Claro, nos han instado a que nosotros solucionemos el problema y la norma está clara. ¿Cómo pretendíais si no que lo solucionáramos?

- No estáis respetando los derechos de las trabajadoras, ateneos a las consecuencias.

 

Abril de 2020.

Un sábado a las 9 de la noche. Confinado en casa intentando descansar y liberar mi mente tras una angustiosa semana de trabajo.

Llamada a mi teléfono particular de un cargo del sistema sanitario. ¿Cómo habrá conseguido mi teléfono? No importa. Recuerdo que nos obligaron a darlo al inicio de la pandemia.

- Tenemos un problema, me dice. Una residencia de ancianos de la zona de vuestro Centro de Servicios Sociales está superada por la situación.

 - Ya, hacemos lo que podemos, le contesto. Hemos tenido que prestarles personal propio de nuestro Centro.

- Bien, pero ahora hay otro problema. Una remesa de mascarillas que hemos entregado al personal era defectuosa y probablemente haya que confinarlos a todos los que las hayan utilizado. La residencia se queda sin auxiliares ni personal para atender a los ancianos. Tenéis que solucionar el problema.

- Y ¿cómo lo hacemos? No hay ningún profesional más en la zona. No encontramos personal de enfermería ni auxiliares disponibles. ¿Movilizamos voluntarios que no sabemos ni si existen? ¿No sería conveniente trasladar a los ancianos a otro centro, o que personal de otros Centros apoyen este?

- No es posible. Os corresponde solucionarlo a vosotros.

 

Marzo 2020.

Comienzan a desbordarnos las llamadas de personas y familias que han perdido sus medios de subsistencia o a las que se complica el cuidado de sus familiares necesitados. Nos organizamos. Les atendemos. Es difícil valorar por teléfono. Han decretado el teletrabajo. Haremos turnos, el Centro tiene que seguir abierto. Hay mucho por coordinar, atender… ¿Y lo emocional? También, claro, hay que apoyar, animar, calmar, seguir…

Demandas extrañas.

-        Hay familias no tienen internet ni tablets. ¿No podríais proporcionárselas vosotros para que sigan las clases? Al fin y al cabo son familias vuestras.

-        ¿Nuestras? ¿No son de todos?

-        Además, ¿no podríais venir a por los materiales y deberes al colegio, hacéis fotocopias y los repartís entre ellas? Así podrían seguir el curso mucho mejor. Es que los colegios están cerrados y los profesores teletrabajando.

-        No podemos, a eso ha de responderse desde el sistema educativo.

-        Pues reclamaremos a vuestros responsables. Pobres familias.

 

-        ¿Cómo? ¿Qué la auxiliar de ayuda a domicilio está yendo al domicilio de ese dependiente que tiene Covid? Inmediatamente ha de ponerse en cuarentena.

-        ¿Pero cómo va a ponerse en cuarentena? Acude al domicilio con la máxima protección disponible.

-        Es el protocolo. Ya se lo hemos comunicado a la auxiliar.

-        ¿Y dejamos al dependiente sin atender?

 

-        ¿Por qué no estáis proporcionando mascarillas y gel a la población?

-        ¿Desde Servicios Sociales?

-        Claro, estamos en pandemia. Si no, ¿para qué estáis?

 

Abril 2020.

 No se puede hacer todo desde casa. Comienzan a surgir conflictos familiares, la violencia estalla en algunos hogares. ¿Cómo atendemos las víctimas? ¿Por teléfono? Imposible. Mascarillas, guantes, pantallas… Visitas a domicilio, acompañamientos, entrevistas en el Centro, las que hagan falta. Tenemos miedo. Es nuestra responsabilidad.

 

Mayo 2020. 

Cansados. La situación se va normalizando, dentro de la extraña situación. La desescalada del confinamiento se va acelerando. Evaluar, rehacer protocolos, prevenir nuevas olas… Mucho trabajo por hacer. Readaptar servicios. Seguir con la atención telefónica e ir incrementando con mucho cuidado la presencial. Consolidar lo puesto en marcha. Agradecer los escasos reconocimientos. Asumir los errores y enfadarnos con las críticas de quien ha visto los toros desde la barrera. Responder a las nuevas necesidades detectadas.

 

Septiembre 2020.

Hemos aprendido. Sabemos más que antes. Las cosas están más claras. Hemos visto quien ha puesto el interés individual frente al colectivo. Nosotros seguimos. Tenemos clara nuestra función y nuestro compromiso con los ciudadanos y dentro de ellos, los más vulnerables.

 

Diciembre 2020

Ha pasado otra ola. Ha sido muy difícil, pero menos que al principio. Resistiendo las pérdidas de respeto de otros sistemas, trabajando para que asuman sus propias responsabilidades. Atenciones de urgencia que no se tendrían que haber generado si las hubiesen asumido. Oponernos a la función de recaderos que nos quieren imponer, sin olvidar nuestro primer compromiso con las necesidades de los ciudadanos.

 

Enero 2021

Ambivalencia. Las cosas vuelven a estar mal. Readapta de nuevo servicios, atiende lo tuyo y lo del vecino, pero hay una luz al final del túnel. Comienzan a vacunarse las residencias. Nos tranquiliza. Hubo mucho dolor en la primavera pasada. Con suerte, no se producirán los problemas que hubo al principio.

 

Febrero 2021.

-         ¿Y la Ayuda a Domicilio? ¿Por qué no se vacuna? Es irresponsable no hacerlo.

-         Tranquilos, irán pronto.

-    Vale. ¿Y el resto del personal de primera línea?. Cómo atendemos la violencia, la discapacidad, dependencia, los conflictos… Seguimos siendo esenciales y estamos asistiendo presencialmente situaciones muy difíciles.

-        Silencio.

 

Marzo 2021.

Se están vacunando profesiones esenciales, incluso personal sin atención presencial de otros sistemas.

 -¿Y nosotros?

 -Silencio de nuevo.

Un  silencio que ensordece, que huele a desprecio, incomprensión. Un silencio que insulta y menosprecia. Nada nuevo. Es otra pérdida de respeto más, estamos acostumbrados. Seguiremos. Asumiremos nuestra responsabilidad, aunque tengamos miedo. Añadiremos la decepción al complejo emocional que soportamos en el trabajo y continuaremos.

 

Abril 2021.

Un año después del inicio de la pandemia. Trabajamos con los últimos, con los más vulnerables. Nos hemos dado de bruces con la realidad. También nosotros somos los últimos. Seguro que nos ayuda a situarnos mejor ante las situaciones que tenemos que atender, podremos aproximamos mejor a lo que sienten las personas que atendemos. Sentir que no importas.

 

 *** 

 

Retazos desordenados de un año de pandemia. Un año en el que ha llovido sobre mojado. Un año en el que no he aprendido nada que no supiera, pero que me ayuda a ser más consciente de algunas cosas.

El Sistema ocupa el último lugar en la política social. No la última red de protección, pues los medios de que se dispone para hacer frente a las problemáticas que se nos derivan son ridículos.

-    Es el último lugar en cuanto a responsabilidad. La última responsabilidad es nuestra, independientemente de lo que hayan hecho o dejado de hacer el resto de sistemas y de los medios de que dispongamos.

-        Es el último lugar en cuanto a jerarquías. Cualquier otro sistema, y cualquier profesional de los mismos puede no ya demandar, sino exigir una determinada actuación por nuestra parte, hurtándonos cualquier valoración o diagnóstico que podamos realizar y pretendiendo que nos limitemos a ejecutar la decisión que ellos han tomado.

-        Es el último lugar en cuanto a las problemáticas. Las problemáticas que tenemos que atender nos vienen definidas desde fuera, en muchas ocasiones en función de la cobertura de los déficits del resto de sistemas, que tienen así una magnifica excusa para seguir manteniendo dichos déficits sin enfrentar las consecuencias.

-        Y es el último lugar en cuanto a prestigio.

Llevo, junto a muchos otros y otras, más de treinta años peleando por construir un Sistema de Servicios Sociales digno y eficaz para las problemáticas sociales que tenemos que atender. Y pretendiendo definir las mismas de una manera propia y funcional. Hasta ahora no lo hemos conseguido.

Tal vez sea una meta imposible. Pero aunque cada vez me cueste más, prefiero seguir pensando que lo importante siempre está en el camino.

miércoles, 21 de abril de 2021

Submantenidos

 En un blog como éste no podemos dejar pasar las declaraciones de la Presidenta de la Comunidad de Madrid (una tal Isabel Díaz Ayuso, no sé si la conocéis…) tildando de "mantenidos subvencionados" a las personas que tienen que acudir a los repartos de alimentos.

Que a una persona o familia que tenga que ponerse a una cola para recibir alimentos para sus necesidades más básicas se le califique como “mantenida” o “subvencionada” es de una catadura moral que dan ganas de vomitar.

Delata una falta de empatía con quien está sufriendo esa situación de pobreza o precariedad suficiente para exigir que esa Presidenta deje la política de inmediato. No podemos tener unos gobernantes a los que el sufrimiento de sus conciudadanos más vulnerables le importen un bledo.

Que existan todavía esos repartos de alimentos es algo que debería avergonzarnos como sociedad, cuya política social ha fracasado estrepitosamente en garantizar algo para lo que tenemos recursos más que sobrados, la mera subsistencia material de todas las personas.

Declaraciones como la que estamos citando lo explican. Porque no es algo idiosincrático de esa Presidenta. Esa manera de pensar, esos prejuicios hacia las personas necesitadas están más extendidas de lo que sería necesario para solucionar el problema. Amplias corrientes en la mayoría de los partidos políticos (en unos más, en otros menos…), así como en sus votantes, piensan parecido, que en el fondo puede resumirse en que “los pobres son unos aprovechados, que están en esa situación por su indolencia y porque son unos vagos”.

Poca gente, sólo los más brutos, van a expresarlo así, pero el pensamiento que hay detrás de la frase preside con demasiada frecuencia cada política y cada gestión de las políticas públicas contra la pobreza.

A Wang se le ha ocurrido que podríamos denominar a las personas desfavorecidas cogiendo parte de los adjetivos con que la Presidenta los califica. En lugar de “subvencionados” y “mantenidos” podríamos llamarlos “submantenidos”.

Esto es. Obligados a mantenerse por debajo del nivel de una vida digna, condenados al oprobio y la vergüenza de tener que mendigar alimentos en una sociedad a la cual no le importan demasiado. En el fondo, están ahí porque se lo merecen.

jueves, 15 de abril de 2021

Wang se vacuna (o por qué llamamos problemas sociales a las dificultades económicas)

Pues sí. Mi amigo acaba de ser vacunado. No sé si ha sido por su condición de filósofo docente o por su avanzada (y por otra parte misteriosa) edad. Lo que sí está claro es que, afortunadamente para él, no pertenece al Sistema de Servicios Sociales, a cuyos profesionales se nos excluye de los planes de vacunación.

Ya denuncié en esta entrada "Vacunas y desconfirmación" dicha situación, así que no reiteraré mis argumentos para denunciar lo que me parece un auténtico menosprecio e insulto a los profesionales del Sistema. Al menos, en ciertos lugares, pues en algunas Comunidades Autónomas sí se les está vacunando, incluyéndolos dentro de las profesiones esenciales a proteger.

Lo que sí quiero es reflexionar un poco sobre las posibles razones para que se esté cometiendo semejante felonía con nuestro Sistema, si bien como digo no de modo generalizado en todo el territorio español.

Comenzaremos por el principal encargo social que se impone a nuestro Sistema y que, por acción u omisión, hemos asumido como natural, relegando a lugares residuales otros posibles desarrollos y funciones. Se trata de la atención a los pobres.

De facto, se ha definido un modelo en el que a los sectores de población empobrecidos no se les atiende por el conjunto de la política social, sino a través del sistema de Servicios Sociales, que se constituye así como puerta de entrada (trasera, claro) de dicha población a las posibles e hipotéticas prestaciones y servicios del resto de sistemas, permitiendo que estos no tengan que diseñar respuestas específicas para la misma. O pueden hacerlo de una forma  insuficiente y priorizando elementos como el control o la rentabilidad económica sobre la funcion de ayuda.

Y es que, desengañémonos. A los pobres no los quiere nadie. No les importan a nadie. Algunos son feos y huelen mal. Otros son vagos y aprovechados, van mal vestidos, son violentos, beben y se drogan, son ignorantes, no saben utilizar las tecnologías... Si son educados y se comportan bien, tal vez sean dignos de compasión o conmiseración, pero no son sujetos de derechos, pues en el fondo se considera que no los merecen.

Porque los pobres, sin excepción, se encuentran en su situación por su culpa. Algo habrán hecho para ser pobres. 

La pobreza, por tanto, es fea e indigna y es mejor que se atienda sólo en Servicios Sociales. Por tanto, ¿para qué vacunar y proteger a los profesionales que atienden a los pobres? Si los pobres no importan, el Sistema que les atiende tampoco.

Además, ¿cómo hay que atender a los pobres? Es decir, ¿qué tiene que hacer el Sistema de Servicios Sociales con ellos?

Aquí viene el segundo encargo social, que al igual que el primero, hemos asumido sin apenas oposición. Y es que es de perogrullo, pero a los pobres lo único que hay que hacer con ellos es darles dinero, ¿no? Ya hablé de ello en una vieja entrada "Las leyes de Newton y la atención a la pobreza", para explicar la función del dinero en esta política social.

La principal demanda que recibe el sistema es ésta. Dinero. Para pagar las facturas, para alimentar a la familia, para pagar el alquiler, para comprar unas gafas o una lavadora... 

Y a eso se dedica por tanto la mayoría de las energías del Sistema de Servicios Sociales. A desarrollar y gestionar prestaciones económicas propias para hacer llegar ese dinero a las personas y familias que lo necesitan o para resolver los múltiples obstáculos que se encuentran en el acceso a las prestaciones de otros sistemas.

Puede parecer una caricatura, pero en el imaginario popular y político general en nuestro país el Sistema de Servicios Sociales está compuesto de profesionales dedicados a la tramitación de prestaciones económicas para los pobres. Por tanto otra razón más para no vacunarles: ¿qué riesgo sanitario hay en tramitar papeles y resolver la burocracia de las prestaciones?

En el sistema que estoy describiendo hemos normalizado llamar problema social a lo que no es sino la simple falta de ingresos y en esa excusa hemos encontrado los argumentos para que el Sistema de Servicios Sociales (que se ocupa de los problemas sociales, ¿no?) se dedique a realizar una exigua transferencia de rentas hacia los sectores más empobrecidos. Que sea cara, ineficaz y naturalmente insuficiente dicha transferencia, (que todos sabemos que podría hacerse de otra manera), es irrelevante. Ya hemos dejado claro que los pobres no importan.

Por cierto, a Wang le ha sentado muy bien la vacuna. Y eso que andaba un poco preocupado, el pobre...