martes, 27 de octubre de 2020

Cuidado con el cuidado

A vuela pluma, porque no quiero dejar pasar más tiempo, pero quiero comentar una tendencia que está difundiéndose últimamente en la política social: la creación de un "sistema de cuidados".


En un marco donde se ha dejado morir al Sistema de Servicios Sociales, enterrado bajo la única misión que se le asigna: atender la subsistencia de los pobres (siendo simplemente una parte más del engranaje benefico asistencial para ello), surge ahora un nuevo invento, que no viene sino a confundir y a dispersar más una política social cada vez menos protectora para los ciudadanos (es el signo de los tiempos, ya sabéis: "sálvese quien pueda").

Y surge con cierta fuerza. Las palabras son poderosas y la música suena bien. Hablar de cuidados mola. Tanto, que podemos crear un Sistema para ello, han pensado algunos. Lástima que aunque esa música suene bien, la orquesta desafine tanto.

Porque aquí nos inventamos los sistemas como quien siembra alcachofas. Algo saldrá.

Y es que seamos claros. Sistemas, lo que se dice sistemas, en la política social española sólo hay dos: el de Educación y el de Sanidad. Luego hay una cosa que se llama Pensiones, que algunos pensamos que debería convertirse en el Sistema de Garantía de Rentas (cuyas políticas están hoy dispersas en mil pedazos) y un engendro llamado Servicios Sociales dedicado a recoger los resíduos de toda la política social y permitiendo además que las políticas de Vivienda y de Empleo puedan seguir insuficiente y descoordinadamente desarrolladas.

Y dentro de esa política social delirante, surge ahora otra iniciativa. Construir un Sistema de Cuidados. ¿Quién puede decir que no? Pues yo, por ejemplo.

Porque los cuidados deben ser algo transversal a todas las áreas de la política social. ¿O acaso el Sistema de Sanidad no tiene que cuidar? O yo me he despistado, o tiene hasta profesiones especializadas en ello. Y el sistema de Educación... ¿no tiene entre sus cometidos cuidar a los menores y adolescentes a su cargo? 

Y el Sistema de Servicios Sociales y dentro de él, (o fuera, o alrededor... que yo ya no me entero) el Sistema de Atención a la Dependencia, ¿acaso no cuidan?

Creo que, como en el caso de la dependencia, vuelva con esto de los cuidados a crearse un sistema que, a mucho no tardar, se convertirá en el nuevo juguete roto de quienes pretenden hacer una innovadora política social olvidando antes arreglar los profundos déficits estructurales de los Sistemas Públicos de Protección social existentes.

Así que Wang y yo, fieles a nuestros compromisos, nos atrevemos a darles un consejo, una recomendación y un ruego a quienes hablan hoy de Sistema de Cuidados:

El consejo: mejor hablen de Plan de Cuidados, y aprovechen para definir qué papel en ese plan tendría cada uno de esos Sistemas Públicos.

La recomendación: definan antes el conjunto de esos Sistemas Públicos y dótenlos adecuadamente en función del objeto de los mismos, aclarando la confusión e indeterminación actuales.

El ruego: tengan mucho cuidado con el cuidado. No vaya a ser que, de tanto cuidar, hagan sufrir.


jueves, 15 de octubre de 2020

Diario de guerra

Ya he comentado en alguna ocasión que no me entusiasman las metáforas bélicas, pero como no encuentro otra que defina mejor la situación por la que estamos pasando como sociedad, traicionaré mis principios para reflexionar sobre la misma.

Lamentablemente, no es una guerra del estado y la sociedad civil contra el virus. ¡Ojalá! Pero más que el enemigo a batir, tengo la sensación de que este virus se ha convertido en la munición, las balas que distintos grupos y sectores están utilizando unos contra otros.

Como es lógico a mayor enfrentamiento y batallas, más balas. Lo que explica el desbocado incremento del virus, liderados por unos representantes políticos dedicados más al ataque y descrédito mutuos que a la negociación y consenso sobre las medidas necesarias para controlar el virus y sus repercusiones sociales, en especial sobre los sectores más vulnerables de la misma.

En el contexto de narcisismo individualista que nos invade, en terminología de Gilles Lipovetsky, es difícil que como sociedad encontremos los mecanismos de cooperación necesarios para que esta crisis se salde con el menor número posible de bajas y daños.

La consagración del indivíduo como la medida de todas las cosas o las llamadas a la libertad individual (y su contraparte la responsabilidad), son malos instrumentos para un virus que nos desafía como sociedad, no de forma aislada o personal.

Es una nueva forma de algo que tenemos muy arraigado: la atribución individual sobre las problemáticas estructurales. Si te contagias, es que algo has hecho mal, no te has protegido lo suficiente o has sido un ser insolidario que ha preferido la diversión o el contacto personal al aislamiento inmisericorde que se está convirtiendo en la principal receta contra el virus.

Con los líderes políticos dedicados a sus batallitas personales y con una sociedad en la que han arraigado con fuerza esos valores individualistas, va a ser imposible que el virus, con todo el dolor que causa, no nos domine durante mucho tiempo.

Del mismo modo que no vamos a poder proteger a los sectores más vulnerables de los efectos de esta crisis. 

El mensaje es claro: "si tienes problemas, es por tu culpa. Tal vez no hayas sido lo suficientemente previsor o tal vez hayas tenido actitudes negligentes respecto al trabajo o la familia. En cualquier caso, tú sabrás cómo te las arreglas." 

En esta guerra hay muchas batallas, y una de ellas es la de los poderosos contra los vulnerables.

Naturalmente, son los primeros quienes legislan y organizan. Y han instaurado su ley: "salvese quien pueda". Así, bajo ella andan los vulnerables, culpados, condenados a sobrevivir entre las migajas que el Estado les condena a rebuscar entre unos Servicios Sociales asistencialistas, burocratizados y llenos de trampas y unas ONGs tan graciables como estigmatizadoras.

Creo que no queda otra que esperar a que la guerra pase y ver entonces qué podemos rescatar de los escombros.