sábado, 25 de abril de 2020

Los pobres buscan comida, los ricos tienen apetito (Wang se enfada)

Esta crisis provocada por un virus que tiene un tamaño microscópico, pero a veces gasta una mala leche que lo hace muy peligroso, nos ha cambiado la vida a todos, y parece que así será por un tiempo.


"Los pobres buscan comida, los ricos tienen apetito" 
Ahora, para mala leche, la mía cuando presencio algunas actitudes y derivas que están apareciendo en estos momentos y que me llevan a pensar que todo está cambiando pero todo va a seguir igual.

Wang también anda muy enfadado. Está convencido de que, cuando acabe esta crisis, los pobres serán más pobres, los ricos, más ricos y la brecha de la desigualdad entre ambos, más grande. Por mi parte os apuesto un tape de boli a que así será. Y no porque Wang o yo seamos adivinos (sería fácil jugar de ventajistas), sino porque la anterior crisis se resolvió así y lo que se está proponiendo para salir de ésta no difiere en lo fundamental de cómo se hizo en aquella.

No os quiero cansar con los enlaces pero aquí os pongo el último informe de la Red Europea de lucha contra la Pobreza en España, donde entre otras muchas cosas se constata cómo en la última década se han incrementado en más de un millón las personas en situación de riesgo de pobreza o exclusión social, dejándolo en más de 12 millones de personas. ¡Doce millones!, que se dice pronto.

Pero de momento seguimos con lo nuestro. Todos lanzados compulsivamente a atender la emergencia, básicamente alimentaria. Bancos de alimentos creciendo por doquier y prestaciones económicas de urgencia, dedicadas a la alimentación, en crecimiento exponencial. Y digo compulsivamente porque no estoy convencido de que estén siendo tan necesarias. En muchas ocasiones sí, claro. Están apareciendo situaciones dramáticas que, ante la falta de una política de garantía de ingresos que las solucione, hay que paliar con estos parches alimentarios. Que de los parches nos tengamos que encargar de nuevo en Servicios Sociales es inmodificable.

Y es que claro, queda muy bien que un alcalde firme un convenio con un banco de alimentos, un centro comercial o una entidad benéfica para dar alimentos a los pobres que ahora se encuentran atravesando penurias. Y del mismo modo, es muy conveniente que los servicios sociales nos posicionemos también como los sostenedores de esa emergencia alimentaria: al fin y al cabo eso legitima nuestra función ¿no?

Nada más satisfactorio que dar de comer al hambriento, como muy bien lleva la Iglesia siglos enseñándonos.

Porque hablando de la Iglesia, esa es otra. Pues no andan la cuadrilla de prebostes que la dirigen manifestándose en contra de una renta básica permanente... Los obispos, me refiero.. Enlace. Claro, es mucho mejor dar limosnas. En cualquier caso han dejado claro a quién sirven y no es precisamente a los intereses de la gente que lo está pasando mal. 

Y en un universo paralelo, nuestros responsables políticos. Incapaces de aunar sus posturas y consensuar un plan contra la crisis. Los unos discutiendo sobre el bien y el mal, tranquilos porque de momento las limosnas están funcionando (una buena y paradójica función). Los otros haciéndose fotos y sin perder oportunidad de entorpecer cualquier avance que haga aparecer al adversario como eficaz. Lo de garantizar ingresos para que la gente sobreviva, ya si eso lo hablaremos más adelante, no vaya ser que alguien se enfade, alguien se acomode, alguien utilice mal esos ingresos...

Y mientras, seguimos confinados por un tiempo más. Parece que poco a poco se van a relajar algunas medidas y nuestros gobernantes apelan a la responsabilidad ciudadana para que puedan mantenerse. Tranquilos, que nuestro compromiso ciudadano está muy por encima de vuestro nivel político.

Por lo demás, Wang y yo seguimos con nuestras videoconferencias. Hablamos y cuando analizamos algunas cosas nos agarramos algún cabreo, pero nos tomamos un vino y se nos pasa. Al fin y al cabo, eso es lo importante. Los amigos, la familia y un poco de vino para celebrar que estamos vivos.


miércoles, 22 de abril de 2020

Relación ¿digital? de ayuda

Los amables lectores y lectoras de este blog saben que suelo diferenciar, en lo que al Trabajo Social se refiere, el establecer una relación de ayuda con establecer una relación para "dar ayudas".


Porque aunque a veces se confundan, no es lo mismo. Suelo precisar que en este caso el plural, la "s", es relevante. Y me apetece retomar algunas de mis reflexiones al respecto, ahora que con esta crisis del coronavirus, parecen emerger formas de atención que entiendo que hay que contextualizar adecuadamente.

Creo que establecer una relación de ayuda y el establecer una relación para dar ayudas,  responden a modelos de intervención muy diferentes. Dejaremos por un momento otro modelo muy utilizado: dar ayudas para establecer una relación, dado que requiere de una reflexión aparte.

Por ahora vamos a fijarnos en los dos primeros. 

Una relación de ayuda es un encuentro con el otro (en sus más variadas formas desde el indivíduo hasta las comunidades) en un espacio que, necesariamente, ha de ser crítico y transformativo. Crítico para conseguir un cuestionamiento que nos lleve a la comprensión y diagnóstico de la realidad que tenemos enfrente. Y transformativo pues sólo, (y nada más y nada menos), en última instancia lo que se persigue es el cambio del usuario y de su interacción con los contextos en que se desenvuelve. Retroalimentación, vínculo y cambio terapeútico son el campo de juego donde se desarrolla esta relación de ayuda en la cual profesional y cliente se verán comprometidos psicológica y vitalmente.

Una relación para dar ayudas es un instrumento que pone el foco en las necesidades y derechos del cliente y en su provisión. Es un enfoque más sociologico, pues las necesidades vienen definidas socialmente y no en la relación. Se trata de proporcionar dichas ayudas, en forma de prestaciones de diversas formas, en la confianza de que ello llevará a una mejora de la situación del usuario. Las responsabilidades están definidas externamente: las del profesional en cuanto a su eficacia en el manejo de las prestaciones y las del usuario en cuanto al uso adecuado de las mismas.

Como digo son dos modelos bastante diferentes, que están basados en epistemologías distintas. La manera de comprender el mundo por parte del profesional hará que se adscriba a un modelo o a otro. Los diagnósticos y técnicas de intervención varían de igual modo en uno o en otro. Mecanismos de atribución o fenómenos como la delegación o la responsabilidad son interpretados de modo diverso y, con frecuencia, antagonicamente. (Lo cual unido a que los humanos de a pie tenemos una sóla cabeza nos dificulta sobremanera aceptar el eclecticismo en cuanto a modelos que proponen algunos).

Los que se adscriban a este segundo modelo no tendrán demasiadas dificultades en introducir nuevas formas de atencion, como las digitales o virtuales, a las que el aislamiento necesario para contener el virus ha dado especial protagonismo. Todos los elementos fundamentales que hay que garantizar en este modelo pueden hacerse sin contacto físico, desde el diagnóstico a la prescripción y su seguimiento.

Más problemas tendrá seguramente quien pretenda establecer una relación de ayuda como la descrita en el primer modelo sin hacerla fundamentalmente de modo analógico, con contacto o presencia física y utlizando esos métodos virtuales como accesorios de apoyo y no de modo preeminente.

Intentar sustituir el contacto entre dos seres humanos que se tocan, se miran y se sienten en presencia, con la relación que se puede dar entre esos mismos seres humanos a través de dos pantallas o a través de la información que puede viajar en forma de dígitos binarios por las redes eléctricas es cuanto menos difícil. Tal vez pueda hacerse, pero dudo que con la profundidad necesaria como para conseguir ese espacio de encuentro que definía al principio.

Y es que, como todo, el problema no está en la realidad social, sino en cómo la interpretamos en función de nuestros paradigmas. Por ello de esta crisis no podemos sacar ningún modelo organizativo nuevo que no estuviese previamente predeterminado por nuestras creencias.

Quien así lo proponga, creo, está haciendo trampas.



jueves, 16 de abril de 2020

Renta social básica de ingresos mínimos vitales para la garantía condicional a la inclusión y de salvaguarda de la supervivencia material en situaciones de crisis y con carácter permanente

 

Mucho se está hablando estos días sobre una medida de protección social para garantizar la subsistencia material de las personas, medida que si bien se venía planteando desde hace mucho tiempo y en especial desde la crisis de 2008, ahora con esta nueva crisis ha adquirido una especial urgencia y protagonismo.


En el terreno de este tipo de medidas, la nomenclatura varía de manera infinita. Hasta la fecha han sido las Comunidades Autónomas las que las han desarrollado, en unos territorios más que en otros, denominándolas de variadas maneras: Rentas de Inserción, Rentas de Garantía de Ingresos, Ingreso Mínimo de Inserción, Renta Social...

Como digo las variaciones son ilimitadas, contribuyendo a una desigualdad y sobre todo confusión importantes, y donde además de las diferencias territoriales, las diferencias ideológicas juegan un papel predominante. No incidiré más en este punto, ya que todo esto lo explica magistralmente nuestra compañera Belén Navarro en esta entrada que os recomiendo (y que forma parte de una trilogía sobre la Renta Básica dentro de su blog que no os podéis perder).

La cuestión es que ahora el Gobierno ha puesto sobre la mesa su propia medida al respecto, con una nueva denominación: Ingreso Mínimo Vital y con su propia ideología respecto a las principales características que debe tener.

Todo este tipo de medidas encuentran sus diferencias principalmente en dos ejes: la UNIVERSALIDAD y la CONDICIONALIDAD.

Con respecto a la UNIVERSALIDAD el asunto es si es una renta para todos, sólo para algunos colectivos o sólo para unos determinados umbrales de renta. 

Y en la cuestión de la CONDICIONALIDAD el tema es qué se ha de hacer cumplir a los beneficiarios para acceder a la renta, si deben hacer planes de inserción laboral o de otro tipo o si han de cumplir otro tipo de condiciones.

La experiencia de toda esta panoplia de rentas mínimas en nuestro Estado ha demostrado que cuanto menos universales y más condicionales son en sus diseños, menos eficaces son en lo que pretenden conseguir.

El principal problema es que, hasta ahora, han sido diseñadas para dar respuesta a dos objetivos: la SUBSISTENCIA y la INCLUSIÓN. Muchos pensamos que no pueden mezclarse ambos conceptos en la misma prestación, pues responden a órdenes distintos. La subsistencia debería ser un derecho fundamental que habría que garantizar "de oficio", mientras que la inclusión requiere de la participación activa de la persona. 

El empecinamiento en diseñar modelos para dar respuesta a ambos conceptos a la vez introduce una serie de disfunciones tan importantes que sólo se resuelven renunciando, de un modo más explícito o de un modo más encubierto, a uno de ellos. Y entonces se introduce también en la prestación una variable que no debería formar parte de ella: la ideología de los técnicos que gestionan la misma.

En contra por tanto de toda evidencia y seguramente guiado por una concepción ideológica determinada (en el fondo, su manera de entender la pobreza), el Gobierno está preparando una prestación que sigue mezclando subsistencia e inclusión y que, además de ir dirigida sólo a un grupo determinado de población, va a exigir para su concesión el cumplimiento de varias condiciones, como planes de inserción laboral u otros.

El fracaso está garantizado, y más allá de los primeros impactos de la medida, veremos en unos años cómo no sirvió para nada y no consiguió revertir la pobreza ni la desigualdad.

Por estos y otros motivos, las primeras noticias sobre la medida han supuesto las críticas de diversos colectivos.
Destaco especialmente el del Foro de SERVICIOS SOCIALES de Madrid, que ha elaborado una carta para los principales responsables políticos de esta medida donde exponen su desacuerdo con la misma. Creo que merece la máxima difusión. La tenéis en este enlace: "Las palabras crean mundos" 

 Por lo demás, Wang y yo, fieles a nuestro compromiso como servidores públicos, nos ofrecemos para ponerle nombre a la medida. Si les gusta la que da título a esta entrada, pueden cogerlo y si les parece poco complejo, podemos darle una vuelta; todos sabemos que una medida como esta no es nada sin un buen grado de complejidad y confusión... hasta en el título.

lunes, 13 de abril de 2020

Elegir el futuro

En mi última videoconferencia con Wang reflexionábamos en torno a cómo el confinamiento y la reducción drástica del contacto físico entre las personas estaba influyendo a personas de nuestro entorno e incluso a nosotros mismos.



Ambos llegábamos a la misma conclusión. Los humanos somos seres sociales, y por tanto estamos condenados a mantener relaciones e interacciones entre nosotros si queremos seguir desarrollandonos como personas y mejorando nuestras comunidades.

Lo que este confinamiento está poniendo sobre la mesa es si esas interacciones pueden pasar del mundo analógico o físico, al digital. ¿Estamos ante un anticipo del próximo paso de las sociedades humanas?

Tal vez. Muchas de las interacciones que antes manteníamos físicamente han sido progresivamente sustituidas por instrumentos tecnológicos. El mundo virtual cada vez vehiculiza más muchas de nuestras necesidades y a través de él se dan respuesta a las mismas. Desde hace varios años han explotado exponencialmente las videoconferencias, la prestación de servicios profesionales por internet, el teletrabajo o la formación on-line. 

Y es sólo el principio. La tecnología ya permite una interacción máxima con un mínimo contacto físico. Por ejemplo podemos imaginar, en un futuro tan distópico como posible, un quirófano ultraequipado tecnologicamente al cual acudirán los enfermos sólos, siendo operados por equipos médicos repartidos a lo largo de todo el mundo y sin contacto físico alguno. 

O niños en sus casas, equipados con aulas virtuales a través de las cuales se relacionarán con sus compañeros y profesores, haciendo innecesarios los centros escolares y desarrollando a través de las mismas los juegos, el ejercicio físico y los aprendizajes individuales y cooperativos que ahora se hacen de modo analógico.

La sociedad parece evolucionar hacia personas-burbuja, conectadas entre sí por medios digitales. 

A poco que nos pongamos a pensar, veremos los indicios que demuestran que todo lo que nos envuelve podemos sustituirlo por estos medios digitales. Desde las actividades productivas a las de ocio, desde las más individuales a las grupales.

Sin embargo, parece que esa renuncia al contacto físico entre humanos tiene un alto coste. El sufrimiento que nos causa estar alejados unos de otros, no poder tocarnos, sentirnos, abrazarnos o acariciarnos es innegable. Y no parece una cuestión cultural. 

Seguramente está en nuestro ADN como especie esa necesidad de contacto físico. De sobras es conocido la necesidad que de ello tienen los bebés para desarrollarse con normalidad y aunque también podamos imaginar una especie de crianza ultratecnológica que lo sustituyera algo nos dice que no funcionaría. O tal vez queramos creerlo así.

En cualquier caso, en las próximas décadas la especie humana va a tener que afrontar un desafío importante, del que esta crisis está permitiendo percibir algunos flashes.

La apuesta al final va a ser por la individualidad o la colectividad. Si el indivíduo sigue siendo la medida de todas las cosas, ese futuro distópico que tan apenas vislumbramos y en el que hemos comenzamos a caminar se hará realidad. Si la apuesta es por la comunidad, habrá que poner en marcha nuevos mecanismos de solidaridad y renunciar a ese modelo productivo que nos está llevando a hundir el planeta.

Como dice el filósofo Byung-Chul Han en este estupendo artículo que os recomiendo "este virus nos aisla e individualiza", pero "somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZON quienes hemos de repensar y restringir este capitalismo destructivo."
 
Es una cuestión de elección.

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Reflexiones hechas por Wang y yo en el periodo de confinamiento del Coronavirus, aguantandonos el cabreo que llevamos ante el teatro que nuestros políticos están llevando para garantizar a todos los ciudadanos unos ingresos mínimos para vivir dignamente y presenciar los modelos que están proponiendo para ello.