miércoles, 21 de julio de 2021

Tipos de pobres

 En mis muchos años de trabajo en Servicios Sociales he tenido oportunidad de conocer a muchos tipos de personas: ricos, pobres, mediopensionistas, cantantes de ópera, contables, chatarreros, adivinadores de cartas…

Y de toda esta panoplia de personas, de la que más subtipos he conocido son los pobres. Debe ser por la gran cantidad de ellos que en los últimos años nuestra sociedad se ha empeñado en crear.

Un gran número que ha promovido su diversidad, a diferencia, pongo por caso, de los aficionados a coleccionar soldados de plomo, cuyo escaso número no favorece demasiado su diversificación y suelen ser bastante uniformes, como los que llevan las figuras que coleccionan.

Así que hoy quiero compartir con vosotros y vosotras los subtipos que, según mi experiencia, se dan entre los pobres.

Una de las caracterizaciones más comunes son los POBRES TONTOS. Estos son muy frecuentes, y los poderes públicos no se cansan de diseñar políticas y programas para ellos.

Los pobres tontos están en situación de pobreza porque no saben atender sus propias necesidades. Carecen de formación, conocimientos y habilidades para acceder a un empleo o para aprovechar adecuadamente los recursos que tienen o los que pueden ponerse a su disposición.

No saben hacer la compra de manera adecuada y dilapidan su presupuesto, nunca mejor dicho, “tontamente”.  Tampoco saben cómo ahorrar energía, ni por supuesto acceder a los numerosos y suficientes recursos que existen para ellos, pues su torpeza les impide realizar los trámites de manera adecuada.

Este tipo de pobres son tan tontos que, consecuentemente, esperan que se les trate como tales, así que la mejor manera de ayudarles es sustituir sus capacidades. El profesional que se disponga a ayudarles debe estar dispuesto a hacer todo lo que ellos no saben hacer, mientras intenta, habitualmente sin éxito, (para lo que debe estar preparado), que aprendan a hacer algo por sí mismos. Enseñar al que no sabe es sin duda una noble función, pero puede resultar ciertamente frustrante.

En mi experiencia, junto a los anteriores aparecen los POBRES LISTOS. Su principal objetivo es no trabajar y vivir de las ayudas públicas, para lo cual desarrollan unas habilidades importantes. Conocen todos los recursos, formas de ayuda, cómo, dónde y con quién tramitarlas.

Como habitualmente no se diseñan los programas de intervención por subtipos de pobres (un error que este artículo espero contribuya a enmendar), a estos pobres se les propone lo mismo que a los anteriores: formación. En los más variados y diversos temas: desde cómo buscar un empleo (que no desean) hasta cómo aprovechar mejor la compra semanal (como si no lo supieran).

Pero los pobres listos no pondrán pega alguna a estos programas. Saben que participando en ellos las probabilidades de acceder a ayudas y vivir regaladamente de las mismas es mayor.

Al igual que con los anteriores, el profesional que intervenga con ellos debe estar preparado para trabajar incansablemente en todo lo que le demanden, preparado para ver cómo las situaciones de pobreza de éstos se cronifican en el tiempo y se transmiten de generación en generación.

Con matices diferentes pero compartiendo algunas de las características con los pobres listos y con los tontos, encontramos a los POBRES VAGOS. Para estos el acceso al trabajo no responde a sus esquemas vitales, lo cual muestran permanentemente con un importante autoabandono e indolencia.

Su negligencia es tal que, con frecuencia, ni siquiera demandarán ayudas directamente, como hacen los pobres listos. Al contrario, dejarán que su situación personal y familiar se deteriore lo suficiente como para que los profesionales se activen e intervengan, lo cual tendrán que hacer como con los pobres tontos, dispuestos para asumir todo lo que, en este caso no es que no sepan, sino que no quieren hacer.

Paradójicamente, uno de los programas que suelen proponerse para este tipo de pobres vagos son lo que se llama programas de activación, desde posiciones en la que la única motivación está en el profesional y con el propósito, fracasado de antemano, de traspasársela.

Con estos tres subtipos que acabo de describir no suele ser difícil trabajar. Tan sólo hay que asumir el fracaso de cualquier intervención que pretenda que superen la situación de pobreza. Pero hay otro tipo de pobres, más complicado. Son los POBRES MALOS.

Estos, además de ser pobres, se dedican a delinquir, toman drogas o alcohol y suelen ser agresivos tanto para su entorno como para los profesionales que intervienen con ellos.

Para ellos suelen implementarse programas de exhaustivo control de las prestaciones que reciben, pues en el fondo sabemos que no son merecedores de las mismas. Este control será fuente de no pocas confrontaciones con los profesionales, pero es algo ineludible pues sin él la ayuda carecería de cualquier tipo de legitimación social.

Menos mal que, también con frecuencia, encontramos a los POBRES BUENOS. Estos son simpáticos y suelen mostrar agradecimiento, lo cual es una importante fuente de satisfacción profesional.

No suele generarse problemas en la relación con ellos, al contrario, es el subtipo más necesario para la sociedad, pues permiten canalizar de mejor manera la compasión y solidaridad de la misma. Y eso explica que este tipo de pobres buenos no desaparezca.

Y ya para finalizar, voy con el último de los subtipos que voy a nombrar. Hay algunos más, pero no es objeto de este artículo ser demasiado exhaustivo. Si alguien quiere hacer alguna tesis doctoral sobre el tema, me presto a darle más información, pero de momento señalaré los POBRES QUE NO SON POBRES.

Y es que hay pobres (pobres…) que no se encuentran en situación de pobreza por sus propias aptitudes o actitudes personales. No son vagos, indolentes, malos o ignorantes. Son simplemente personas en situación de pobreza, esto es, en un contexto estructural que les mantiene en la misma y que les niega cualquier oportunidad para salir de ella.

No son muchos, pues todos sabemos que cuando eres pobre es porque algo habrás hecho mal, como este artículo acaba de probar científicamente.

Lo cual coincide por otra parte con lo que queremos creer. No vaya a ser que nosotros mismos pudiéramos encontrarnos en alguna de estas situaciones. 

Eso no nos puede suceder, ¿verdad Wang?