Comentaba yo con Wang el otro día algunas de las propuestas que en materia de política social empiezan a configurarse como consecuencia de las nuevas relaciones de poder que se han establecido tras las últimas elecciones. Al igual que en otras ocasiones, sus reflexiones me han dejado tan pensativo que he decidido compartirlas con vosotros.
Y es que yo le comentaba mi preocupación ante lo inconcreto de muchas de estas medidas y sobre mis dudas de que, las que al final la correlación de fuerzas políticas va a permitir, vayan a reducir de verdad la insoportable pobreza y desigualdad que se ha instalado en nuestra sociedad.
Hasta ahora, los nuevos políticos se parecen, muy a su pesar, a los viejos, y andan metidos todos en unas dinámicas de acceso al poder que de momento está relegando el verdadero planteamiento de las medidas necesarias.
No me malinterpretes, le decía yo a Wang. Que a lo mejor todo esto es necesario. Que tal vez la política tenga algo de necesario teatro y pronto, cuando se acaben las luces de la función, los políticos se pongan a solucionar de verdad los problemas. Tal vez. Pero de momento, desde el pequeño rincón desde el que veo las cosas, no acierto a ver muchos motivos para la esperanza.
En nuestro país hemos convivido con ocho millones de pobres durante muchos años, sin haber acertado con una política social que solucionase dicho problema. Ahora estamos en doce millones de pobres, cifra igual de insostenible, injusta e innecesaria que la anterior, a la cual creo que al final nos acostumbramos y toleramos mirando hacia otro lado. Y no veo nada novedoso en las políticas sociales que se proponen que me lleve a pensar que el problema se vaya a solucionar ahora.
- -Paciencia, me sugiere Wang. -Igual en un poco más de tiempo vemos cómo cristalizan algunas medidas coherentes y eficaces.
- -Vale, te haré caso. ¿Y mientras esperamos, qué hacemos?, le pregunté con un poco de sorna, he de reconocerlo.
- -Siempre te puedo contar un cuento. Respondió, volviendo a sorprenderme. -Por ejemplo, éste: Se titula "Los barcos viejos"
"Cuando Yu Li-si abandonó la capital para regresar a su pueblo natal, el primer ministro puso un funcionario a su disposición para que lo acompañara y le dijo:
-Elige para tu viaje el barco del gobierno que más te agrade.
El día de la partida, Yu Li-si fue el primero en llegar al embarcadero. Había allí varios miles de embarcaciones amarradas a lo largo de la ribera. Todo esfuerzo para reconocer los barcos del gobierno le resultó inútil. Cuando llegó el funcionario que debía acompañarlo, le preguntó:
-¡Aquí hay tantos barcos! ¿Cómo distinguir los del gobierno?
-Nada más fácil -contestó el funcionario-. Aquellos que tienen el toldo agujereado, los remos quebrados y las velas rasgadas, son todos barcos del gobierno.
Yu Li-si levantó sus ojos al cielo y suspirando se dijo a sí mismo: "No es de extrañar que el pueblo sea tan miserable. ¡El emperador seguramente también lo considera como propiedad del gobierno!"
-Elige para tu viaje el barco del gobierno que más te agrade.
El día de la partida, Yu Li-si fue el primero en llegar al embarcadero. Había allí varios miles de embarcaciones amarradas a lo largo de la ribera. Todo esfuerzo para reconocer los barcos del gobierno le resultó inútil. Cuando llegó el funcionario que debía acompañarlo, le preguntó:
-¡Aquí hay tantos barcos! ¿Cómo distinguir los del gobierno?
-Nada más fácil -contestó el funcionario-. Aquellos que tienen el toldo agujereado, los remos quebrados y las velas rasgadas, son todos barcos del gobierno.
Yu Li-si levantó sus ojos al cielo y suspirando se dijo a sí mismo: "No es de extrañar que el pueblo sea tan miserable. ¡El emperador seguramente también lo considera como propiedad del gobierno!"
Y Wang se marchó sonriendo mientras yo me quedaba pensando en cómo los gobiernos van a solucionar el problema de la pobreza con unos barcos tan viejos...
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