Todo tiene un principio… y tiene que tener un final. Y creo que para este blog, tras diez años de andadura, ha llegado el momento de su despedida.
No me gusta dejar las cosas a medias, inacabadas o incompletas. Prefiero terminar las tareas, completar los círculos, cerrar las puertas…
Llevo tiempo dándole vueltas a la idea. Cada vez me veo menos motivado para mantener este blog.
De hecho, creo que es la primera vez en estos diez años (salvo un paréntesis que me tomé hace unos años) que tardo más de un mes en escribir una entrada. Lo cual me parece una señal importante, que me indica que se ha acabado un ciclo.
Y como no me gustaría acabar este blog simplemente dejándolo ir, prefiero escribir una entrada de despedida. Creo que he volcado en él suficientes experiencias, reflexiones y emociones como para cerrarlo como se merece.
No os engañaré. Gran parte de las razones para esta despedida las tiene mi particular sensación sobre el estado actual de los servicios sociales y el Trabajo Social, en una deriva hacia el asistencialismo y la residualidad que percibo como imparable y que las dinámicas que han emergido en esta época pandémica no han hecho sino explicitar y potenciar.
Siento que el Trabajo Social y los servicios sociales se encuentran como un hámster en una rueda. Dándole vueltas a los mismos dilemas y contradicciones sin resolver ninguno de ellos y volviendo al mismo punto de partida una y otra vez.
El Sistema de Servicios Sociales en nuestro país es bastante especial. Es el único Sistema Público de Protección Social dividido en dos niveles, atención primaria y atención especializada, siendo la primera competencia de la administración local y la segunda de la administración autonómica.
Pero además, la falta de delimitación conceptual (en lo que a mi juicio influye decisivamente la ausencia de una Ley General de Servicios Sociales, que sí tienen otros sistemas, como educación o sanidad…), hace que puedan proponerse y ejecutarse servicios sociales (entendidos éstos como recursos, servicios y prestaciones) desde otros niveles de la administración, como la administración general, o desde otros órganos públicos, privados o de iniciativa social.
Proliferan los servicios de orientación e información, que lejos de ubicarse en la atención primaria, se encuentran repartidos por todo tipo de administraciones y entidades y que lejos de proporcionar un mejor servicio al ciudadano lo introducen en auténticas ceremonias de la confusión.
Un sistema en el que la valoración ha sido sustituida por la mera comprobación de requisitos y donde conceptos centrales como prescripción profesional, profesional de referencia, puerta de entrada al sistema y tantos otros… han sido abandonados.
La descoordinación es la norma en el Sistema. Ningún actor del mismo considera necesario valorar las actuaciones del resto para integrar e implementar las suyas propias. Cualquiera de ellos es autosuficiente para diseñar y ejecutar sus programas, sin más guía que sus propios intereses y sin más evaluaciones que las propias. Problema que incrementa una política de subvenciones más dedicada al postureo que a la efectividad.
La situación de la atención primaria del sistema y su relación con la especializada es digna de estudio. El nivel de responsabilización hacia la atención primaria es insostenible. Se le exigen soluciones inmediatas sin competencias ni recursos para ello. Tanto el resto del sistema como todos los demás sistemas de protección le delegan la última respuesta a las grandes problemáticas sociales (vivienda, superviviencia material, violencia…), en un juego infame y mentiroso cuyo objetivo es permitir la desresponsabilización de todos ellos.
Se aprovecha para ello la debilidad que supone que esa atención primaria se encuentre asentada en la administración local (la más cercana al individuo, suele decirse, pero también la peor financiada, la más descoordinada y la más presionada, utilizada y desprestigiada).
Este fenómeno de desresponsabilización y delegación ha llegado en los últimos años a un nivel sin precedentes, convirtiendo a la atención primaria en un sistema cuya única función es la de chivo expiatorio y cuya presencia justifica que el resto de sistemas puedan eludir sus obligaciones.
Por otro lado los profesionales del sistema estamos lejos de consensuar un diagnóstico sobre el mismo. Lo que unos denunciamos (esa desresponsabilización y delegación, básicamente), otros lo justifican como inevitable y otros como mal menor. Incluso hay voces que defienden con vehemencia que ocupar ese lugar residual en la política social es la verdadera razón de ser del sistema.
Al igual que el debate sobre el objeto de los servicios sociales, tan necesario como imposible ante las múltiples voces que varían entre lo imprescindible de mantenerlo como lo irrelevante de hacerlo.
De todas estas cuestiones he hablado con profusión y desde diferentes ángulos en este blog, así que no os cansaré mas con las mismas.
Lo que es cierto es que la situación comienza a recaer con demasiado peso sobre los hombros de los profesionales del sistema. El cansancio y la desmotivación comienzan a hacer mella en un número nada desdeñable de los mismos. Es verdad que hay cierto consenso en reconocerlo, pero de nuevo el diagnóstico de esta situación varía entre quienes opinan que ese cansancio es fruto de la sobrecarga coyuntural de un sistema en el que se aprecian más bondades que problemas y los que opinamos que es fruto de las contradicciones estructurales del mismo.
Como os decía, yo tampoco soy ajeno a este cansancio y desmotivación. Así que por lo menos, en lo que atañe al blog, dejo de girar en la rueda.
Por otro lado creo que el formato de los blogs ha ido perdiendo presencia y utilidad. Hoy la comunicación se mueve más en lo visual que en lo escrito y se priorizan los impactos sobre los argumentos. Y yo, un dinosaurio encarando las últimas etapas de mi vida laboral, no me veo explorando otros formatos.
Así que lo mejor es terminar aquí. Creo que los objetivos con los que nació el blog se han cubierto sobradamente y que Wang y yo hemos sido capaces de plasmar en él multitud de reflexiones sobre el sistema y sobre la profesión que confiamos hayan servido para enriquecer los debates.
Por lo demás, lo mejor que me ha traído el blog es la multitud de personas con las que he conectado. A algunas las he conocido personalmente. Con otras el contacto ha sido sólo virtual. Pero siento que me llevo un montón de amigos y amigas con los que seguiremos compartiendo, de una forma u otras, el camino.
Gracias a todos y todas por vuestra compañía estos diez intensos años.