La primera bofetada al Sistema Público de Servicios Sociales por parte del nuevo Gobierno no ha tardado mucho en llegar. No duele demasiado, pues llueve sobre mojado desde hace bastantes años, pero entristece que un Gobierno que se autodenomina “progresista”, ningunee y maltrate a un Sistema que algunos (cada vez menos, es obvio) creemos que es fundamental para la Política Social.
Venimos avisando en este blog
hace mucho. Si el Sistema de Servicios Sociales sigue teniendo el foco en la
atención a la pobreza y ocupa un lugar residual del resto de sistemas públicos
de protección social, va a desaparecer.
Pues ya lo ha hecho. Queda realizarle
un digno entierro, y tal vez, colocarnos un crespón negro en el brazo para aliviar
el duelo mostrando nuestro luto. Pero se acabó. El sistema tuvo su historia y
ha tenido su final.
Los síntomas de la agonía venían
desde hace tiempo atrás. La denominación “Servicios Sociales” lleva tiempo
desapareciendo de muchas agendas políticas y departamentos administrativos,
sustituida por una mucho más moderna “Derechos Sociales”, que suena mucho mejor.
¡Dónde va a parar!
Ello ha confluido con una
corriente en Servicios Sociales, más de orden técnico, que defiende que éstos
son los garantes de los Derechos Sociales.
En cuanto a lo primero, no es una
mera cuestión terminológica. En estas entradas de hace un tiempo lo explico, de
modo que no me reiteraré. “Lo innombrable” y “Cómo lo llamamos”.
Con respecto a lo segundo es una
definición que confunde la parte con el todo y que no ha contribuido más que a
la confusión. El Sistema de Servicios Sociales no es el encargado de garantizar
los derechos sociales de la población, a pesar de que se haya definido en muchas
ocasiones así. Ya he denunciado muchas veces los efectos perversos de esa
definición, entre ellos convertirnos en el basurero del resto de Sistemas
Públicos de Protección Social y contribuir a su desresponsabilización.
El asunto es más bien al contrario. Entre
los derechos sociales que hay que garantizar a la población, se encuentran los
Servicios Sociales. Claro que para eso hay que definirlos más allá de esas
funciones “universalistas” (garantizar el bienestar social de la población) o “reduccionistas”
(atender la pobreza). Y ese es un trabajo pendiente, consensuar un objeto
propio de modo propositivo y no reactivamente a lo que otros sistemas no quieren
o no saben hacer.
Todo eso ha cristalizado en la
actual configuración del nuevo Gobierno. Wang ha hecho un pequeño ejercicio. Ha
cogido el decreto que estructura los nuevos
departamentos ministeriales y en el buscador ha introducido el término “servicios
sociales”. Y efectivamente, sólo aparecen nombrados una vez: en la Disposición Final
Primera, relativa a la supresión de órganos.
Lo que vendría a ser un Certificado
de Defunción en toda regla, vaya. Yo al menos, voy a guardar el documento como
tal. Un documento para la historia, que certifica que, tras una larga agonía, el
Sistema de Servicios Sociales falleció el 12 de enero de 2020.
Pero claro, que desaparezca el
Sistema, no significa que desaparezcan las funciones que debería realizar. Así,
éstas aparecen troceadas y repartidas a lo largo y ancho de todo el aparato
gubernamental, organizadas al margen de las estructuras (olvidadas y
ninguneadas) a las que, al final, se les da el encargo de desarrollarlas: los departamentos
de servicios sociales que dependen de la administración local (esa que se
define como la más cercana al ciudadano).
¿Qué puede salir mal?, preguntaba
el ciego cuando se puso a conducir el autobús…
Ante esta tendencia, miedo me da otro
de los grandes retos de este Gobierno: el desarrollo de la Ley General de
Servicios Sociales. ¿Cómo la llamarán? ¿Qué contenido tendrá? Wang duda de qué
denominación tendrá. De lo que no tiene duda es de que su principal contenido
tendrá que ver con la regulación de las entidades privadas, sociales o mercantiles,
que van a ser las verdaderas protagonistas una vez enterremos al Sistema
Público.
Aunque no le hagáis caso: Wang a
veces se pone en modo adivino y delira un poco. No sé qué le puede haber
llevado a pensar eso.
En cuanto a mí, lo dicho. Voy a
preparar mi crespón negro para comenzar mi luto por el sistema. Aunque bien
pensado, no sé si hacérmelo morado. Al fin y al cabo, es un color muy frecuente
en los funerales, pues simboliza en ellos la penitencia y el duelo.
¡Anda, qué coincidencia! También
es un color protagonista en este nuevo Gobierno… Lo pensaré despacio.
* * *
Mientras, si queréis profundizar
en el tema (el de los crespones no, el del Sistema de Servicios Sociales en el
nuevo Gobierno) os dejo dos enlaces de interés al respecto. El del Comunicado del Consejo General de Trabajo Social
y el último artículo de nuestra compañera Belén Navarro en su nueva página: ¿Para qué un ministerio de servicios sociales.?
Fantástico análisis de la triste realidad. Y es que cuando todo podía ir mejor... Zasca! A volver a la pedagogía y ganar espacio y visibilidad. No acabamos de empezar en este sistema que fallece.
ResponderEliminarAhora bien... No dudes de la necesidad de que los servicios sociales existan, porque ni las empresas más carroñeras llegarán a la cobertura que ellos tienen.
Del objeto, ya si eso, hablamos otro día. Me estoy obligando a dar terceras oportunidades, que tiendo al pesimismo. A ver!
Gracias Pau. Si yo no dudo de la necesidad de Servicios Sociales. Quienes dudan son otros, que piensan que se puede abordar la problemática social sin necesidad del Sistema.
EliminarUn abrazo
Hola Pedro, qué el año nos trate bien, el primer baño de realidad, la Ley todavía no la hemos visto publicada, pero si la vemos, yo también apuesto por los contenidos que apuntas.
ResponderEliminarAhora bien, dicho lo primero, sigue escribiendo aunque sea de “eso”, que queremos, que alguna vez sea un sistema de servicios sociales. Un abrazo. Cheli.
Gracias Cheli. Miedo me da qué Ley pueden ser capaces de perpetrar. Seguiremos escribiendo, sea lo que sea aquello donde estemos. No sé si sirve de algo, pero...
EliminarMe parece que dar coherencia ética, social y profesional es un deber de todos y cada uno de integrantes de los distintos colegios profesionales de nuestra Querida España.
ResponderEliminarEn principio estoy de acuerdo, pero no entiendo este comentario.
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