Dícese del "comportamiento poco natural de una persona que se esfuerza por dar una imagen pública para conseguir la aprobación de otras personas".
Esto del postureo se ha puesto muy de moda en los últimos años, sobre todo con la eclosión de las redes sociales, donde encuentra un contexto muy favorable. Se trata de un comportamiento donde la imagen tiene más importancia que la realidad y las apariencias imperan sobre las verdaderas motivaciones.
A mi juicio,
es un fenómeno que transciende el mero exhibicionismo público que una persona o
entidad puede hacer ante su potencial público o, las más de las veces, simplemente
ante su cohorte de seguidores.
Creo que es un
comportamiento, una actitud, que ha invadido todas las esferas, incluidas las
respuestas políticas a los grandes problemas sociales que hoy nos atraviesan.
En el fondo se
trata de parecer que se hace algo. En ese sentido es una especie de pseudo-intervención
donde se trata de aparentar que se hace lo correcto, sin que los resultados finales
importen demasiado. Los protocolos tienen más importancia que las soluciones y
la implementación de medidas mucho más que su impacto real.
Dichas medidas
serán además más numerosas y más agrandadas, no en función de la gravedad del
problema, sino en cuanto la percepción pública del mismo o la estrategia de
algún grupo implicado así lo determinen.
Las
evaluaciones son siempre de procesos, rara vez de resultados, y la crítica es
imposible o está prohibida: se está haciendo lo correcto.
Detecto que en
política social el virus del postureo campa a sus anchas, convirtiendo todos
los programas a los que infecta en un “como si”, esto es, abordar la problemática
como si nos estuviéramos ocupando realmente de ella cuando todos sabemos que
los intereses en juego son otros.
Lo más grave
es que, a diferencia del coronavirus, este otro cuenta con mayoría de negacionistas.
Aunque la realidad, tozuda, nos devuelva una y otra vez que los problemas no se
solucionan y que cada vez más personas son expulsadas del camino en forma de exclusión
social, de sufrimiento o de pérdida de oportunidades.
Y el verdadero
drama es que tenemos vacunas, pero no queremos utilizarlas.
Compartiendo tu reflexión y admirando tu elegancia en su expresión se me queda corta para reflejar la situación actual. Y me voy a permitir usar la hipérbole como recurso expresivo para describir la actuación concretamente del IASS: genocidio de la exclusión y de una profesión, el trabajo social. Asi lo siento, y lo siento mucho.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Yo, en cuanto a la profesión, más que en genocidio pienso en términos de suicidio, pero son matices.
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