miércoles, 16 de mayo de 2012

Violencias


      Wang y yo hemos acudido a un curso sobre Familias Multiproblemáticas (por cierto, cada vez me gusta menos el nombre, tal vez lo explique en otra entrada) y, entre otras cosas hemos hablado de las diversas formas de violencia familiar, especialmente sobre los niños y sobre las mujeres. El profesor Juan Luis Linares, psiquiatra y psicólogo, defendía cómo las políticas y consiguientes intervenciones sobre esta violencia que se basan principalmente en medidas coercitivas o de control, están siendo ineficaces para solucionar el problema.
     Recordé otro seminario al que tuve la oportunidad de asistir, en el que el Juez Eduardo Cárdenas planteaba cómo intervenir en la violencia sin utilizar la violencia, y desarrollaba tesis parecidas.
    Mientras el ponente desarrollaba sus argumentaciones, fue interpelado por una de las asistentes al curso, que comenzó a discutir con vehemencia las ideas del profesor. Hasta ahí todo normal. Pero dentro de la vehemencia con las que la asistente intentaba rebatir la exposición, se le deslizaron varias argumentaciones en forma de acusaciones veladas a que ese modo de afrontar la violencia que se proponía en el curso no defendía ni consideraba a las víctimas. Obviamente el ponente se ofendió y surgió una discusión que por momentos fue desagradable. Naturalmente todo se encauzó y prosiguió el seminario, pero yo me quedé removido por el episodio, al que voy a definir como violento. ¿Quién agredió a quien? ¿Quién ofendió a quién?
     A mí me pareció que, mientras el profesor exponía sus argumentos de una manera muy adecuada y profesional la alumna los rebatía de forma descalificadora y emocional. Claro que puedo no estar siendo neutral. Principalmente por dos cuestiones: la primera porque me alineo claramente con las tesis del profesor y la segunda porque a mí me ha sucedido también episodios parecidos, en los que cuando expones para abordar algún problema una forma diferente a las "politicamente correctas" o "tecnicamente impuestas", eres acusado por alguien casi de colaboracionista con el problema.
     Me da la sensación de que en muchas ocasiones buscamos para la intervención social
en situaciones complejas recetas que orienten nuestra labor. El problema es que en la situación social e histórica actual estas recetas se convierten enseguida en dogmas a los que nos agarramos con firmeza y sobre los que construimos protocolos de intervención con los cuales nos sentimos seguros a la hora de actuar. Así, se va imponiendo una línea de "pensamiento único" en muchas situaciones que es difícil luego rebatir. Las instituciones se van convirtiendo poco a poco en totalitarias y terminan siendo ineficaces ante las problemáticas ante las que pretenden intervenir.
     Volviendo al tema de la violencia sobre los menores o sobre la mujer, encuentro en demasiadas ocasiones en las instituciones encargadas de proteger estas situaciones actitudes e ideas dogmáticas.   En el caso de las instituciones de protección al menor he experimentado también en primera persona lo difícil que es cuestionar sus actuaciones. El ponente del curso nos dio una clave que me ha llevado a entender alguna cosa a este respecto: este tipo de actuaciones son las encargadas de detentar un poder que antes era reservado solamente a Dios, el de dar y quitar hijos. Y semejante poder es difícil de asimilar.
      En el caso de las instituciones de protección a la mujer creo que se han mezclado durante mucho tiempo técnica y política. Es más, creo que la técnica se ha supeditado a la política y para mí eso explica este tipo de actitudes. Al final, no se interviene en una situación de malestar, más bien se está militando por unos ideales.
     Wang dice que está de acuerdo conmigo, pero no del todo. Le he pedido explicaciones y dice que había quedado para una ceremonia del té. ¡Será dogmático...!

   

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