Vaya por delante que no quiero herir la sensibilidad de nadie, pero estoy harto de los curanderos sociales. Gente sin ninguna formación, y a veces con ella, que se permite aconsejarte cómo resolver tal o cual problema social (tanto los globales como los individuales) al tiempo que te recrimina por qué no has aplicado esa solución tan evidente, que ellos han descubierto cual piedra filosofal y a tí te había pasado inadvertida.
No
sé a vosotros, pero a mí me pasa a menudo. Por mi lugar profesional ocupo una
posición compleja, en una intersección entre usuarios, políticos y población
general, así como entre diferentes instituciones tanto públicas como privadas,
que no siempre tienen los mismos intereses ni capacidades.
Armonizar
todo este entorno para una acción social eficaz ocupa gran parte de mi trabajo
y energías.
Cada
vez que nos enfrentamos en nuestro centro a una demanda o problema, (bien de
una familia, de una institución, de un grupo o de la comunidad en general),
abordamos un problema complejo, con muchas variables y sistemas implicados que
hay que analizar y diagnosticar con cuidado, para que la intervención tenga
sentido y se pueda lograr una solución eficaz al problema.
Ello,
naturalmente, requiere de un proceso en el que el tiempo y el diálogo van a ser
algo muy importantes.
Pues
bien, durante este proceso solemos encontrar con demasiada frecuencia voces que
comienzan a opinar cómo habría que resolver el problema. Yo les llamo curanderos.
Y como éstos para las cuestiones de salud, los curanderos son algo
muy dañino en lo social. Empeoran el problema y a veces sin remedio. Yo he
visto algunos destrozos de difícil recomposición.
En
ocasiones son gente con escasa o ninguna formación en cuestiones sociales (un político,
otros profesionales, algún vecino…). Suelen lanzar mensajes de forma
indiscriminada del tipo: “lo que habría que hacer es…” o “no sé por qué no se
ha hecho esto todavía…”.
Al
principio podría pensarse que sólo son gente bienintencionada que quieren
solucionar el problema. No os dejéis engañar. Los curanderos nunca son
altruistas. Persiguen sus propios intereses, no los de quien tiene el problema,
que en el fondo suelen importarles bastante poco. Si a los curanderos en
cuestiones de salud suele motivarles el dinero a éstos les suelen motivar otros
intereses: el poder, el prestigio, el saberse “buenos”…
Sabios como ninguno, a veces te derivan el problema con
el diagnóstico y la prescripción hechos, otras veces se limitan a criticar tu
intervención. Como los anteriores, no le motiva la resolución del problema,
aunque pudiera y pretendan parecerlo. Su motivación, además de las anteriores, suele
estar relacionada con el mantenimiento de su “statu quo” laboral o directamente
con el medro profesional. El colega, el problema y quien lo porta son
secundarios.
En el fondo, no son sino una
forma de intrusismo que difícilmente podemos combatir. Como muchos de los
parásitos, procuran pasar inadvertidos mientras van alimentándose y produciendo
sus efectos patógenos.
Wang, que conoce muy bien a los
curanderos, pues abundan en su país, me dice que si no se está preparado, son
muy difíciles de identificar y de distinguir de los profesionales útiles y honrados.
Y que lo digas, amigo, y que lo
digas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar.