Las teorías sobre la estratificación social pretenden explicar y representar la desigual distribución de los bienes, rentas y otros atributos socialmente valorados que se da en una sociedad determinada.
El otro día Wang me explicaba cómo en su país esta estratificación social era muy fuerte, con una sociedad dividida en, al menos, siete clases sociales, desde los poderosos funcionarios a las clases campesinas y proletarias pobres e intentábamos compararlas con las que podíamos identificar en España.
En cualquier caso, independientemente del país o comunidad a la que se apliquen, las distintas
teorías dividen a la sociedad en grupos de personas que comparten similares
atributos, ocupando por tanto un nivel parecido dentro de la escala social que
así se crea. Unas ponen el acento en las rentas, otras en la cultura, otras en
los bienes y servicios a los que se tiene acceso, otras en diferentes cuestiones
y rasgos como la edad, la raza o la religión… Y según dónde se puntúe se habla de castas, niveles sociales,
estatus social, clases sociales…
Todas estas
teorías y sus autores son de sobras conocidos por cualquier persona a la que le
interese medianamente la comprensión de la sociedad actual. No haré por ello un
resumen de las mismas, pues este blog tiene un carácter más divulgativo que
académico, pero sí señalo que en ellas
está enmarcado el concepto que intento transmitir.
Al igual que
la sociedad está estratificada los usuarios de servicios sociales también lo
están. En el caso de éstos últimos los estratos particulares estarían
determinados por el nivel de bienestar. Nivel de bienestar que no estaría
definido por la posesión o acceso a bienes y recursos, sino más bien en
términos convivenciales y relacionales.
Entendemos por
tanto que el objetivo de los servicios sociales sería posibilitar que sus
usuarios superasen su actual nivel de bienestar y accediesen a otro superior,
donde tendrían unas mejores condiciones vitales y un menor nivel de
sufrimiento.
Mi hipótesis,
elaborada en mis casi treinta años de ejercicio profesional, es que salvo en
contadas ocasiones, todas las prestaciones y servicios sociales que se
diseñan y se implementan no consiguen que las personas cambien de estrato. Sólo
producen en ellos ligeros cambios de nivel, pero siempre dentro del mismo
estrato de partida. Y cuando de modo excepcional lo consiguen, se trata de
accesos a niveles superiores no duraderos ni estables en el tiempo: tarde o
temprano la persona volverá a encontrarse en su estrato inicial.
Pareciera que en servicios sociales hemos tomado como guía la célebre frase de Augusto Murry:
"Si podéis curar, curad;
si no podéis curar, calmad;
si no podéis calmar, consolad."
y hemos convertido el consuelo en el único remedio que le ofrecemos a la mayoría de las situaciones de sufrimiento humano que encontramos.
En el fondo, es como si la
frontera entre cada estrato fuese infranqueable. Hay distintas explicaciones
para ello, desde las más psicológicas que ponen el acento en las dificultades
personales hasta las más sociológicas, que puntúan en los elementos de la
estructura social. Para mí, uno de los más relevantes es la falta de
coordinación entre las diferentes políticas sociales y el insuficiente
desarrollo de las mismas (de forma sangrante el de las políticas de vivienda y
de garantía de ingresos, con gravísimas deficiencias las de servicios sociales
y las de empleo, y con muchos problemas las de salud y las de educación).
Pero
de este análisis de las políticas sociales desde esta óptica nos ocuparemos en
otra entrada.
Buena entrada. Sí señor.
ResponderEliminarY lo peor es que la imagen social de nuestros servicios es precisamente esa. La de ocuparnos únicamente de malatender a los estratos más bajos... mientras nuestro discurso se llena de normalizaciones y universalidades como principios (en todas las leyes).
De vez en cuando tendremos que dejar de picar piedra y levantar la vista y darnos cuenta. Yo hoy levanté la vista hacia tu blog. :-)
Gracias por tu valoración, Luis. En cuanto a lo de las piedras, no sé qué pecado cometimos para andar condenados, como Sísifo,a cargar con esa pesada piedra hasta la cima de la montaña una y otra vez. En algún momento tendremos que abandonar la piedra y explorar otros caminos...
ResponderEliminarY la situación, más que nos pese, no parece que vaya a mejor. El horizonte es desolador.
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