“Claro que lo entiendo. ¡Hasta un niño de cuatro años sería capaz de entender esto!… Rápido, busque a un niño de cuatro años, a mí me parece chino.”
Esta famosa frase de Groucho Marx en la película "Sopa de Ganso" resume a mi entender con absoluta precisión lo que tendríamos que hacer como prioridad en servicios sociales. Construir un relato que sea capaz de entenderlo todo el mundo, (incluso los niños de cuatro años), en el cual la sociedad civil sepa con claridad a qué nos dedicamos y qué expectativas puede tener en la relación con nosotros.
Y en esto, otros sistemas nos llevan mucho adelantado porque, entre otras cosas, nosotros no hemos considerado que la construcción de este relato fuera importante, refugiados en un aparente pragmatismo y tal vez en la convicción de que nunca hemos tenido ni la claridad ni el consenso necesario para ello.
Hoy todo el mundo (hasta los niños más pequeños) sabe a qué se dedica el sistema sanitario e identifican inequivocamente las principales profesiones y figuras del mismo. Lo mismo cabe decir del sistema educativo, o de los menos desarrollados sistemas de vivienda, empleo y pensiones o garantía de ingresos, en los cuales su principal función, al menos teórica, podría ser identificada con claridad por cualquier persona, tenga o no contacto con dichos sistemas.
Pero no sucede los mismo con el Sistema de Servicios Sociales. Nuestra proverbial indefinición en cuanto al objeto propio del sistema y su indiferenciación respecto a lo que de otros sistemas sería propio pero no quieren hacer, ha construido un relato confuso y difuso, en el que tan pronto hablamos de bienestar social como de garantizar la subsistencia.
Y poco a poco, ante la ausencia de un relato propio, ha habido relatos que se han apoderado del espacio del sistema y le han ido dotando de una contenido tan poliédrico y confuso que dificulta su identificación.
Consensuar nuestro relato, hasta el punto de que un niño de cuatro años pudiera explicarlo, debería ser nuestro principal objetivo. Estoy convencido de que hasta que no lo hagamos, no podremos avanzar en la dirección adecuada.
Consensuar nuestro relato, hasta el punto de que un niño de cuatro años pudiera explicarlo, debería ser nuestro principal objetivo. Estoy convencido de que hasta que no lo hagamos, no podremos avanzar en la dirección adecuada.
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