lunes, 25 de noviembre de 2019

Tradiciones y sentimientos



Como cada año, los Bancos de Alimentos nos anuncian la llegada de la Navidad. Y aprovechando la proximidad de las fechas en las que, presumiblemente, todos andamos con el amor y la solidaridad a flor de piel, lanzan su campaña anual de recogida.

 


Ya he criticado en otras entradas este tipo de iniciativas, ancladas en prácticas benéfico-asistenciales y realizadas desde un paternalismo contrario a lo que algunos entendemos por justicia social. Si tenéis curiosidad, poner en el buscador del blog el término “alimentos” y os saldrán varias.

Esta vez, me abstendré de criticarlas. Llevo demasiado tiempo enfadado con este tipo de modelos y creo que no sirve de nada. Personalmente, estoy en fase de aceptación.

Creo que los Bancos de Alimentos, o cualquier otra forma de caridad o limosna, ocupan un papel fundamental. Y no me refiero al impacto en el bienestar de los beneficiarios, que considero mínimo, ni siquiera como apoyo a su supervivencia material. 

La principal función de estos Bancos se dirige no a sus beneficiarios, sino a sus promotores y colaboradores: les permite sentirse bien, sentir que hacen algo ante el sufrimiento de sus congéneres y, de esta manera, exorcizar un poco la culpa que todos podemos sentir ante el mantenimiento de la desigualdad y la injusticia.

En esa función digamos que el medio importa más que el resultado. Y así andan legiones de colaboradores, desde niños hasta personas mayores, recogiendo alimentos con los que están convencidos de que mejorarán la situación de alguna persona o familia que lo esté pasando mal.

¿Y quién puede luchar contra este sentimiento?

Las prácticas asistencialistas están ancladas en nuestra cultura de un modo tan arraigado que no hemos sido capaces de sustituirlas por otros más modernos y eficaces. Y parte del problema es que responden a esa necesidad de sentirnos bien de la que hablo.

Por ello el asistencialismo sigue impregnándolo todo, desde las iniciativas privadas hasta las políticas públicas. Porque muchas de las críticas que hacemos a los Bancos de Alimentos, podríamos hacerlas sobre nosotros mismos, sobre las prestaciones del Sistema Público de Servicios Sociales, en demasiadas ocasiones tan paternalistas y tan asistencialistas como aquellas.

El pragmatismo, el posibilismo, cuando no directamente la opción por esos modelos son los argumentos que se esgrimen para mantener un sistema y unas prestaciones ineficaces contra la exclusión social e ineficientes contra la pobreza.

Y es que el Sistema Público de Servicios Sociales ocupa en la Política Social un papel parecido al de los Bancos de Alimentos en la solidaridad social. Es el “chivo expiatorio”, (el “tonto útil” si lo preferís), que permite al resto de políticas públicas (vivienda, empleo, ingresos…) convivir con los grandes problemas sociales actuales con la ilusión de que alguien se ocupa al final de todo ello.

Aunque no sea cierto, porque, en el fondo, no es eso lo que importa.

9 comentarios:

  1. Cómo me ha gustado ¡¡¡ lleno de ilusión, de la buena, de ésa que te ciega del todo.
    Te leo con una reivindicación más intimista.

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    1. No sé que decirte, ultimamente no estoy especialmente ilusionado ni lo contrario. Un abrazo.

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  2. Bravo! Has dado en el clavo. Resulta esquizofrénico defender un sistema y ejecutar el contrario. Efectivamente es el chivo expiatorio de nuestros malestares. Nos permite mantener nuestro nivel de consumo y confort con gestos complacientes como colaborar con estas iniciativas benéficas.
    Gracias!

    Pau

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    1. Gracias a tí, Pau. Estoy de acuerdo. La esquizofrenia como metáfora resume gran parte de lo que hacemos. Un abrazo.

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  3. Es un gran análisis por su concreción aguda. Pero, lo de siempre:¿qué hacer? No te pido respuesta Pedro, ya bastante haces on dar en la Diana. He planteado esta cuestión a alumnas alguna vez (como lo que hacemos nos satisface en primer lugar a nosotras) y se escandalizaban. Por eso, lo más importante es lo que haces, analizar.

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    1. Gracias, Teresa. A mi modo de ver es importante que cualquier operador social esté adecuadamente formado, trabaje en equipo y tenga supervisión.
      Sólo así podremos impedir que las intervenciones respondan más a necesidades personales-emocionales del operador y no sirvan tanto a los destinatarios. Sé que es una utopía, pero creo que las intervenciones serían más profesionales y menos asistencialistas. Un abrazo.

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  4. No dejo de hacerme la pregunta ¿por qué existen los bancos de alimentos? Formularla es sencilla, responderla complejo.
    Primera lógica: porque hay personas que pasan hambre, porque hay empresas con excedentes alimentarios, porque hay personas que quieren ser solidarias... ¿Que función cumplen? Alimentar a las personas hasta que acceden a derechos subjetivos que garanticen la cobertura de sus necesidades básicas. Trabajo en una zona rural y en mi experiencia no es asi, como mucho algo de ayuda cada cierto tiempo que no alcanza para cubrir la necesidad. Pero una cosa es cierta su éxito es rotundo. Como tú estoy en fase de aceptación, pero aprovecho cualquier foro para apuntar los argumentos que señalo. Se levantan ampollas.
    En fin compañero, gracias por compartir

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    1. Gracias a tí por comentar. Yo discuto cada vez menos estas iniciativas. Tienen un componente emocional tan fuerte que cualquier abordaje desde la razón es rechazado y genera en muchas ocasiones, efectos contrarios. Saludos.

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  5. Completamente de acuerdo, Pedro. Ojalá se aceptará la supervision como algo absolutamente necesario para trabajar con distancia y autoconocimiento. Pero se vive de forma persecutoria.

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