Wang y yo acabamos de volver del funeral de nuestro querido Sistema Público de Servicios Sociales, el cual, como habéis podido leer en mi última entrada, falleció hace sólo unos días. Os resumo algunos de los comentarios y conversaciones que circulaban entre las pocas personas que acudimos al acto.
La autopsia (1890) de Enrique Simonet |
Si tuviera que elegir una
fecha de nacimiento para el Sistema de Servicios Sociales, ésta sería la de la
publicación de la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del
Régimen Local, que determinaba a las corporaciones locales como las competentes
en cuanto a la prestación de servicios sociales.
Sé que hubo cosas antes y después, pero esta norma me parece la de más rango de entre todas aquellas que sentaron las bases de una estructuración del sistema a lo largo de todo el estado y que sirvió para que en 1988 pudiesen firmarse los Convenios con las Comunidades Autónomas que darían contenido al Plan Concertado, con el cual el Sistema comenzaría a dar sus primeros pasos firmes.
Sé que hubo cosas antes y después, pero esta norma me parece la de más rango de entre todas aquellas que sentaron las bases de una estructuración del sistema a lo largo de todo el estado y que sirvió para que en 1988 pudiesen firmarse los Convenios con las Comunidades Autónomas que darían contenido al Plan Concertado, con el cual el Sistema comenzaría a dar sus primeros pasos firmes.
Así que ya tenemos las fechas en
las que vivió el Sistema. Desde la fecha de la publicación de la Ley 7/1985, el
23 de abril de 1985, hasta la fecha de publicación del Decreto que estructura
los departamentos ministeriales del Gobierno de la XIV legislatura de España, el
12 de enero de 2020, auténtico Certificado de Defunción del Sistema.
Si no me fallan las cuentas 34
años y 8 meses. Murió bastante joven nuestro Sistema Público de Servicios
Sociales, pero es que andaba muy malito desde hace ya bastantes años.
Acordes a los tiempos
neoliberales que nos envuelven y en la época postmoderna en que vivimos, lo que
sustituirá a nuestro Sistema serán toda una serie de iniciativas y actuaciones
descoordinadas y parciales que, aunque se quieran adornar con diferentes grados
de planificación tendrán más de reactivo que otra cosa.
Será (lo que va a sustituir al
anterior sistema) algo más acorde con estos tiempos modernos y líquidos, en
terminología de Bauman. Algo sin estructuras sólidas, flexible, cambiante y
etéreo, provisional y en último término incapaz de modificar profundamente las
cosas.
Es la misma enfermedad de la que
murió el Sistema. Incapaz de adaptarse a estos nuevos tiempos, con sus
estructuras anquilosadas, pensando que durarían para siempre. Intentaba
construir su solidez en un mundo que ya se ha vuelto fugaz y llegó un momento
en que no pudo sostenerse más.
Pobre… Incluso murió reclamando
una Ley General de Servicios Sociales, que le ayudara a encontrar un espacio
propio y seguro. No comprendió que hoy el mundo está lleno de sinergias y
confluencias que no es necesario regular demasiado, pues pierden la
espontaneidad y las oportunidades.
En sus últimos delirios estaba
preocupado por cosas tan anticuadas como ratios de personal, equipamientos
físicos, equipos encargados de desarrollar planes, programas y prestaciones.
Reclamaba aclarar funciones profesionales, relaciones entre sistemas… Todo un
disparate, seguramente motivado por la fiebre.
Llegó incluso a manifestar que
debería desarrollar sus funciones mediante gestión pública y directa. ¡Fijaos
si estaba mal! ¡Pensar eso en estos tiempos!
Luego, claro, no se cuidó
demasiado. Es algo que le ocurre frecuentemente a los que se ocupan de cuidar a
los demás. Que se descuidan. Nadie se ocupó de él, además. Cada vez se le exigían
más funciones, se le encargaban más tareas, se le obligaba a desarrollarlas en
cada vez peor condiciones normativas y organizativas. Y se le exigía que
recogiese los deshechos que otros expulsaban, incluso que se ocupase de su
adecuado tratamiento.
Todo eso tampoco ayudó.
Y llegó su final. Su funeral no
ha sido muy numeroso. En el fondo, se había hecho tan prescindible que poca
gente lo echará en falta.
Descanse en paz.
Como Trabajadora Social pienso en la necesidad que tenemos de decir presente en el lugar de trabajo, no solo hacer lo que sabemos, debemos reflexionar si lo que esta hecho, lo que hicimos lleva el sello de trabajo social y que no se nos arrebate el derecho a ser reconocidos cómo profesionales valiosos, que, si nos lo permiten, nos dan herramientas,y el espacio, contribuiremos a construir un mundo más agradable a los ojos y al alma
ResponderEliminarTienes razón en lo que dices sobre la reflexión. A veces hemos hecho demasiadas cosas sin pararnos a pensar lo suficiente. Saludos.
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