Uno de los mitos que desde hace un tiempo se repite frecuentemente en nuestra profesión es que hemos abandonado el Trabajo Social Comunitario en aras de un Trabajo Social “de despacho” y que recuperar ese espacio es la única manera de hacer un Trabajo Social “de verdad”.
En muchas de las formulaciones de este mito se confunden tanto los niveles de intervención, equiparando por ejemplo el Trabajo Social Grupal con el Comunitario, o se mezclan indiferenciadamente técnicas con modelos de intervención. Pero más allá de eso el argumento viene a señalar que ese fenómeno de encerrarse en los despachos abandonando el trabajo comunitario ha sucedido por voluntad de los profesionales y que revertirlo es decisión y responsabilidad de los mismos.
Siempre que oigo el argumento me parece algo simplista, además de contener una atribución individual de lo que a mi juicio es un fenómeno de responsabilidad colectiva bastante más complejo.
Admitiendo el fenómeno del retroceso en la intervención comunitaria, comenzaré por decir que no es algo exclusivo de nuestro Sistema de Servicios Sociales. En Educación, por ejemplo, las Escuelas o Centros Educativos están cada vez más cerrados en sí mismos, mirando para otro lado respecto a la comunidad, el barrio o el pueblo en el que se insertan. El profesor, el aula y la transmisión de conocimientos que en ella se pretende constituyen la única realidad importante. La participación de las familias es instrumental y programas de prevención comunitaria escasos e inefectivos. Hay honrosas excepciones, claro, pero es una tendencia.
La misma que vengo detectando en Sanidad hace mucho tiempo. El principal eje y casi único es la consulta, médico y paciente en torno a la enfermedad. La educación para la salud, escasa e individualizada. La prevención o los problemas de salud pública, raramente abordados. Los Consejos de Salud, dormitando el sueño de una participación comunitaria tan utópica como hipotética.
Se trata por tanto a mi juicio de un fenómeno más global que lo que se pretende y más complejo que lo que se define, con muchas más variables intervinientes que la voluntad de los profesionales.
Analizar en profundidad este fenómeno global que describo excede mi capacidad y mi competencia pero señalaré que creo que la clave para explicarlo está en la deriva individualista que tantas veces he denunciado. Una sociedad, unas comunidades, cada vez más atomizadas y con cada vez menor sentimiento de pertenencia. Unos políticos inclinados a lo particular, lo rápido y efímero más que a lo colectivo, planificado y a largo plazo. Y unos técnicos incapaces de revertir las presiones que para el diseño del trabajo y las organizaciones reclaman las primeras y diseñan los segundos.
He contado esta anécdota muchas veces. En mis primeros pasos profesionales realicé mucho trabajo
comunitario con largas jornadas y un número ingente de procesos en marcha, reuniones y contactos. Todo estaba por construir y se asumía con normalidad. Y hete aquí, que el responsable político de turno comenzó a reprocharnos que estábamos poco en el despacho y mucho en “la calle”. Argumentaba que había personas que acudían a hablar con nosotros y siempre “estábamos reunidos” en otro sitio. Cuando reorganizábamos el trabajo y planteamos mayor presencia en el despacho el siguiente responsable político (incluso a veces el mismo) volvía a quejarse, esta vez de lo mucho que estábamos en el despacho y poco en “la calle”.
Entonces ya aprendí varias cosas. Que a los políticos hay que hacerles el caso justo. Que un Trabajo Social responsable y transformador se puede hacer en cualquier contexto. Y que el Trabajo Comunitario requiere equipos especializados con dedicación exclusiva.
Creo que eso que se llama “encerrarse en el despacho”, y que oigo con frecuencia como crítica y reproche a nuestra profesión, es algo que deberíamos analizar con más profundidad. Porque ni en los despachos ni en la calle se guarda la quintaesencia del Trabajo Social.
Por más que haya quien todavía crea en ella y se empeñe en buscarla.
Me sorprende cómo finalizas el artículo. Dónde está, pues, la parte más profunda del Trabajo Social, sino está en los despachos y la calle?
ResponderEliminarGracias por tu comentario. No creo en quintaesencias ni en que haya una parte más profunda del Trabajo Social que haya que buscar, pero si estuviera en algún sitio la encontraríamos en profesionales que desarrollan su labor con criterio y compromiso, más allá del contexto en el que lo hagan. Saludos.
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