jueves, 15 de abril de 2021

Wang se vacuna (o por qué llamamos problemas sociales a las dificultades económicas)

Pues sí. Mi amigo acaba de ser vacunado. No sé si ha sido por su condición de filósofo docente o por su avanzada (y por otra parte misteriosa) edad. Lo que sí está claro es que, afortunadamente para él, no pertenece al Sistema de Servicios Sociales, a cuyos profesionales se nos excluye de los planes de vacunación.

Ya denuncié en esta entrada "Vacunas y desconfirmación" dicha situación, así que no reiteraré mis argumentos para denunciar lo que me parece un auténtico menosprecio e insulto a los profesionales del Sistema. Al menos, en ciertos lugares, pues en algunas Comunidades Autónomas sí se les está vacunando, incluyéndolos dentro de las profesiones esenciales a proteger.

Lo que sí quiero es reflexionar un poco sobre las posibles razones para que se esté cometiendo semejante felonía con nuestro Sistema, si bien como digo no de modo generalizado en todo el territorio español.

Comenzaremos por el principal encargo social que se impone a nuestro Sistema y que, por acción u omisión, hemos asumido como natural, relegando a lugares residuales otros posibles desarrollos y funciones. Se trata de la atención a los pobres.

De facto, se ha definido un modelo en el que a los sectores de población empobrecidos no se les atiende por el conjunto de la política social, sino a través del sistema de Servicios Sociales, que se constituye así como puerta de entrada (trasera, claro) de dicha población a las posibles e hipotéticas prestaciones y servicios del resto de sistemas, permitiendo que estos no tengan que diseñar respuestas específicas para la misma. O pueden hacerlo de una forma  insuficiente y priorizando elementos como el control o la rentabilidad económica sobre la funcion de ayuda.

Y es que, desengañémonos. A los pobres no los quiere nadie. No les importan a nadie. Algunos son feos y huelen mal. Otros son vagos y aprovechados, van mal vestidos, son violentos, beben y se drogan, son ignorantes, no saben utilizar las tecnologías... Si son educados y se comportan bien, tal vez sean dignos de compasión o conmiseración, pero no son sujetos de derechos, pues en el fondo se considera que no los merecen.

Porque los pobres, sin excepción, se encuentran en su situación por su culpa. Algo habrán hecho para ser pobres. 

La pobreza, por tanto, es fea e indigna y es mejor que se atienda sólo en Servicios Sociales. Por tanto, ¿para qué vacunar y proteger a los profesionales que atienden a los pobres? Si los pobres no importan, el Sistema que les atiende tampoco.

Además, ¿cómo hay que atender a los pobres? Es decir, ¿qué tiene que hacer el Sistema de Servicios Sociales con ellos?

Aquí viene el segundo encargo social, que al igual que el primero, hemos asumido sin apenas oposición. Y es que es de perogrullo, pero a los pobres lo único que hay que hacer con ellos es darles dinero, ¿no? Ya hablé de ello en una vieja entrada "Las leyes de Newton y la atención a la pobreza", para explicar la función del dinero en esta política social.

La principal demanda que recibe el sistema es ésta. Dinero. Para pagar las facturas, para alimentar a la familia, para pagar el alquiler, para comprar unas gafas o una lavadora... 

Y a eso se dedica por tanto la mayoría de las energías del Sistema de Servicios Sociales. A desarrollar y gestionar prestaciones económicas propias para hacer llegar ese dinero a las personas y familias que lo necesitan o para resolver los múltiples obstáculos que se encuentran en el acceso a las prestaciones de otros sistemas.

Puede parecer una caricatura, pero en el imaginario popular y político general en nuestro país el Sistema de Servicios Sociales está compuesto de profesionales dedicados a la tramitación de prestaciones económicas para los pobres. Por tanto otra razón más para no vacunarles: ¿qué riesgo sanitario hay en tramitar papeles y resolver la burocracia de las prestaciones?

En el sistema que estoy describiendo hemos normalizado llamar problema social a lo que no es sino la simple falta de ingresos y en esa excusa hemos encontrado los argumentos para que el Sistema de Servicios Sociales (que se ocupa de los problemas sociales, ¿no?) se dedique a realizar una exigua transferencia de rentas hacia los sectores más empobrecidos. Que sea cara, ineficaz y naturalmente insuficiente dicha transferencia, (que todos sabemos que podría hacerse de otra manera), es irrelevante. Ya hemos dejado claro que los pobres no importan.

Por cierto, a Wang le ha sentado muy bien la vacuna. Y eso que andaba un poco preocupado, el pobre...

 

6 comentarios:

  1. Qué panorama, Pedro, casi dan ganas de esconder la cabeza, como el avestruz. Chelo pardo.

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  2. ¿Podemos compatibilizar ese encargo con otras funciones como la protección y desarrollo personal? Sí, es posible, aunque complejo.

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    1. ¿Se puede soplar y sorber a la vez? ¿Silbar con la lengua fuera? No lo sé. Personalmente no puedo.

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  3. Es más que fuerte todo lo que dices y como lo dices. ¡Qué lástima de país!

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  4. Pero felicidades porque muedtras el enfado necesario psra syudarnos a cambiar. O eso espero. Y deseo, un despertar en la profesión. Porque... ¡ya está bien!

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    1. Sí, Teresa. Ojalá encontremos el camino para revertir esta deriva. Seguir los pasos de maestras como tú es imprescindible. Un abrazo.

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Gracias por comentar.