lunes, 8 de mayo de 2017

Pequeñeces



Desde la pequeña ventana con la que analizo el mundo sé de sobras que mis reflexiones son a menudo erradas y no pueden generalizarse. Hablo siempre desde las sensaciones que me proporciona mi experiencia y mi práctica profesional, y aunque sé que en ellas hay cuestiones que son generalizables, no es menos cierto que se trata de una limitada y pobre (por escasa) porción de la realidad.


Saturno, de Rubens.
Naturalmente, procuro estar al tanto de las teorías y estudios que se publican o aparecen sobre los diferentes aspectos de la realidad social que contemplo, así como de las experiencias y prácticas que otros profesionales deciden compartir. Todo ello me da alguna clave de lectura para discernir y discriminar las tendencias que me parecen importantes, aunque sé que mis diagnósticos en estos terrenos no pasan de ser opiniones tan fundamentadas como discutibles.

Así pues, con todas las reservas y cautelas que mi pequeña condición me proporciona, paso a señalar una de esas tendencias.

Se trata de la situación actual de la infancia y de la adolescencia en nuestro país. Y más concretamente, de la situación de violencia que esta infancia está sufriendo. Y no me refiero al insoportable y escandaloso índice de pobreza infantil, una agresión de proporciones indignas para cualquier país que quiera denominarse como desarrollado. Hablo de una violencia mucho más cercana, tan dañina o más que la anterior y que, aunque influida por ésta, no deja de ser una realidad diferente y separada de la misma.

Hay demasiados niños, niñas y adolescentes que no están siendo bien tratados en sus familias. Y es una apreciación independiente del espectro socioeconómico en que se encuentre dicha familia. En todos los niveles encuentro niños absolutamente cosificados por los adultos, que no son mirados como individuos diferentes, sino como instrumentos al servicio de las necesidades emocionales de esos adultos.

A estos niños se les alimenta y se les proporciona cobijo. Cualquier observador externo diría que se les cuida. Se les proporciona actividades de ocio, se les da educación… Se les atiende, pero sólo en apariencia.

Creo que el mundo adulto está demasiado atribulado y va demasiado rápido, atropellando a la infancia a su paso. Las verdaderas necesidades emocionales de estos niños y niñas no son cubiertas, pero intentan ser compensadas con otras, habitualmente materiales y en ocasiones de una forma tan despreocupada como desorganizada y exagerada.

En otras ocasiones, este mundo adulto tiene graves carencias cuya satisfacción se exige y se espera que proporcionen esos niños y niñas, en una tarea tan injusta como imposible.

Desde ambas posiciones estos niños verán cómo sus necesidades reales no son cubiertas, pero de una manera tan confusa y negada que difícilmente identificarán. Pero sí sufrirán.

Sufrimiento que expresarán mediante diversos problemas, habitualmente de comportamiento, que los introducirán en unos círculos cada vez más perversos de desatención y maltrato. En ocasiones serán acallados mediante medicación. En otras serán tildados de niños tiranos o desagradecidos, en una curiosa forma de revictimización e invirtiendo el papel de víctimas (lo que son) por el de verdugos (de lo que se les acusa). En demasiadas veces el comportamiento será controlado con violencia, de mayor o menor nivel de intensidad, pero siempre violenta.

A mi juicio, se trata de una auténtica epidemia. Niños no mirados, no reconocidos, no guiados. Confusos, sufrientes, culpados, dolientes, anestesiados. Y es una epidemia no reconocida, pues siempre es negada esta realidad. ¡Cómo puedes siquiera insinuar que no trato bien a mis hijos!

Todo el mundo, todas las familias, todos los padres dirán lo mucho que quieren a sus hijos. Pero para amar, no basta querer hacerlo. Hace falta saber. Y hace falta poder.

Hay padres que no quieren a sus hijos. De éstos, la gran mayoría quieren o quisieran quererlos, pero no saben, o no pueden hacerlo.

Las funciones que conlleva el amor a los hijos son algo complejo. Por un lado todas las funciones nutricias, como el reconocimiento, la filiación y el afecto, necesarias para crecer. Por otro, todas  las funciones que tienen que ver con la socialización, los límites y las habilidades relacionales, imprescindibles para encontrarnos con otros y convivir en sociedad. Y todas ellas en un entorno de seguridad, protección y cuidado.

Desarrollar todas estas funciones sobrepasa la capacidad de muchos padres y, en diversos grados y matices, encontramos en ellos posturas dentro del contínuo del maltrato: desde el más sutil (pongo por caso, la sobreprotección) hasta la más cruda de las agresiones físicas. Y en este contínuo un común denominador: el niño o la niña no importa en sí, sino en función de las necesidades del adulto. Y otro: la negación.

No quiero decir con esto que toda la infancia esté siendo maltratada. Pero sí un alto porcentaje de la misma. Mucho más de lo que pensamos. Mucho más de lo que nos atrevemos a reconocer. Mucho más.

Pero, como en tantas otras cuestiones… preferimos mirar a otro lado. Lo contrario sería afrontar nuestras miserias y quedar al desnudo con nuestra ignominia.

8 comentarios:

  1. Excelente Pedro. Comparto linea por línea tus reflexiones. En mi práctica cotidiana estas son las situaciones que mayor ansiedad nos producen por la cantidad de problemas técnicos y éticos que nos plantean. Cómo acercarnos a estas familias dominadas por las relaciones tóxicas de los adultos? Cómo vencer sus resistencias?, Cómo hacerles ver que su hijo/a no es un instrumento para resolver sus frustraciones o sus deficiencias?. Estos son los nuevos desafíos del Trabajo social y esta muy bien que los pongas sobre la mesa. Un saludo

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    1. Tienes razón, y a esa complejidad ética y técnica se le añade la estructura de un Sistema de Servicios Sociales que no está preparado para asumir esa función. Saludos y gracias por comentar.

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  2. Me ha sobrecogido mucho tu reflexion Pedro, porque al leerla, he puesto caras y nombres, gracias por compartirla. Podria ahondar en razones que se me ocurren para que las familias actuen asi, pero creo que no tiene sentido, al final son l@s peques y adolescentes quienes se convierten en consecuencias.Lo que esta claro es que desde SS.SS. es muy complejo modificar esta situacion ya que no depende solo de ellos, Tiene raices mas profundas que es donde deberiamos trabajar y aportar.

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  3. Bueno, Mónica, la complejidad es algo inherente a los temas que tratamos. Pero este es uno al que deberíamos prestar especial atención en Servicios sociales y creo que no se está haciendo. Saludos.

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  4. Excelente. Gracias por poner palabras a lo que tantas veces me causa dolor. Ver maltrato en tantas familias y no poder decir nada. Al menos desde servicios sociales puedes decirlo, trabajarlo, mejorar algo la toma de conciencia de aquello que nadie quiere ver. Siempre he pensado que debería haber un equipo de trabajo social en cada centro comercial. Se detectarían tantos y tantos casos...otra cosa es el sistema de protección a la infancia. Punto y aparte. Eso daría para mucho más. Un abrazo y gracias

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    1. Efectivamente es un tema doloroso de presenciar, pues es de dificil abordaje y mucho más cuando, como digo, el sistema ni sus profesionales estamos demasiado preparados para hacerlo, ni contamos con la colaboración de profesionales de otros sistemas. Con respecto al Trabajo social en los centros comerciales... es una idea interesante para pensar.
      Gracias a tí por comentar.

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  5. Gracias Pedro, últimamente sigo tus reflexiones con interés, para "tomar el pulso" a la realidad de los servicios sociales, algo muy necesario para una trabajadora social jubilada de la administración pública, pero no de la profesión, un hilo conductor muy potente en mi vida.
    Me he mantenido discretamente, y hoy me animo a compartir tu reflexión con otrxs colegas y amigxs preocupados por el mismo fenómeno social aunque de diferente manera.
    Muchas gracias y un saludo,
    Maite Esnaola

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    1. Pues gracias a tí, Maite, por salir de tu discreta presencia y comentar y compartir mi entrada, así como por el interés con el que sigues mi visión sobre la realidad de los servicios sociales, visión que, como digo en la entrada, es muy parcial y pequeña. Saludos.

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Gracias por comentar.