jueves, 15 de octubre de 2020

Diario de guerra

Ya he comentado en alguna ocasión que no me entusiasman las metáforas bélicas, pero como no encuentro otra que defina mejor la situación por la que estamos pasando como sociedad, traicionaré mis principios para reflexionar sobre la misma.

Lamentablemente, no es una guerra del estado y la sociedad civil contra el virus. ¡Ojalá! Pero más que el enemigo a batir, tengo la sensación de que este virus se ha convertido en la munición, las balas que distintos grupos y sectores están utilizando unos contra otros.

Como es lógico a mayor enfrentamiento y batallas, más balas. Lo que explica el desbocado incremento del virus, liderados por unos representantes políticos dedicados más al ataque y descrédito mutuos que a la negociación y consenso sobre las medidas necesarias para controlar el virus y sus repercusiones sociales, en especial sobre los sectores más vulnerables de la misma.

En el contexto de narcisismo individualista que nos invade, en terminología de Gilles Lipovetsky, es difícil que como sociedad encontremos los mecanismos de cooperación necesarios para que esta crisis se salde con el menor número posible de bajas y daños.

La consagración del indivíduo como la medida de todas las cosas o las llamadas a la libertad individual (y su contraparte la responsabilidad), son malos instrumentos para un virus que nos desafía como sociedad, no de forma aislada o personal.

Es una nueva forma de algo que tenemos muy arraigado: la atribución individual sobre las problemáticas estructurales. Si te contagias, es que algo has hecho mal, no te has protegido lo suficiente o has sido un ser insolidario que ha preferido la diversión o el contacto personal al aislamiento inmisericorde que se está convirtiendo en la principal receta contra el virus.

Con los líderes políticos dedicados a sus batallitas personales y con una sociedad en la que han arraigado con fuerza esos valores individualistas, va a ser imposible que el virus, con todo el dolor que causa, no nos domine durante mucho tiempo.

Del mismo modo que no vamos a poder proteger a los sectores más vulnerables de los efectos de esta crisis. 

El mensaje es claro: "si tienes problemas, es por tu culpa. Tal vez no hayas sido lo suficientemente previsor o tal vez hayas tenido actitudes negligentes respecto al trabajo o la familia. En cualquier caso, tú sabrás cómo te las arreglas." 

En esta guerra hay muchas batallas, y una de ellas es la de los poderosos contra los vulnerables.

Naturalmente, son los primeros quienes legislan y organizan. Y han instaurado su ley: "salvese quien pueda". Así, bajo ella andan los vulnerables, culpados, condenados a sobrevivir entre las migajas que el Estado les condena a rebuscar entre unos Servicios Sociales asistencialistas, burocratizados y llenos de trampas y unas ONGs tan graciables como estigmatizadoras.

Creo que no queda otra que esperar a que la guerra pase y ver entonces qué podemos rescatar de los escombros.

3 comentarios:

  1. Hola, Pedro:
    Un análisis bastante certero, pero al paso que vamos, ¿nos quedará algo qué rescatar?. En estos momentos, con las políticas que se está haciendo, tengo bastantes dudas, pero también es verdad, que estamos bastante acostumbrados a esta forma de actuar, a mí no me sorprende, pero me siguen indignando.
    Un abrazo. Cheli

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    1. Tienes razón, tal vez haya poco que rescatar, lo cual puede ser una oportunidad para construir algo nuevo. Veremos. Un abrazo.

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  2. https://blog.pacoherreroazorin.com/2020/04/lo-belico-y-lo-colateral-victimizacion.html sobre lo bélico y lo social, el individuo como víctima y verdugo. Gracias por el artículo.

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