Tener a Wang
de consejero es algo extraño. A veces pienso que, como es chino, no entiende de
verdad nuestra cultura y sus orientaciones me parecen auténticas sandeces. En
otras, me sorprendo de su acertada visión y de sus afiladas opiniones. La mayoría
de las veces me fío de él y le hago caso, pues he aprendido que suele tener razón.
El otro día me
explicaba que según el calendario chino estamos en el año del Dragón, que
comenzó el 23 de enero y durará hasta el 9 de febrero de 2013. Me
contaba que en Oriente el Dragón es considerado una criatura mágica, un ser
mitológico. Es un símbolo de buena fortuna y poseedor de un gran poder. Para
los chinos es un buen año, e incluso estadísticamente, en los años de
dragón hay más nacimientos, pues es normal que los padres prefieran esperar un
año para tener el hijo en el signo del dragón.
Por mi parte
le planteaba la paradoja de que, estando en un año tan propicio y positivo,
estemos viviendo unos meses tan convulsos y confusos, donde la crisis nos está
golpeando con tanta injusticia. Entonces Wang me contó la siguiente historia:
Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y cómo las cosas le
resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer
para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba
un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su
lugar de trabajo. Allí
llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En
una colocó zanahorias, en otra colocó huevos
y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.
La hija esperó impacientemente,
preguntándose qué estaría haciendo
su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego.
Sacó las zanahorias y las
colocó en un recipiente. Sacó los huevos y los colocó en otro. Coló el café y
lo puso en un tercer recipiente.
Mirando a su hija le dijo:
"Querida, ¿qué ves?". "Zanahorias,
huevos y café", fue su respuesta.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias.
Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y
lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió
que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
Humildemente la hija preguntó:
"¿Qué significa esto,
padre?". Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: ¡agua hirviendo!,
pero habían reaccionado en forma diferente.
La zanahoria llegó al agua
siendo fuerte y dura. Pero después
de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer.
El huevo había llegado al agua
siendo frágil. Su cáscara fina
protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
Los granos de café sin embargo
eran únicos. Después de
estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.
"¿Cual eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?. ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?" (*)
No sé muy bien porqué, pero saber que estamos en el año del Dragón y esta historia que me contó Wang han hecho que ande estos días de mejor humor.
Pedro. Me parece una entrada estupenda. Enhorabuena
ResponderEliminarMás vale que nos vayamos poniendo de buen humor, porque desde fuera no nos va a ayudar mucho, creo yo...
ResponderEliminarHacer de la necesidad virtud es un dicho que se ha utilizado infinidad de veces, pero que en los tiempos que corremos se hace más necesario que nunca, dicho lo cual, esta visión del café me ha parecido muchísimo más apropiado: si el entorno no es propicio, cámbialo!
En eso estamos (pero en vez de color café, vamos a por el color naranja, que es más refrescante...)