sábado, 21 de julio de 2012

Cuentos chinos

    Además de los que me cuenta Wang, hay otro tipo de cuentos chinos. Un cuento chino se define por la RAE como embuste, es decir, una mentira disfrazada de artificios. No son por tanto simples engaños o sencillas trampas, sino construidas e ingeniosas historias urdidas para disimular la realidad. 
     Ayer por la noche, mientras cenábamos juntos por primera vez tras las vacaciones y le ponía al día de los últimos acontecimientos "recorteriles", hablaba con mi amigo y mentor sobre el montón de cuentos chinos que nos están contando últimamente nuestros gobernantes para justificar sus injustificables decisiones, y sobre si somos capaces o no de identificarlos todos. 
   En especial, le decía, hay unos cuentos que me resultan especialmente dolorosos, y son aquellos mediante los que los políticos nos intentan argumentar sus recortes en los servicios públicos de protección social.
  Dentro del imaginario neoliberal que nos invade, los servicios públicos son tildados de ineficaces, supérfluos y directamente prescindibles, utilizando para ello argumentos que no se sostienen a poco que se tenga un poco de información. Racionalizar, por ejemplo, es el cuento chino con el que se disfraza el verbo recortar. "Vamos a ser más eficaces y eficientes" es el cuento chino con el que se intenta ocultar que lo que van a hacer de verdad es privatizar servicios públicos y dejarnos a todos más pobres y con menos derechos.   
   Y no deja de ser una paradoja que quienes están planteando todo esto se definan como políticos. Al fin y al cabo la política, también según la RAE, es la actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. A este paso se van a quedar sin nada que regir.
   Wang, que a veces se pone radical (no en vano formó parte de los Tai-Ping, los sanguinarios rebeldes en la insurrección de Shanghai contra los manchues) me planteaba una propuesta.
    Segun él, deberíamos prohibir a los políticos que nos gobiernan el uso de ningún sistema de protección social que no sea público.  En sanidad, educación, servicios sociales, y hasta en seguridad. Si se ponen malitos ellos o sus familiares cercanos, que tengan que ir al Centro de Salud de su barrio o su pueblo. Si tienen que escolarizar a sus hijos, naturalmente, al Colegio que se les asigne según su domicilio o trabajo. Si algún familiar tiene problemas de autonomía, que solicite en su Centro de Servicios Sociales la valoración y servicios que la Ley de Dependencia (o lo que queda de ella)prescribe. Les quedarían vetados el acceso a cualquier hospital, médico, educación o servicio social privado, siendo incompatible el acceso a éstos con el ejercicio de la política a cualquier nivel, desde los más altos cargos de la nación hasta el último concejal del pueblo más pequeño. Entonces cambiarían las cosas, sentenciaba Wang.
    Calmada la vena insurrecta de mi amigo y de vuelta a su calmado ejercicio de filósofo, me decía que tal vez pudiera hacerse (ahora que los bancos lo han puesto de moda con eso de la dación en pago), como en una  especie de pacto, en el que los políticos que quisieran se comprometieran a ello. Ello permitiría que se viera claramente quien es quien, con qué intereses gestiona o pretende gobernar lo público. Sería algo así como un compromiso de buenas prácticas.
    Yo no tengo tan claro que algo así pueda hacerse, pero sí me parece que, o se hacen cosas parecidas, o la política se va a convertir toda ella en un cuento chino. 

1 comentario:

  1. Pobrete... Las vacaciones le han sentado demasiado bien a tu amigo Wang.
    De hecho, creo que tanto tiempo sin conexión con la realidad le ha producido un subidón de ingenuidad...
    Dile de mi parte que tarde un poco en perderlo, es tan mono...

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Gracias por comentar.