Con motivo del revuelo causado por los
atentados yihadistas en París, a nuestro Gobierno, encabezado por el pío Jorge
Fernández Díaz, Ministro del Interior, se le ha ocurrido poner en marcha el
Plan Nacional de Lucha contra la Radicalización Violenta
Islamista, una especie de Plan de choque contra la Yihad…
Al parecer este Plan llevaba
varios años elaborándose, pero como para este Gobierno la proactividad es un
concepto desconocido, prefieren actuar reactivamente y, tras los atentados de
París, deciden poner en marcha este Plan. Podéis consultar aquí
o aquí
la noticia. Es
“la hora de la acción”, parece que ha manifestado el ministro. Eso necesitamos.
Hombres de acción como él.
La verdad que este tipo de
planes no suelen llamar mucho mi atención. La mayoría de las ocasiones no son
sino operaciones de maquillaje con las que los gobernantes pretenden dar la
impresión que se ocupan con eficacia de un asunto del cual, en el fondo, o bien
no tienen ningún interés en ocuparse, o bien no tienen ni idea de cómo hacerlo.
Pero en este caso, sí ha
llamado mi atención. Lo ha hecho porque entre sus medidas plantean que los
trabajadores sociales (junto a médicos y profesores) estén atentos a detectar
los síntomas de radicalismo entre los musulmanes.
Otros compañeros de la
Blogotsfera, como Eladio, (enlace) también ha comentado esta noticia y de modo más general,
Nacho (enlace) hace unas sugerentes reflexiones sobre la relación entre el hecho
religioso y el Trabajo Social. Os invito a consultar sus entradas, si no lo habéis
hecho ya.
Por mi parte, no conozco en
profundidad el Plan del ministro (como os digo, me dan una pereza este tipo de
planes...), pero el oportunismo del momento elegido para su puesta en marcha
(ya veremos...), me hace pensar en su ineficacia, pues creo que el diagnóstico
del que parte está errado y las medidas que proponen no van a servir para nada.
Transcribo a continuación lo que
la noticia dice sobre el objetivo del Plan y algunas de sus medidas:
"El objetivo del plan es «establecer estructuras operativas y
administrativas específicas» para «crear cauces fluidos de intercambio de
información» entre las distintas administraciones y también con la sociedad
civil para poder «intervenir (…) desde todos los ámbitos» cuando se detecten
«manifestaciones de radicalidad o violencia extremista», reza el resumen. De la
coordinación de todos estos actores se encargará Interior a través de una
«estructura interministerial». Barrios o distritos con fuerte concentración de
población musulmana son los «escenarios principales» en los que se luchará
contra la
radicalización. De ahí la necesidad de «diseñar un
intercambio específico de información» entre los ayuntamientos e Interior.
En cada
distrito habrá un delegado, al que se le impartirá una formación ad hoc, según
fuentes conocedoras del plan. Éste será el receptor y primer evaluador de las
sospechas que le trasladen profesores de instituto que observen, por ejemplo,
el cambio de atuendo de un alumno; las trabajadoras sociales a las que un joven
ya no quiera dar la mano; los médicos cuya paciente rehúse de pronto
desvestirse, etcétera."
¿Os
imaginaís el escenario? Trabajadoras sociales mosqueadas porque ese joven al
que hasta ahora se le daba la mano, de repente, se niega a recibir ese saludo.
Y convirtiendo ese mosqueo en una denuncia ante esa especie de “comisarios
políticos” (no encuentro mejor modo de denominar a esos delegados) que
pretenden crear.
¿En serio plantean que eso
pueda o vaya a hacerse? Y en su caso… ¿de verdad piensan que eso va a servir
para algo? Francamente, me resulta hasta cómico que puedan pensar en este tipo
de medidas. Si la función de control social es algo sobre lo que el Trabajo
Social anda permanentemente debatiendo, este tipo de medidas pretenden
institucionalizarla de un modo tan grosero e infantil que, ya os digo, es de
risa. O de llanto.
Más allá del tipo de medidas
que se destacan, reaccionarias y retrógradas como las que suele gustar a este
PPgobierno (ver Ley Mordaza, por poner un ejemplo reciente), me gustaría llamar
la atención sobre el modelo en que parece que se asienta el Plan.
“Establecer estructuras operativas y administrativas específicas”,
se define como uno de los objetivos del Plan. Otro chiringuito, vamos. Medidas
aisladas, chiringuitos “ad hoc” que igual que se crean morirán de inanición,
mientras el sistema se deshace y se destruye.
Esta violencia ha de tratarse
en su globalidad, y para ello el único camino es consolidar (y no recortar) los
sistemas públicos de protección social.
El único camino es dotar al
sistema de servicios sociales (y al sanitario y al educativo) de profesionales
suficientes para desarrollar proyectos de educación, de prevención, sobre
igualdad, sobre interculturalidad, sobre convivencia, sobre respeto, sobre
violencia... y para que podamos atender a la población (a toda la población) de
modo inclusivo. Ello implica reforzar las estructuras existentes,
incrementar sus recursos, definir protocolos, funciones, crear cauces de
coordinación y participación…
Pero mucho me temo que para
ese tipo de políticas ya pasó su tiempo. Hoy, los gobernantes del Partido
Popular han instaurado un nuevo régimen. No les ha costado mucho, el terreno
estaba en cierto modo abonado. Es el régimen de la represión y la exclusión. Lo
demuestran a cada momento. Están convencidos de que políticas exclusivas como
la de retirar el derecho a la asistencia sanitaria a inmigrantes irregulares
sirven para algo y que no tienen que ver nada en la aparición de otro tipo de
problemas (como la radicalización o la violencia, por ejemplo...).
En vez de prevenir y educar prefieren
castigar y reprimir. En vez de globalizar, fomentar procesos y potenciar
estructuras prefieren fragmentar y aplicar remedios aislados. El mayor problema
es que están convencidos de que funciona.
Wang, que como sabéis tiene un
oscuro pasado como sanguinario guerrero de la tribu de los Tai-Ping, está muy
enfadado. Cualquier día vuelve a coger las armas...
El islamismo implosiona todos nuestros planteamientos como trabajadoras sociales...no tiene nada que ver con nuestros dilemas éticos y códigos deontológicos. Tenemos que hacer un Trabajo social comunitario cuya prioridad es la defensa de la comunidad y su existencia, para luego dotarla de mejores niveles de vida.
ResponderEliminarEl islamismo va contra el trabajo social, yo no dudaría en denunciarlo, a no se que a nuestra cobardía la camuflemos con un discurso profesional.
Apreciada Anónima: El islamismo va tan en contra del Trabajo Social como el catolicismo. Puestos a denunciar... yo creo que como trabajadores sociales no tenemos que denunciar nada que no sea un delito, igual que el resto de profesionales o el resto de ciudadanos. Convertirnos en "comisarios políticos" (o confidentes o chivatos) de tal o cual régimen no nos hace ni más valientes, ni mejores trabajadores sociales. Por cierto, si te identificas, podemos tener un mejor diálogo. Gracias por comentar.
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