lunes, 12 de junio de 2017

Amancio I "El benefactor"

Bienvenidos al nuevo régimen. Si alguna duda teníamos respecto a qué clase de Estado teníamos, viene el aclamado Rey Amancio I, sentando sus reales, a proclamar su forma:  Monarquía filantrópico-caritativa. 


Y es que eso de que España haya sido durante varios años un Estado Social y Democrático de Derecho es algo que podemos ir olvidando. Se trata de un concepto anticuado, consagrado en nuestra vieja Constitución de 1978, cuyos principios han sido superados en la actualidad con los cambios derivados de la tecnología, la globalización y el nuevo orden económico mundial instaurado por los dogmas neoliberales.

Uno de estos dogmas se podría resumir así: hay que desregularizar la economía y quitar todas las trabas e impuestos a los empresarios; de este modo sus empresas serán cada vez más fuertes y tendrán más beneficios, lo que sin duda generará más empleo y bienestar para el conjunto de la sociedad.

Esta suerte de "ósmosis social" en la cual el incremento de beneficios concentrado en las clases adineradas se filtra hacia las clases trabajadoras y menos pudientes ha sido puesto en cuestión por los datos sobre la evolución de la desigualdad. Por ejemplo, en los últimos ocho años el porcentaje de millonarios en relación a la población española casi se ha duplicado. Han pasado de representar el 0,28% de la población al 0,41%. Al mismo tiempo, los hogares con las rentas más bajas han pasado del 31,2% al 38,5 %. Es decir, el incremento de la riqueza en los ricos se traduce en más pobreza para los pobres. 

Pero sin duda esos datos (y otros tantos que podríamos argüir) deben estar equivocados. Así lo demuestra la donación que el empresario Amancio Ortega, (dueño de Inditex y considerado la cuarta fortuna a nivel mundial), acaba de hacer a la sanidad pública. Nada menos que 320 millones de euros para equipos oncológicos a repartir entre todas las comunidades españolas. ¿Qué mejor prueba puede haber de que la existencia de un rico como el que nombramos sólo puede traer beneficios a la sociedad?

La donación no ha estado exenta de polémica. Muchos sectores han expresado su agradecimiento ante semejante gesto en un tema tan sensible como doloroso, la atención al cáncer. Al mismo tiempo han aparecido críticas sobre el carácter finalista de la donación (tal vez las necesidades de la sanidad pública fueran otras), sobre que el dinero donado proceda del ahorro de impuestos que este empresario realiza mediante la deslocalización de sus empresas (y/o de la ingeniería fiscal de sus cuentas), e incluso sobre la agenda oculta que tiene la donación (desgravar más impuestos, réditos publicitarios, lavado de imagen y hasta favorecer sus propias empresas o contactos de mantenimiento).


Más allá de toda esta polémica sobre las razones de la misma, la donación no puede rechazarse. Sería insensato ( y dificilmente defendible para ningún gestor en la sanidad pública) no adquirir unos equipos que pueden favorecer la detección o tratamiento de una enfermedad tan grave y dolorosa a muchas personas. Pero ahí precisamente está su problema. 

Y es que junto con el necesario dinero que permitirá la compra de equipos va un mensaje y se impone un modelo. Solucionar las carencias del sistema sanitario pasa de ser responsabilidad pública a responsabilidad privada. Es perfectamente compatible recortar servicios y presupuestos en la sanidad y aceptar esas donaciones privadas que en parte los palíen. Por tanto, la sanidad deja de ser un derecho. Un enfermo de cáncer será mejor o peor tratado en función de la graciabilidad de algún filántropo que, como el que nos ocupa, decida dedicar unas migajas de su ingente fortuna al tratamiento de esa enfermedad. Si hubiera decidido dedicar esas migajas a otro noble fin, pongo por caso, el tratamiento de enfermedades raras en los niños, el tratamiento de su cáncer sería más precario.

Es una limosna institucionalizada. El filántropo elevado a la categoría de héroe. La beneficencia llevada a su máxima expresión. La compasión exhibida. La recepción obligada.

Como sociedad empobrecida, no nos queda otra que aceptar esa limosna y mirar con ojos agradecidos a aquel que nos da ese plato de sopa, al que, humillados, sabemos que no tenemos derecho.

Vencidos y arrodillados, demos la bienvenida al Rey Amancio I "El benefactor". Tus siervos te desean larga vida. A tí, y a la era que representas.



2 comentarios:

  1. ...soy jorge escobar, me pregunto con todo afecto y aún mil dudas sobre esta cuestion si tras leer este artículo , modificarias algo de tu post.
    http://www.revistavanityfair.es/actualidad/articulos/amancio-ortega-donacion-cancer-criticas-inditex/23853
    saludos

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    1. Estimado y desconocido Jorge Escobar. Con el mismo afecto te digo que tras leer este artículo (que no conocía en concreto, aunque sí sus argumentos, pues los he leido en otros artículos con los que me documenté para mi post), me reafirmo todavía más en la tesis que defiendo. Hemos alumbrado una nueva era (el absolutismo benéfico, asistencial y filantrópico)que ha comenzado a sustituir, de modo imparable, al estado social y de derecho que nunca se terminó de construir ni desarrollar del todo. Entiendo que muchas personas defiendan ese modelo pero a mí, como profesional de la acción social,formado y con experiencia, me parece un modelo más propio de otras épocas que no se caracterizaban precisamente por el bienestar social. Saludos.

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