martes, 15 de noviembre de 2016

Teoría de los estratos (I)

Las teorías sobre la estratificación social pretenden explicar y representar la desigual distribución de los bienes, rentas y otros atributos socialmente valorados que se da en una sociedad determinada.



           El otro día Wang me explicaba cómo en su país esta estratificación social era muy fuerte, con una sociedad dividida en, al menos, siete clases sociales, desde los poderosos funcionarios a las clases campesinas y proletarias pobres e intentábamos compararlas con las que podíamos identificar en España.

           En cualquier caso, independientemente del país o comunidad a la que se apliquen, las distintas teorías dividen a la sociedad en grupos de personas que comparten similares atributos, ocupando por tanto un nivel parecido dentro de la escala social que así se crea. Unas ponen el acento en las rentas, otras en la cultura, otras en los bienes y servicios a los que se tiene acceso, otras en diferentes cuestiones y rasgos como la edad, la raza o la religión… Y según dónde se  puntúe se habla de castas, niveles sociales, estatus social, clases sociales…

Todas estas teorías y sus autores son de sobras conocidos por cualquier persona a la que le interese medianamente la comprensión de la sociedad actual. No haré por ello un resumen de las mismas, pues este blog tiene un carácter más divulgativo que académico, pero sí  señalo que en ellas está enmarcado el concepto que intento transmitir.

Al igual que la sociedad está estratificada los usuarios de servicios sociales también lo están. En el caso de éstos últimos los estratos particulares estarían determinados por el nivel de bienestar. Nivel de bienestar que no estaría definido por la posesión o acceso a bienes y recursos, sino más bien en términos convivenciales y relacionales.

Entendemos por tanto que el objetivo de los servicios sociales sería posibilitar que sus usuarios superasen su actual nivel de bienestar y accediesen a otro superior, donde tendrían unas mejores condiciones vitales y un menor nivel de sufrimiento.


Mi hipótesis, elaborada en mis casi treinta años de ejercicio profesional, es que salvo en contadas ocasiones, todas las prestaciones y servicios sociales que se diseñan y se implementan no consiguen que las personas cambien de estrato. Sólo producen en ellos ligeros cambios de nivel, pero siempre dentro del mismo estrato de partida. Y cuando de modo excepcional lo consiguen, se trata de accesos a niveles superiores no duraderos ni estables en el tiempo: tarde o temprano la persona volverá a encontrarse en su estrato inicial.

          Pareciera que en servicios sociales hemos tomado como guía la célebre frase de Augusto Murry:
 "Si podéis curar, curad; 
si no podéis curar, calmad; 
si no podéis calmar, consolad."

          y hemos convertido el consuelo en el único remedio que le ofrecemos a la mayoría de las situaciones de sufrimiento humano que encontramos.

En el fondo, es como si la frontera entre cada estrato fuese infranqueable. Hay distintas explicaciones para ello, desde las más psicológicas que ponen el acento en las dificultades personales hasta las más sociológicas, que puntúan en los elementos de la estructura social. Para mí, uno de los más relevantes es la falta de coordinación entre las diferentes políticas sociales y el insuficiente desarrollo de las mismas (de forma sangrante el de las políticas de vivienda y de garantía de ingresos, con gravísimas deficiencias las de servicios sociales y las de empleo, y con muchos problemas las de salud y las de educación).

               Pero de este análisis de las políticas sociales desde esta óptica nos ocuparemos en otra entrada.

3 comentarios:

  1. Buena entrada. Sí señor.
    Y lo peor es que la imagen social de nuestros servicios es precisamente esa. La de ocuparnos únicamente de malatender a los estratos más bajos... mientras nuestro discurso se llena de normalizaciones y universalidades como principios (en todas las leyes).
    De vez en cuando tendremos que dejar de picar piedra y levantar la vista y darnos cuenta. Yo hoy levanté la vista hacia tu blog. :-)

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  2. Gracias por tu valoración, Luis. En cuanto a lo de las piedras, no sé qué pecado cometimos para andar condenados, como Sísifo,a cargar con esa pesada piedra hasta la cima de la montaña una y otra vez. En algún momento tendremos que abandonar la piedra y explorar otros caminos...

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  3. Y la situación, más que nos pese, no parece que vaya a mejor. El horizonte es desolador.

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