lunes, 15 de enero de 2018

Trampantojos

Un trampantojo se define como una ilusión óptica o trampa con que se engaña a una persona haciéndole creer que ve algo distinto a lo que en realidad ve. Es algo en lo que nos hemos especializado en  materia de política social.


Hace unas semanas conocíamos las lamentables declaraciones de un edil de Cuenca, para más ignominia responsable del Area de Servicios Sociales, en las que venía a decir que las personas que duermen en la calle lo hacen porque así lo quieren.

Más allá de la insensibilidad que manifiestan esas declaraciones y del profundo desconocimiento que revelan sobre una problemática tan compleja y dolorosa como la de las personas sin hogar (desconozco la preparación o los méritos de este señor, pero sólo con esas palabras me basta para saber que no debería dirigir un área como la que dirige), creo que en el fondo revelan algo un poco más profundo y estructural.

Este tipo de responsable político y este tipo de creencias que tienen sobre las personas en situación de dificultad (a las cuales se criminaliza y y a las que se atribuye la exclusiva responsabilidad individual sobre sus problemas) son tan frecuentes que indican hasta qué punto han calado en nuestra sociedad algunos supuestos de la ideología neoliberal.

El primero de ellos, naturalmente, es uno de los pilares de la ideología liberal. Las personas son libres para elegir su camino en la vida y si no prosperan es porque no se esfuerzan los suficiente. Con este supuesto no hay problema, pues es suficientemente explicitado y bastante identificable.

Un poco menos evidente es otro de los supuestos que, apenas sin excepción, está siendo asumido por la generalidad de la clase política y por grandes sectores de la sociedad. Viene a decir que hay suficientes oportunidades para todos, lo cual traducido al sistema de servicios sociales significa que hay un adecuado sistema de protección social para subvenir cualquier contingencia que le pueda sobrevenir al indivíduo. En el caso del concejal que nos ocupa, que hay suficientes plazas en albergues para todas las personas y por el tiempo que necesiten.

O de que todas las situaciones de necesidad que pueda presentar cualquier persona están suficientemente cubiertas por los sistemas de bienestar social y, en última instancia, el sistema de servicios sociales se encargará de subvenirlas.

Hemos asumido como real el trampantojo que supone desarrollar un sistema de garantía de ingresos a través de las prestaciones económicas del sistema de servicios sociales y en este blog hemos denunciado (clamado en el desierto, más bien diría) las nefastas consecuencias de semejante opción.

La supervivencia material de las personas no es función exclusiva del sistema de servicios sociales, sino compartida con el conjunto de la política social. El insuficiente o inexistente grado de desarrollo de los sistemas de vivienda, empleo o de garantía de ingresos no pueden ser sustituidos por las prestaciones de servicios sociales, salvo secuestrando la verdadera función de éstos y asumiendo ineficaz e ineficientemente las funciones de los demás.

Sin embargo, es el modelo elegido pues, además de las razones ideológicas que lo sostienen (de las que hemos hablado en otras entradas) tiene unas ventajas innegables. Por un lado permite a las clases dirigentes negar el problema y no asumir responsabilidad alguna sobre el mismo. Es la persona quien no aprovecha las prestaciones a las que tiene acceso. O el profesional que no sabe proporcionárselas... ¿recordáis estas otras declaraciones sobre los "buenos asistentes sociales"?

La otra gran ventaja es que evita tener que asumir una verdadera reforma estructural de la política social con unos costes ideológicos, políticos y presupuestarios que no se está dispuesto a asumir.

Aplicar la lógica común a la hora de abordar los problemas sociales y considerar suficiente el sistema actual de protección social y dedicarnos a parchearlo a base de órdenes y decretos de ayudas económicas puntuales y coyunturales es en el fondo un juego en el que nos estamos haciendo trampas a nosotros mismos.

Mientras asistimos a la cronificación de las situaciones de pobreza, convivimos con una desigualdad creciente y colaboramos a la debilidad de los lazos familiares y comunitarios de la protección social.


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