domingo, 15 de marzo de 2020

Wang se queda en casa

En su condición de chino y antiguo guerrero Tai-Ping, Wang es muy disciplinado. Como filósofo, es bastante estoico, así que no le ha costado demasiado asumir un férreo aislamiento social como han dictaminado las autoridades para evitar o contener la propagación de este virus que tanto nos ocupa y preocupa.


A mí os tengo que decir que me está costando un poco más. Renunciar al contacto social de amigos y familiares y sustituir esa interacción por la que proporcionan las tecnologías y redes sociales no deja de ser un esfuerzo importante.

Nada meritorio, por otra parte. Las condiciones en que debemos hacer este esfuerzo son incomparablemente más dulces y benignas que las que tienen que hacer muchas otras personas en otras situaciones mucho más duras y dramáticas: hablo de guerras, refugiados, hambrunas... o de modo más cercano, personas sin hogar, ancianos y enfermos sin apoyos familiares...

Así que, conscientes de nuestros privilegios y solidarios con los que lo están pasando bastante peor, no queda otra que paciencia y esperar que la situación cambie.

Porque cambiará. Todo este mal sueño pasará y tiempo tendremos para reflexionar y analizar lo que ha sucedido en torno a esta crisis. Todo el potencial social positivo que se ha movilizado y también aquellas actitudes ruines y egoístas que se han puesto de manifiesto.

Por mi parte, espero que esta crisis nos sirva para ser conscientes de que debemos proteger muchas cosas a nivel social, pero en especial tres de ellas.

Por un lado, la sanidad pública. Si una vez que pase la crisis, en los próximos años no dedicamos un importante esfuerzo financiero y presupuestario a reforzar el sistema de salud público que tenemos es que no nos habrá servido para nada la experiencia. Los recortes y privatizaciones deben estar al margen de una actividad que hemos de entender como bien social y no como negocio.

Por otra parte, la vivienda. Hay que garantizar de una vez en nuestro país un acceso a una vivienda digna a todas las personas. Alquileres regulados, viviendas sociales... lo que haga falta para que toda persona, independientemente de su condición, pueda tener un techo digno y unos equipamientos mínimos para vivir con dignidad. Una vivienda en la que, ojalá no ocurra nunca más, puedan aislarse con seguridad si es necesario ante cualquier amenaza.

Y tercero: la cohesión y solidaridad social. Debemos proteger y potenciar las formas de relación y apoyo social para que, en situaciones como ésta, las redes sociales y familiares puedan servir de protección eficaz para las personas. Hay que pasar de la cultura individual a la social, de conectar más que de escindir, de potenciar más que de sustituir.

A ver si es posible. Por lo demás, yo mañana dejaré el aislamiento para ir a trabajar y, al igual que miles de profesionales, intentar que toda esta crisis pase lo antes posible intentando proteger como podamos a los colectivos más vulnerables.

Un fuerte abrazo (virtual, de momento) de Wang y mío para todxs.

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