miércoles, 10 de octubre de 2012

Maratón

 En una entrada anterior os comenté que este año tenía, entre otros, el reto de hacer una maratón por primera vez. Esta es la historia.

    8,30 de la mañana. Comienza la maratón. Casi 1.000 corredores me acompañan. Me siento arropado. Todos compartimos un mismo objetivo. Nervios. Es mi primera maratón. He entrenado mucho para terminarla. Pienso que, en realidad, hace ya mucho tiempo que la comencé. Pero ahora surge la duda: ¿seré capaz de terminarla? ¿me responderán mis músculos y articulaciones?

     Los primeros kilómetros pasan rápido. Me he fijado el objetivo de terminarla en cuatro horas y decido fijarme un ritmo constante. Me encuentro bien, podría ir más rápido, pero aunque a mis piernas les apetezca acelerar el ritmo, mi cabeza sabe que el camino es largo y que tengo que guardar fuerzas para el final. Frena. Despacio. Voy intentando buscar un grupo que vaya a mi ritmo. Es difícil. Unos van más deprisa y otros más despacio. A veces voy sólo y a veces acompañado.

     Kilómetro 10. Sigo bastante bien. Voy según lo previsto y no tengo ninguna molestia que me preocupe. La gente anima por las calles. Pienso en lo importante que es ese ánimo. No corren, pero están contigo. Te reconforta.

     Voy pensando. Mis compañeros de entrenamiento, los amigos que me esperan en la meta, los familiares y amigos que están corriendo también ésta y otras carreras y los que no han podido venir... Todos están convencidos de que voy a terminar la maratón, pero yo no las tengo todas conmigo. Pienso en el fracaso. En la vida me han salido cosas bien y cosas mal, como a todos. Lo importante es el esfuerzo, el camino, más que el resultado. Me tranquilizo.

     Kilómetro 21. Media maratón. La paso en un buen tiempo, menos de dos horas. Entro en terreno desconocido. ¿Cómo me encontraré a partir de aquí? Primeras molestias. El último mes entrené incomodo por un dolor en la planta del pie, y ahora comienza a molestarme. ¿Irá a más? ¿Me impedirá terminar? Decido dejar de pensar en el pie. En mi cabeza comienzan a aparecer otras cosas importantes: mi familia, mis amigos, mi trabajo, mis estudios, los Servicios Sociales, el Trabajo Social, la Marea Naranja, este Blog... En todos esos sitios tengo objetivos, pienso en ellos y en el esfuerzo que también requieren.

     Kilómetro 30. Ha llegado sin enterarme. El pie sigue igual. No va a más, pero me da miedo. Comienzan otras molestias. La rodilla, las caderas, los músculos de las piernas, el cuello... Sigo al mismo ritmo. Decido bajarlo un poco. Me recupero. Encuentro un grupo que va a mi velocidad. Hablamos. ¿Intentamos ir juntos un rato? Venga. Unos animan a otros. Somos pocos, pero viene bien distraerse.

     Kilómetro 35. Siguen las molestias, comienza a hacerse francamente duro el correr, pero pienso que, si he llegado hasta aquí, ya no es una opción no acabar la carrera. Del grupo quedamos sólo dos, y ya no tenemos ganas de hablar.  Mi cuerpo dice que lo deje, pero mi cabeza reflexiona. He entrenado bien, me he alimentado correctamente y me he hidratado en todos los avituallamientos. No hay ningún dolor insoportable. Adelante.

     Kilómetro 40. Duele, pero intuyo el final. La gente anima. Ya no me fijo el ritmo. Voy como puedo. Siento cada metro, cada paso.

     Kilómetro 41. Poco a poco. Paso a paso. Llego. ¿Cómo puede ser tan largo un kilómetro?

     Kilómetro 42. Veo la meta. Cuatro horas, nueve minutos. Lo previsto. Mis amigos gritan y me animan. Qué bien que estén ahí. Me siento afortunado.

     
META. LLegué. Descanso. Me preguntan cómo estoy. Bien. Mis amigos me abrazan. Emoción. Lloro y no se muy bien por qué. Sigo andando, me da miedo pararme mucho rato. A la ducha. Objetivo conseguido. Ahora, a compartirlo con mis compañeros.



     Pues así fue la experiencia. Un reto particular que me ha enseñado muchas cosas. Que aunque el esfuerzo es individual, necesitas de los demás para poder llevarlo a cabo. Que lo importante es esforzarse, dar lo mejor de tí mismo; llegar al final o no es secundario. Que no hay reto sin esfuerzo y que todos tenemos molestias, en el cuerpo o en el alma, pero podemos superarlas.
     
Dedicado a todas las personas que están luchando por hacer de este mundo un lugar mejor para vivir y para convivir. Llegaremos a la meta. Yo no tengo dudas.



     

4 comentarios:

  1. Es un auténtico honor, además de una fuente inagotable de satisfacciones, poder acompañarte en un trocito de tu caminar/correr por la vida.
    Felicidades Pedro, y aunque no creo que vaya a correr una maratón, tus logros significan nuevas metas para mucha gente.
    Ánimo y muchas gracias por esta entrada, es más importante de lo que pudiera parecer.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, cuando te animes a la maratón, te acompaño. Mientras, te acompañaré en esa otra "carrera" a la que te has inscrito.

      Eliminar
  2. Pedro, muy ilustrativa tu entrada porque si hay algún colectivo en el que la resistencia es asignatura obligada es el nuestro. He borrado mi comentario anterior porque hablaba del tema mío de mañana y se me ha ocurrido otro. Fantástica entrada y lo mejor, tu cara al llegar, exhausto y feliz. Enhorabuena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sin duda, Belén. Nuestra profesión es de "corredores de fondo" y estos tiempos son tiempos para la resistencia, en muchos sentidos. Gracias.

      Eliminar

Gracias por comentar.