lunes, 21 de diciembre de 2015

Lo mejor del blog en 2015

Al igual que en años anteriores, os pongo los enlaces a las entradas que han tenido más visitas en este año 2015. 


Por orden, han sido:


1.- La danza de la demanda. Publicada en septiembre y donde reflexionabamos sobre un tema crucial. Las prestaciones económicas en la acción social y la función de garantía de ingresos que hemos asumido mediante ellas en el sistema de servicios sociales. Un tema que, dada su importancia y al caer de los acontecimientos, tendremos que tratar más veces.


2.-Se necesitan pobres. A propósito del injustificable auge de la pobreza en nuestra país. Publicada en noviembre, penúltimo mes (espero) del PPgobierno Mariano, los verdaderos responsables de tal desatino.






3.-Evolución. Una entrada de cariz más personal, donde analizo mi experiencia profesional a la luz de cómo entiendo que ha ido evolucionando mi pensar, mi sentir y mi hacer como trabajador social.




Si queréis echarles un ojo, podéis pinchar en los enlaces con el título.


Wang y yo os agradecemos el interés y el cariño con el que nos habéis leído y comentado durante este año.

Os deseamos una muy Feliz Navidad y esperamos que el año que viene nos traiga un poco más de justicia y bienestar social.

Hasta la próxima.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Estrategias

Llegan las elecciones generales del día 20. Pero tranquilos, que no voy a venir yo ahora a reflexionar más sobre ellas. Que bastante estamos teniendo con los debates y los variados actos políticos con los que los partidos y candidatos nos muestran sus propuestas e intentan conseguir nuestro voto.


Y ya somos todos mayorcitos para saber qué tenemos que hacer. Ir o no ir a votar y, en su caso, a quién. Por mi parte, y en esta ocasión, me abstendré de recomendaros nada al respecto. Son tan sólo (nada más y nada menos) unas elecciones. 

Un momento histórico, dentro de otros, donde se va a escenificar una batalla de esta guerra entre los poderosos y los desposeídos. Después, la guerra seguirá y tendremos otras batallas (muchas cotidianas, algunas extraordinarias) para alinearnos con el bando que queramos.

Como trabajadores sociales, tenemos claro el bando en el que luchamos. No creo que haya mucha discusión al respecto. En cuanto a las estrategías... ahí ya diferimos.

Llevo ya bastante tiempo observando cómo en las redes sociales y fuera de ellas toma fuerza una corriente de opinión en la cual se defiende que el Trabajo Social debe tener una especie de "presencia pública colectiva" y que entiende que es a través de esa presencia como ha de ejercerse la función de reforma o cambio social que tiene nuestra profesión.

Personalmente no tengo nada en contra de esta postura. Al contrario, en ocasiones me ha parecido necesaria esa presencia pública. Con lo que no estoy de acuerdo es que se considere como la única alternativa. Creo que hay muchas otras maneras, igual de legítimas, para que como trabajadores sociales ejerzamos esa función de reforma. Desde nuestros propios puestos de trabajo, desde el asociacionismo, desde las estructuras colegiales, desde nuestra participación en partidos políticos, sindicatos o movimientos sociales...

Pero veo con demasiada frecuencia cómo se juzga desde dentro a nuestra profesión en virtud de lo que llamamos "movilización". Bajo diferentes formas (salir a la calle, visibilizar la profesión, protestar, reivindicar, denunciar...) se entiende que todo ello sólo puede ejercerse desde esas acciones públicas colectivas. Y si no se realizan, acusamos a nuestra propia profesión de pasividad, inmovilismo, acomodación, insensibilidad... cuando no de estar actuando inadecuadamente.

En este sentido, me parece que a veces tenemos una profesión un tanto "cainista" y a veces echo en falta un poco más de valoración y respeto a las múltiples posturas y estrategias que conviven en ella.

No hace mucho, los compañeros del grupo de facebook "Corriente crítica Trabajo Social" nos hacían llegar un fragmento del discurso de apertura de la XIX Conferencia Mundial de Trabajo Social de la FITS en 2008, realizado por José Paulo Netto.

"No es la tarea de una profesión subvertir el orden establecido (…) No somos el Mesías, ni proclamamos de ninguna escatología social. Somos, tan solo, profesionales especializados, inscritos en la división socio-técnica del trabajo, como todos los asalariados (…) sin embargo, en donde existe la demanda de concretización de los derechos se pone nuestra agenda de trabajo, [lo que nos ubica] en una contingencia [que facilita la] comprensión del significado Social de nuestra intervención profesional. Entonces, descubriremos que nuestra acción profesional se desarrolla como uno de los múltiples hilos de la trama social, igual de tensa y contradictoria.
La respuesta profesional a esta tensión y a esta contradicción, no es tarea individual (...) depende de la construcción de un proyecto profesional que refracte, reflecte y recree (desvele) los intereses corporativos que conflictuan con la sociedad [en su conjunto], pasando a dinaminzar nuestras concepciones y nuestras prácticas. Y sólo el debate colectivo, el intercambio de conocimientos y el choque de ideas, pueden viabilizar tal proyecto"

Me parece un buen texto para comenzar a reflexionar el día 21 sobre como situarnos como profesión en ese entramado social, complejo, tenso y contradictorio, que se va a configurar tras las elecciones, suceda lo que suceda.

jueves, 3 de diciembre de 2015

El bueno, el malo y el imbécil

Buenos y malos profesionales los hay en todos los ámbitos. Pero la división que hace el Gobierno central entre buenos y malos trabajadores sociales merece que le prestemos por unos momentos nuestra atención.


Me refiero, por supuesto, a las declaraciones que hizo Alvaro Nadal, el director de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno. Podéis consultarlas por ejemplo en este enlace, pero como no tienen desperdicio, os las copio aquí:

 "Lo que no puede ocurrir es que en España el nivel de prestaciones sociales que alguien recibe depende de la suerte que tenga con su asistente social. Si es muy bueno, le lleva de ventanilla en ventanilla y va a tener una potente ayuda social, mientras que si no tiene tan buena suerte, pues no ocurre eso. No puede ocurrir que ningún español en situación de desvalimiento o necesidad, no tenga una aportación".

Como no podía ser de otra manera, el Consejo General del Trabajo Social ha respondido de una manera contundente y adecuada a estas declaraciones. Os pongo el enlace a la nota de prensa que publicaron, así como a su difusión en las redes sociales y su repercusión en radio (a partir del minuto 42) o televisión. (a partir de 4h. 14'). En ellas se refleja la reprobación que en algunos medios merecieron esas palabras, destacando la realizada por Tania Sánchez, a mi juicio muy atinada. También nuestro compañero Nacho la ha comentado en su blog. Enlace.

¿Os imagináis, pongo por caso, al Ministro de Sanidad haciendo unas declaraciones parecidas?

"Lo que no puede ser en España es que, si tienes una enfermedad (póngase lo que proceda), tu curación dependa de la suerte que tengas con el médico que te atienda. Si es muy bueno, te proporcionará todos los tratamientos necesarios para curarte mientras que si no tienes tan buena suerte, pues no te ocurrirá eso".
 
O al de Educación, largando algo como ésto:

"Lo que no puede ser en España es que los niños tengan fracaso escolar o no dependiendo de la suerte que tengan con los maestros que les haya tocado. Si tienen suerte y les tocan buenos maestros, saldrán adelante, mientras que si no la tienen fracasarán en sus estudios".

No tengo ninguna duda de que, aunque lo piensen (lo cual es muy coherente con la ideología neoliberal de los que nos gobiernan) no se atreverían a hacer con estos colectivos profesionales unas declaraciones tan culpabilizantes y mezquinas como las que este político ha hecho contra nosotros.

La explicación está sin duda en que son colectivos profesionales mucho más numerosos, y que pertenecen a sistemas mucho más potentes y consolidados que el nuestro.

Pero más allá de esta cobardía, quiero analizar la cantidad de prejuicios que contienen esas palabras. Pocas veces unas declaraciones condensan tanto (de manera explícita o implícita) las ideas más rancias y trasnochadas sobre una profesión y sobre un sistema de protección social. Señalaré varias:
  • La función principal de los trabajadores sociales es ocuparmos de los pobres (desvalidos y necesitados).
  • Si la principal función es asistir, naturalmente somos "asistentes sociales". (Lo de que somos mayoritariamente varones es de sobras conocido).
  • Las ayudas sociales son prestaciones económicas que se obtienen en las ventanillas.
  • Los buenos trabajadores sociales son expertos en los trámites burocráticos y administrativos (necesarios para acceder a esas prestaciones en las ventanillas de la administración).
  • En España existe un nivel suficiente de protección social y hay al alcance de todos unas potentes ayudas sociales.
  • La injusticia y la desigualdad no son responsabilidad política, sino técnica.
  • Mucha gente que no tendría derecho a prestaciones sociales las obtiene gracias a la pericia de sus trabajadores sociales. (Verbigracia: hay un alto fraude en la obtención de prestaciones sociales). 
En estos tiempos de buenos y malos, duros y sin matices, estas ideas (lamentablemente extendidas entre nuestra población) bien podrían constituir una guía para diferenciar al "buen asistente social".

Lo cual, os confieso, me interesa bastante menos que diferenciar a  los buenos políticos de los imbéciles. Que de esto último vamos sobrados. ¡Si por lo menos se callaran!...

lunes, 16 de noviembre de 2015

Siempre nos quedará París

Anda Europa golpeada por los últimos actos terroristas que el islamismo radical ha cometido en París. Todo el mundo muestra su solidaridad con las víctimas a la par que la repulsa contra los perpetradores. Mientras las redes sociales se visten con la bandera francesa, no son pocos los que recuerdan que los muertos de otras banderas también son muertos, aunque en la lejanía duelan menos.

 

Como siempre, vaya por delante mi condolencia para con las víctimas. ¡Como si fuese necesario decirlo! 
No es momento de comparaciones, ni de juzgar cómo cada cual expresa su dolor o solidaridad. Unos vecinos nuestros han sufrido un execrable atentado y hay que estar junto a ellos. 
Pero también es tiempo de reflexionar sobre lo que está sucediendo.

Y lo estamos haciendo. ¡Vaya si lo estamos haciendo! Todos los medios de comunicación están analizando la situación desde múltiples perspectivas. Desde las más amplias, como la geopolítica hasta las más reducidas, como la psicología.

Entre tanta maraña de enfoques, uno tiende a perderse.  Por lo que no está de más en estos momentos insistir en el verdadero germen de la violencia que estamos padeciendo, tanto en Europa (de un modo más puntual) como en Oriente Medio o Africa (de un modo más permanente).

Y ese no es otro sino la pobreza. Una pobreza que genera incultura y sobre todo, resentimiento. En la pobreza, y no en otro sitio, encuentran terreno abonado las ideas radicales y con ellas, los actos violentos.

Cuando un pueblo no tiene más esperanza que la amarga supervivencia entre el hambre y la miseria puede surgir en su seno la semilla del odio. Es en el fondo lo que estamos sufriendo, mucho más allá del resto de explicaciones.

Hemos vivido demasiado tiempo de espaldas a la pobreza de otros países. Nuestra solidaridad con ellos ha sido vergonzosamente escasa, sobre todo a nivel gubernamental. Los presupuestos para cooperación y solidaridad con estos países han sido siempre rácanos, como a regañadientes. "No podemos dedicar más..." nos decían (mos).

Tan sólo la sociedad civil, organizada en torno a unas cuantas organizaciones no gubernamentales, han estado, en ocasiones y de forma puntual (y naturalmente insuficiente) a la altura.  En cuanto al Estado y sus políticos... ni han estado ni se han enterado. Lo cual es una amable manera de decir que les importaba más bien poco.

Y luego nos sorprendemos de los fenómenos migratorios y de radicalización que presenciamos.

Porque si la cooperación internacional  es algo en lo que hemos fracasado sin paliativos, qué decir de la pobreza en nuestro propio pais. Se ha optado por una política económica y social que ha incrementado la pobreza hasta niveles inimaginables para un pais que se supone desarrollado. Convivimos como si nada con una desigualdad insultante y unos índices de pobreza que, en muchas ocasiones, nuestros prebostes se dedican a negar.

Pues bien, sigamos mirando para otro lado. Permitamos que la pobreza cabalgue a sus anchas en nuestro país y en otros paises. Sigamonos diciendo que no hay recursos suficientes para acabar con ella.

La factura la pagaremos más adelante. Y como siempre que nos retrasamos en un pago nos saldrá mucho más cara. Tan cara como ahora en París.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

La paradoja de los refugiados

Por su condición de extranjero, Wang está siempre muy atento a los fenómenos de inmigración, extranjería o refugio que se producen en nuestro entorno. Y todo el baile que se está produciendo en torno a las medidas de asilo para los refugiados sirios le tiene más que preocupado.



"Enfadado", me confesaba el otro día, mientras leía la noticia sobre los primeros refugiados que han llegado a España. Yo coincidía con él en la lamentable postura de nuestro gobierno ante este tema y que, varios meses después de que se comenzase a tomar conciencia con el problema (foto de niño ahogado mediante), ha desembocado en la increible cifra de doce refugiados acogidos por nuestro país. Enlace.

Para mí, y así se lo explicaba a mi amigo chino, todo lo sucedido en estos meses con este tema no es casual. Responde a una serie de razones estructurales e ideológicas de nuestra sociedad, y por tanto, de nuestros gobiernos. Y en este sentido, más que una excepción, constituye una pauta de funcionamiento sobre los problemas sociales.

En primer lugar la ideología neoliberal que impregna toda nuestra sociedad y nuestra política tiene una incapacidad manifiesta para identificar el sufrimiento humano. Del mismo modo que el depredador no se preocupa del sufrimiento de sus víctimas, símplemente se las come. Es la ley de la selva, los fuertes sobreviven y los débiles no.

Desde ahí, todas las situaciones en que las personas sufren no son objeto de preocupación política y por tanto no se arbitrarán las medidas necesarias para solucionarlas, a pesar de que haya recursos más que suficientes para ello. Como mucho, lo hará desde la caridad o la conmiseración, en lo que no es más que una revictimización o instrumentalizacion del sufrimiento. No desarrollaremos más este tema, pues ya lo hemos hecho en numerosas ocasiones en este blog.

Digamos como resumen que la empatía no es uno de los puntos fuertes de la ideología neoliberal.

La incapacidad para integrar el sufrimiento es lo que explica que fenómenos como el de la pobreza, la violencia contra la mujer o contra la infancia, o este mismo de los refugiados, no sean adecuadamente abordados por nuestros gobernantes. Y es lo que hace que, en vez de medidas estructurales y profundas, se opte por medidas coyunturales y reactivas, a todas luces insuficientes e ineficaces para resolver los problemas que pretenden tratar.

En consecuencia con esta línea ideológica, sobre los problemas sociales se da una especie de pauta general que voy a desgranar.

https://www.flickr.com/photos/h-k-d/4635702361
Todo comienza con una toma de conciencia falsa sobre el problema. Ya sabíamos que existía, pero mirábamos para otro lado hasta que un suceso dramático nos lo pone delante de los ojos. La foto del niño sirio es algo paradigmático, de la misma manera que lo son otras luctuosas noticias. La madre que tira a su bebé recién nacido a la basura, el hombre que mata a cuchilladas a una mujer, el desahucio de una familia con niños, una dependencia o discapacidad especialmente penosa... La cuestión es que una noticia concreta moviliza a la sociedad en general y llama la atención sobre un problema más general.

Lo que viene invariablemente a continuación es la implementación por parte de la sociedad de respuestas asistenciales, (unas veces necesarias, otras no tanto, muchas veces irreflexivas y a veces contraproducentes). En algunas ocasiones, esta respuesta viene acompañada de una denuncia para que la administración y sus gobernantes solucionen el problema, lo cual en el mejor de los casos sólo servirá para que se incrementen más respuestas de corte asistencial.

Tras esta explosión de la ciudadanía condolida por el problema, pasado un tiempo comenzarán a surgir voces que intentarán justificar la inacción: tal vez los refugiados no lo sean tanto y nos encontremos ante peligrosos terroristas..., tal vez los pobres a los que estamos ayudando nos están engañando y sólo son unos vagos que pretenden vivir a costa de los demás..., tal vez esa mujer ha presentado una denuncia falsa por violencia para obtener ventaja...

Tal vez... pero al final, algo de todo eso queda. Y se ralentiza, si es que se estaba poniendo en marcha, algún tipo de respuesta estructural.

Mientras, la sensibilización ciudadana se va diluyendo, se satura la capacidad de denuncia y de respuesta y los medios ofrecerán pronto otra noticia que, a modo de carnaza, hará que dejemos la anterior.

En resumen. De los miles y miles de refugiados que íbamos a acoger en nuestro país, de momento sólo han llegado doce. Y hay siete que han rechazado venir con nosotros.

Aún hay gente que no se lo explica. Miedo me da Wang, con el cabreo que lleva, cuando dice que él se ofrece a explicárselo...

lunes, 2 de noviembre de 2015

Se necesitan pobres

Pero pobres de los de verdad. De los de toda la vida, vaya. Pobres "como Dios manda". De esos que se pueden mirar con conmiseración y a los que ayudarles nos hace sentirnos mejores. Mejores que ellos, sin duda. Y mejores también que todo el resto de personas que no les ayuda.



Debe ser tan importante este servicio que los pobres nos prestan que no encuentro otra explicación al insoportable incremento que ha experimentado en nuestro país este fenómeno de la pobreza. En uno de los países más ricos de todo el planeta nos encontramos conviviendo con una tasas de pobreza y de desigualdad como si no pasara nada. Podéis echarle un ojo al último informe sobre el Estado de la Pobreza en España en 2015 que ha elaborado la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. Os dejo aquí el enlace al Informe  y al resumen con los datos más significativos.

Si consultáis los documentos, os encontraréis unos datos estremecedores. Como por ejemplo, que en España un total de 13.657.232 personas se encuentran en riesgo de pobreza y/o exclusión. ¡Un 29,2% de la población total! O que en el último año se han incorporado a esta situación 790.801 nuevas personas. Y eso mientras el Gobierno de la Nación nos sigue diciendo que ya hemos salido de la crisis y que la situación económica y social de España es una maravilla, gracias a su eficaz gestión.

Pero si sangrante es la situación e insultante la inoperancia y dejadez con la que nuestros gobernantes enfocan el problema, me llena de desesperanza comprobar muchas de las propuestas que los partidos políticos están dando a conocer en sus programas electorales.

Medidas parciales, claramente insuficientes, absolutamente descoordinadas, llenas de errores tácticos y técnicos... Ninguna de ellas servirá para atajar el problema, más allá de poner algunos parches que sin duda no vendrán mal allí donde se pongan, pero que al final no servirán para mucho más que permitir que sus impulsores saquen pecho ante los otros gobiernos y territorios que no las implementen.

Ya he planteado en alguna otra entrada el tipo de medidas que considero necesarias, en torno a dos grandes ejes. Una reforma constitucional que permita el desarrollo legislativo y funcional de un verdadero Sistema Público de Servicios Sociales y una Ley de Renta Básica Universal que permita a todas las personas tener garantizados unos mínimos vitales y dignos de supervivencia.
No veo por ningún lado que ambas medidas puedan ponerse en marcha en nuestro futuro más inmediato, así que no tenemos por qué preocuparnos. Los pobres seguirán entre nosotros. Les necesitamos.

miércoles, 7 de octubre de 2015

El cachondeo del cacheo

La relación de los responsables políticos con el Sistema Público de Servicios Sociales nos deja con mucha frecuencia sorprendidos. Pero lo del alcalde que voy a comentar a continuación contiene tal cúmulo de despropósitos que sin duda merece un análisis detallado.


El sucedido en cuestión es que el Ayuntamiento de Caspe, en Aragón, ha aprobado una especie de Reglamento para regular las detenciones de la Polícia Local de la localidad y en él incluye la posibilidad de que el cacheo de las mujeres detenidas se realice por el "personal femenino de los Servicios Sociales del Ayuntamiento", cuando las fuerzas de seguridad correspondientes no dispongan de tal personal.

Tenéis el enlace a la noticia  (aquí) y el enlace al Reglamento publicado en el Boletín Oficial de Aragón (aquí), que os recomiento consultar por sí, como yo al principio, pensáis que la noticia es una broma. Porque mucho más allá de que la noticia hable de la "habilitación de las asistentes sociales para cachear a las mujeres detenidas" (sic) el asunto tiene sin duda bemoles.

Creo que un disparate de semejantes proporciones sólo puede suceder en nuestro Sistema. Es ya una situación crónica la indefinición de nuestras normativas, funciones y atribuciones, constituyendo un complejo entramado institucional en el que la confusión se convierte en la norma.

En muchas ocasiones se nos ningunea e ignora, considerándonos prescindibles y pensando que muchos de nuestros servicios y prestaciones pueden ser desarrollados mucho más eficientemente por otros sistemas, profesionales o entidades. En otras ocasiones se nos atribuye, o más bien se nos responsabiliza, de ocuparnos de entelequias tales como "el bienestar general de la población" o la "eliminación de la pobreza", abstracciones que, como todos sabemos, se reducen al final a la función de dar dinero a los pobres y de ocuparnos de los fallos del resto de sistemas públicos de protección social. Neobeneficencia en estado puro.

Y sólo en este caldo de cultivo pueden salir prebostes como el que nos ocupa, pretendiendo asignar a los Servicios Sociales unas funciones que sólo desde una mezcla de prepotencia y acusada ignorancia pueden pensarse.

Personalmente me imagino el diálogo en el que se concretó tal idea. Seguró que fue en una reunión entre el Jefe de la Policía Local, al que llamaremos de modo ficticio Mariano y el Alcalde de la localidad, de nombre real Jesús.

* * *

Mariano: Alcalde, estoy muy preocupao. No tenemos casi policías mujeres y en la Guardia Civil, pues tampoco...

Jesús: Pero hombre, ¿desde cuando eso es un problema?

Mariano: Ya sabes, con la que está cayendo y con los derechos de las mujeres y tal..., cuando tengamos una mujer detenida ¿quien la cachea?. No quiero que por falta de efectivos femeninos nos caiga una denuncia por acoso, o abuso o algo así...

Jesús: No te preocupes, hombre... Déjame que piense un rato... ¡Ya lo tengo! ¡Las asistentas!


Mariano: ¿Asistentas?

Jesús: Sí, Mariano, las asistentas sociales, las chicas esas de la seguridad social, o los servicios sociales, o como se llamen...

Mariano: Pues no lo había yo pensao...

Jesús:   Claro, ¿quien mejor que ellas? En ese servicio hay un montón de mujeres y además están acostumbradas a tratar con delincuentes.

Mariano: Tienes razón. Vaya celebro previligiao que tienes. No me extraña que te vaya tan bien en la política... ¡Cualquier día te veo de diputao!

Jesús: Pues sí, la verdad es que se me da bien esto de resolver problemas. Déjalo en mis manos, que incluyo en el Reglamento ese que estamos haciendo de las detenciones unos cuantos artículos para que si algún día las necesitáis, podáis echar mano de las chicas esas.

Mariano: ¿Qué chicas?

Jesús: Las asistentas, Mariano, las asistentas, que paices tonto...

 * * *

Lo grave es que tras esta ocurrencia del alcalde, que personalmente no tengo duda de que se concretó en un diálogo parecido al que os he descrito (trufado con mucha probabilidad de algunos comentarios machistas que he preferido obviar), el Reglamento prosiguió su tramitación hasta su posterior publicación sin que nadie presentara objeción alguna. De lo cual deduzco que todo el Pleno municipal estaba de acuerdo con este disparate.

Como os digo, ésto pasa sólo en Servicios Sociales. No en vano defino a este sistema en el subtítulo de este blog como "extraño país". Porque al espabilado del Alcalde no se le ocurrió, pongo por caso, que fuese la bibliotecaria, la jardinera, la concejala de cultura o la interventora municipal quienes se encargaran de esos cacheos sustitutorios.

Tampoco se le ocurrió organizar el servicio mediante un servicio de voluntariado, mucho más moderno y solidario, ¡dónde va a parar!. Algo así como un "Cuerpo voluntario de cacheadoras sustitutas". Hasta podría hacer un convenio con Cruz Roja para que le ayudaran a organizarlo.

Ni siquiera se planteó pedir colaboración al sistema sanitario, a través de su Centro de Salud, seguro que lleno de médicas y enfermeras dispuestas a colaborar en este problema y mucho más versadas en anatomía humana que nuestras trabajadoras sociales.

Pero no. Se le ocurrió el dislate éste, demostrando su falta de sensibilidad y de comprensión del sistema de servicios sociales (obviaremos por el momento el dato de que, además, este alcalde pertenece al Partido Socialista) e insultando y menospreciando a toda una profesión.

Afortunadamente, el disparate ha recibido la rápida y contundente respuesta por parte del Colegio Profesional de Trabajadores Sociales de Aragón. Os pongo aquí el enlace.

Ahora sólo nos falta esperar la oportuna rectificación, con petición de disculpas incluída. Tal vez, incluso alguna reprobación institucional de semejante propuesta.

Veremos.

martes, 22 de septiembre de 2015

Evolución

Cuando elegí estudiar Trabajo Social lo hice sin duda con la idea de que, como trabajador social, iba a cambiar el mundo. Ya durante la carrera y en mis primeros años de ejercicio profesional, me dí cuenta de que el mundo era un lugar lo suficientemente grande y complejo como para que mi insignificante labor pudiera transformarlo en modo alguno.


«Lorenz attractor yb».Publicado bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons.
Así que centré mis esfuerzos en cambiar al menos las realidades más cercanas que tenía a mi alcance y me dediqué con ahinco a modificar las estructuras e instituciones donde trabajaba. Poco a poco, fuí descubriendo que en toda institución hay tal cantidad de fuerzas tan intrínsecamente entrelazadas que hacían estéril cualquier intento por mi parte. Todo cambio que me parecía conseguir, terminaba diluyéndose en dinámicas que no terminaba de controlar y cuando esos cambios persistían poco o nada tenían que ver con mi intervención.

Preocupado sobre la eficacia de mi ejercicio profesional pensé que, si no podía cambiar el mundo ni tampoco mis realidades más cercanas, tal vez pudiera cambiar la vida de algunas personas con las que trabajaba. No tardé tampoco en darme cuenta de que las personas son tan complejas como el mundo y que la vida de las personas tiene tal cantidad de matices que era muy ambicioso y soberbio por mi parte pensar que mi limitada intervención pudiera conseguir cambios significativos.

En plena crisis de identidad profesional comencé a madurar una nueva y liberadora idea. ¡Yo no tengo poder para cambiar nada ni nadie! El único cambio que tal vez tenga a mi alcance es el mío. Porque en todo este proceso, yo sí que notaba que había cambiado. De este modo, para seguir ejerciendo como trabajador social tenía que dar respuesta a dos preguntas: en qué había cambiado yo y qué me había hecho cambiar a mí.

La primera de ellas me costó un tiempo. Sin duda mis aptitudes habían evolucionado durante mi proceso. Sé muchas más cosas que cuando comencé y he acumulado un buen número de experiencias. Mi actitud ante los problemas y realidades que enfrento en el trabajo es bien distinta ahora que cuando comencé. Pero ¿en qúe ha cambiado principalmente?

Poco a poco he descubierto que lo que ha cambiado en mí ha sido sustancialmente mi mirada. Veo las cosas
de manera muy diferente, con más matices, con más complejidad... La comprensión que esta mirada me proporciona me ha hecho más tolerante, menos soberbio, más humilde y comprometido, menos ambicioso... Juzgo menos, acepto más. Actúo menos, reflexiono más. Hago más cosas "con" que cosas "para". Y creo que la relación es tan importante como la acción.

En cuanto a qué me ha hecho cambiar tampoco tiene una respuesta fácil. Podría decir que el tiempo, las experiencias, incluso la formación... Pero despues de reflexionar sobre todo ello me inclino a pensar que lo que me ha hecho cambiar ha sido mi relación con los demás. Resulta que yo tampoco soy el protagonista de mi propio cambio. Son los demás los que me hacen cambiar. Personas y profesionales que me han impactado, removido, perturbado... Que han hecho que me cuestione mis valores, mis creencias, mis actitudes, mis prácticas... Unas veces con sus escritos, otras con sus prácticas, a veces simplemente con sus vidas, pero ha sido la interacción y el diálogo con ellos lo que me ha hecho cambiar. Y lo que es más importante: ninguno de ellos pretendía hacerlo.

Así que a eso me dedico ahora. Ya no pretendo cambiar nada, dedico mis esfuerzos a potenciar y estimular. Ya no dirijo, intento abrir posibilidades y alternativas. Ya no intento resolver las situaciones, intento darles nuevos significados. Ya no tomo a cargo a nadie, me relaciono con las personas y en ese encuentro se construyen realidades más creativas y liberadoras en un proceso planificado e impredecible.

¿Lo que haré mañana? No lo sé. Seguramente haya cambiado. 

¿Y el mundo? Tampoco lo sé. Sigue siendo ese lugar incomprensible donde, como nos dicen las teorías del caos, el aleteo de las alas de una mariposa puede producir un tornado a miles de kilómetros de distancia.


martes, 15 de septiembre de 2015

Atontaos

Si hay alguna declaración política que me haya impresionado ultimamente de verdad ha sido la del Presidente del Gobierno de nuestra nación refiriéndose a su política económica y utilizando para ello la metáfora de la lluvia, de la cual, vino a decir, "nadie sabe por qué cae agua del cielo". Podéis verlo en este enlace.



"Este tío es tonto", dijo Wang cuando lo oyó. No sé muy bien porqué, pero cuando Wang aprendía castellano, una de las palabras que más llamaron su atención fue la de "tonto". Desde entonces la utiliza con frecuencia y habitualmente, de manera acertada.

Pero esta vez tuve que corregirle. Una de las acepciones más frecuentes de la palabra "tonto" es la de alguien poco inteligente, ingénuo y sin malicia. Y ninguna de las tres cosas pueden aplicarse a nuestro Presidente.

Las redes sociales enseguida empezaron a bromear con la supuesta estulticia de nuestro protagonista y comenzaron a explicarle las razones científicas para ese misterio del "agua que cae del cielo". 



Pero yo no estoy de acuerdo. En primer lugar no creo que el Presidente sea tan zafio como para no saber lo que todos estudiamos de niños sobre el ciclo del agua y de la lluvia. Y en segundo lugar porque me he acostumbrado a observar que los mensajes de toda esta secta neoliberal son de todo menos espontáneos e inocentes. 

Seguramente traicionado por su ineptitud para los discursos y obligado a emitir más palabrería que la que desearía, no acertó a darle forma del todo al mensaje y utilizó una metáfora inadecuada. (Aunque también es muy posible que su subconsciente le traicionara y en su interior ultra-retro-católico siga atribuyendo la lluvia a la intersección de los santos). 

Pero más allá de la ejecución chapucera, el mensaje es certero: las cosas no suceden porque sí y sólo se consiguen con esfuerzo. Ergo si no consigues nada es porque no te esfuerzas lo suficiente.

Wang me dice que en mis intentos por deconstruir los mensajes neoconservadores a veces le busco "tres pies al gato" (otra expresión que le encanta) y que, simplemente, nuestro Presidente es tonto.

Y yo le contesto que tal vez, pero que todos estos mensajes al final están calando y nos están atontando a nosotros. Porque solo atontándonos puede tener esperanzas nuestro ínclito amigo de volver a gobernar.

Y para desgracia de todos las tiene, vaya que si las tiene...

* * *

Mientras, os dejo con este vídeo de Les Luthiers, uno de cuyos miembros ha fallecido recientemente, invocando a la lluvia. Por si acaso os hace falta.


martes, 8 de septiembre de 2015

Buscando refugio

No tenía previsto hablar de la mal llamada, a mi juicio, "crisis de los refugiados". El drama del pueblo sirio (y el de otros pueblos) huyendo de sus paises de origen y llamando a las puertas de Europa buscando refugio, merece sin duda un acercamiento respetuoso, con un profundo análisis que yo no soy capaz de hacer.



Bandera de Siria, usada por la oposición en el exilio.
Pero alrededor de todo este drama, sí se han producido algunos fenómenos que me han hecho reflexionar. 

En primer lugar, el papel de la sociedad civil en todo esto. Llevamos décadas asistiendo a auténticos genocidios y vulneraciones sistemáticas de los derechos humanos en todo el planeta, pero nunca hasta ahora se había producido una sensibilización tan generalizada como la que se está produciendo con el éxodo Sirio. ¿Qué ha sucedido para que así sea? Os confieso que se me escapan las razones, probablemente sean más complejas que las que puedo analizar, pero la verdad es que me ha sorprendido la explosión de solidaridad con este problema. 

¿Una foto? ¿El recuerdo de nuestros históricos dramas? ¿La situación política o económica nacional, europea o mundial? No lo sé. La cuestión es que la sociedad civil se ha movilizado y, como siempre que ello ocurre, presenciamos la emergencia de multitud de iniciativas que pretenden colaborar, ayudar o solucionar el problema. 

La mayoría de estas iniciativas surgen de la solidaridad y de la buena voluntad. Las más de las veces son iniciativas serias, aunque en ocasiones surgen algunas cuya frivolidad espanta. Generalmente pretenden la coordinación de esfuerzos y la integración y sinergia de las actuaciones, aunque no faltan tampoco aquellas que sólo parecen actuar desde el protagonismo de quien las desarrolla. Frecuentemente están bien planificadas y diseñadas pero hay ocasiones en que son actuaciones irreflexivas, guiadas únicamente por la emoción.

Así, multitud de asociaciones, grupos, ONG's, municipios, comunidades autónomas... incluso ciudadanos individuales, han lanzado sus propuestas para dar refugio a los sirios que están huyendo de su país. Uno de los efectos de esta movilización ha sido la presión ejercida hacia el Gobierno de la nación, que se ha visto obligado a dar un giro a sus intenciones y plantear la acogida de más refugiados de los que sin duda había previsto.

No tengo ni idea cómo va a concretar esto el Gobierno, enfangado en una vergonzosa discusión con Europa en cuanto a los "cupos" de refugiados que "nos tocan" a nuestro país y preocupado unicamente en sacar la calculadora para ver los recursos que tiene que reclamarle para admitir acogerlos. Lo que temo es que con la desgana con la que afronta esta tarea (coherentes con su credo neoliberal) diseñe una rácana respuesta institucional al problema y abandone en manos de la iniciativa de esa sociedad civil la mayor carga de la misma.

A mi juicio, el Gobierno de la Nación debería ejercer en este tema una función de liderazgo y determinar con generosidad no sólo "cuántos", sino (cuestiones igual de importantes) "dónde", "quien", "qué" y "cómo". Y creo también que este liderazgo debería hacerlo coordinando a través de las Comunidades autónomas y Municipios la estructura de la respuesta.

 Azaz, Syria. vía Wikimedia Commons
Creo que Comunidades autónomas y Municipios tienen que tener el principal papel protagonista en la acogida de refugiados, pues no se trata sólo de dar asilo. Se trata también de garantizar la adecuada y convivencia e inserción social de los refugiados. Estamos hablando en última instancia de garantizar los derechos sociales de estas personas y ello exige la tutela y el protagonismo de las administraciones.

Creo también que todo ello debería hacerse a través del Sistema Público de Servicios Sociales, en concreto a través de su atención primaria, a la cual debería dotarse de los recursos necesarios para afrontar la tarea de conseguir la inserción social de las personas que lleguen. Y lo creo a pesar de la situación de abandono, descrédito y deterioro en que el Sistema se encuentra, consciente de la dificultad de la tarea.

Ojalá tuviésemos un Sistema de Servicios Sociales capaz de afrontar este tipo de situaciones de manera normalizada. Lamentablemente y como venimos definiendo en este blog, nuestro sistema dista mucho de ser un verdadero sistema, cuyas graves deficiencias estructurales y normativas no se abordan nunca en profundidad.

Pero aún con todo ello, del mismo modo que nadie duda (espero) que la situación de salud de los refugiados deba ser atendida por el Sistema Sanitario normalizado, todo lo relacionado con la inserción social debe ser atendido por el Sistema de Servicios Sociales. No en vano hace ya mucho tiempo que definimos como uno de los sectores de intervención del mismo a los Refugiados y Asilados (SIUSS dixit) y tenemos a la inserción social como una de las principales prestaciones de nuestro devastado sistema.

Dudo mucho (ojalá me equivoque) que así vaya a hacerse, pero tengo claro que sólo de esa manera podrán garantizarse esos derechos de los que hablo y podrá conseguirse que los procesos de inserción social que se pongan en marcha lleguen a buen término.


martes, 1 de septiembre de 2015

La danza de la demanda

La última entrada que ha publicado la compañera Belén confesando su odio a las prestaciones económicas (ver aquí), me ha animado a publicar esta entrada, que tenía escrita hace algún tiempo, donde reflexiono sobre aspectos parecidos o, al menos, en relación a ellos.



-"Buenas, quiero una cita con la Trabajadora Social, a ver si me da trabajo".

¡Cuántas veces he oído esta frase en mi Centro! Y no me refiero a los últimos años, que también. Es algo que oigo desde que comencé en esta profesión con bastante frecuencia.

Más allá de la frase, es una poderosa manera de encarar una demanda. Es una manera de contactar con el Sistema de Servicios Sociales intentando controlar la relación que se pretende establecer con el mismo. Lo explico.

Una vez en la consulta de la Trabajadora Social, comenzará una pequeña danza en la que ambos, profesional y usuario, son conscientes del engaño. Valgan aquí las palabras del poema de Machado, 
    

                                                  "Cuando dos gitanos hablan
                                                     ya es la mentira inocente: 
                                                  se mienten y no se engañan."

  El usuario sabe que la Trabajadora Social no puede proporcionarle trabajo y ésta sabe que el usuario no ha venido a su consulta con la esperanza de que se lo proporcione. Pero por unos momentos van a bailar un rato.

  Probablemente el siguiente movimiento de la danza sea la petición del usuario de una prestación económica, planteando las dificultades económicas que está atravesando por su situación de desempleo.

   La Trabajadora social enfrentará entonces una disyuntiva: ¿acepta el nuevo paso de baile propuesto y tramita con diligencia la ayuda solicitada? ¿O afronta la ardua tarea de elaborar un complejo diagnóstico (que nadie le demanda) sobre la historia y la situación personal, social y familiar de la persona que tiene en su consulta?

  Pero recordemos que la Trabajadora Social ha comenzado a bailar y las normas implícitas de ese baile ya llevan el diagnóstico incorporado: la causa de la precariedad económica es el desempleo del usuario y la solución, la prestación económica solicitada.

  Añadamos ahora que la Trabajadora Social se encuentra ya cansada de bailar el mismo baile tantos y tantos días... ¡et voilà! La prestación económica queda tramitada y el problema resuelto.

  Pero, como en los cuentos de hadas, los finales felices tal vez no lo sean tanto...

  Comencemos por el principio. Tras la inocente frase con la que nuestro imaginario usuario se ha presentado hay más de lo que parece. En primer lugar hay un mensaje implicito, que más o menos viene a ser éste: 

"estoy atravesando dificultades económicas, pero no vaya a pensar usted que la causa es responsabilidad mía. El problema es que no hay trabajo (si lo hubiera, ya lo habría conseguido o usted me lo proporcionaría). Por tanto no hay nada que yo pueda hacer y debe ser usted la que, tramitándome la ayuda que le solicito, solucione mi problema."

 Es un discurso potente, que contiene en sí diversos elementos: en primer lugar, un diagnóstico (mi problema: las dificultades económicas; la causa: el desempleo). En segundo una definición del objeto de intervención, el cual, mediante un fenómeno de atribución externa, el usuario señala. En tercer lugar, una manera de definir la relación mediante una delegación del usuario, que se declara incapaz, al t.s., que debe proveer la solución. Y en cuarto lugar por el momento, un juego de poder, con el que el usuario intenta controlar dicha relación.

  Como se indica, es una frase y un mensaje en nada inocentes. Aunque atención, tampoco estoy indicando con ello que el usuario los utilice de forma consciente, estratégica y perversa. Más bien lo hace inconscientemente, respondiendo a patrones relacionales que ha ido incorporando a lo largo de su vida familiar, personal y social.  

  Pero es curioso comprobar cómo en muchas ocasiones  este discurso individual es admitido sin más por los profesionales. Además del cansancio del que hablaba en nuestra también imaginaria protagonista, las causas creo que van un poco más allá. Este tipo de discursos no pueden ser cuestionados, pues nos resuena con posiciones de juzgar, que tanto aborrecemos. Además, no se trata de un discurso individual, es más bien social. Está muy arraigada en nuestra sociedad la creencia de que el empleo es lo que conduce al bienestar.

 No en vano hemos oído unas cuántas veces que la mejor política social es el empleo. Mensaje perverso de nuestros gobernantes neoliberales para justificar los recortes en servicios y prestaciones sociales. Pero que al final damos por bueno.

  Por supuesto que el empleo contribuye al bienestar, pero si no va acompañado de otras políticas sociales, difícilmente lo conseguirá por sí sólo. No tenemos más que tomar el ejemplo del nuevo fenómeno social que venimos llamando "precariado". Hay más, pero no voy a extenderme en este punto.

   Porque más allá de estos conceptos, digamos que el baile viene ya viciado de origen. En nuestra metáfora diríamos que se está bailando en la pista equivocada. Propio de nuestra indefinición como sistema, tanto el usuario como el profesional admiten bailar en torno a un problema que no es competencia de servicios sociales. El empleo ya hemos dicho que ambos saben que no. Pero ambos admiten que la garantía de ingresos sí lo es. 

   Y admitido este concepto, nada ya de lo que se haga tiene sentido. Por ejemplo, que sea un Trabajador Social quien haga ese trabajo. Hay profesiones mucho más preparadas, más eficientes y seguramente más económicas, para valorar una carencia de medios e ingresos y tramitar una prestación económica. 

     De la misma manera, tampoco tiene sentido pensar que obtener esa prestación económica mejorará la situación personal, familiar o social del beneficiario. Ello dependerá únicamente del propio beneficiario y del azar en combinación con sus acontecimientos y contextos vitales; poco o nada tendrá que ver con la propia prestación y mucho menos con el trabajo del profesional. 

   Tampoco podrán medirse los efectos iatrogénicos que tal prestación pueda tener.

 Con respecto al propio sistema, los hemos dejado claros: en última instancia, la desaparición. Con respecto a los usuarios... ¿queda a estas alturas alguien que piense que es necesario medirlos?

   Porque puede tenerlos, sin duda. Al igual que toda medicación tiene sus efectos secundarios (y no puede ser prescrita de forma universal, sin la individuación que proporciona la evaluación médica), toda intervención social tiene también unas consecuencias, a veces indeseadas, que los profesionales hemos de prever, medir y controlar.

   En el inextricable mundo de la intervención social, donde se ponen en juego tantas variables intersistémicas, toda actuación tiene unas repercusiones en las esferas intrapsíquicas y relacionales que son, en última instancia, las que constituyen el objeto de nuestra profesión.
  
 El resto, es otra historia...

jueves, 20 de agosto de 2015

Languideciendo

Languidecen las luces del verano, perdiendo poco a poco las fuerzas con las que resplandecían al principio. Los días se van acortando, adquiriendo más matices y los aromas que anticipan la próxima llegada del otoño. Tras el estío, apurando los últimos días de descanso y quietud, atisbamos a la vuelta de la esquina el reinicio de la actividad normal.



 Languidecen los débiles. Aquellos a los que los poderosos les han arrebatado la esperanza de un futuro mejor. Por delante, la nada. Tal vez acompañada de unas migajas de compasión que, como los buitres a la carroña, les arrancan los últimos vestigios de su dignidad.

Languidece el Sistema de Servicios Sociales. Incapaz de definirse y de posicionarse, golpeado por la realidad que tiene que afrontar, desarmado y vencido. Fracasado entre lo que quiso ser, lo que supo ser, lo que le exigieron ser y lo que al final fue. Despedida. Tal vez en un futuro podamos volver a construir algo. Mañana no. No es el tiempo ni hay caminos ahora.

Languidecen sus profesionales. Divididos y enfrentados, como todos los ejércitos vencidos. Heridos. Sabiéndose intrascendentes. Condenados (así lo quisimos o no fuimos capaces de evitarlo) a navegar sin rumbo. Por un momento nos creimos capaces de prescindir de los barcos. ¡Sabemos nadar!, nos dijimos... Entre los restos de nuestro naufragio puede que encontremos algo útil.

Languidece la última legislatura, próximas las elecciones generales y con el Gobierno a todo máquina, con su máquina de propaganda y su rodillo de legislar, intentando dejar todo "atado y bien atado".  Probablemente lo esté. Seguramente lo haya estado hace ya mucho tiempo. La ley de la selva neoliberal es implacable. Sólo los fuertes sobreviven. El resto es alimento.

Languidecen también los últimos nuevos gobiernos. Primando la división sobre el consenso. Aplicando recetas viejas (tal vez un día funcionaron) para resolver problemas nuevos. Tiempo... ¡no hay tiempo! Estrategia... ¡ya hemos perdido! Esperanza... ¿desde donde la construimos?

Languidece como digo el verano. Anticipando un otoño lleno de colores y matices que, como siempre, dará paso a un frío, largo y duro invierno.

domingo, 9 de agosto de 2015

¡Todos a dieta!

No digáis que no os estoy avisando. ¡Cuidado con el sobrepeso! Si este verano, con el relajo de las vacaciones y el calor os estáis dando a los placeres del comer y beber en demasía, os advierto: poneos a dieta cuanto antes y quitaos esos kilos de más que estáis cogiendo.


Tal vez os estéis preguntando a qué viene esta repentina preocupación por vuestro peso. Bueno, he de confesaros que no se trata de una cuestión estética, ni siquiera de salud... Es que acabo de conocer los planes del gobierno británico (ver noticia) para excluir de la sanidad y de las ayudas sociales a los británicos que tengan problemas de obesidad o adicciones y no hagan lo suficiente para adelgazar o desengancharse.

Y como este tipo de medidas empiezan a gozar de un creciente (y preocupante) predicamento entre la clase política y la población general de nuestro país, temo que sean copiadas por alguno de los múltiples gobiernos que nos regulan y, tal vez por culpa de vuestra incipiente barriguita, os veáis excluidos de alguno de los pocos derechos sociales que nos van quedando.

Porque la ideología neoliberal está más extendida de lo que parece, tanto a nivel internacional como a niveles más locales. Ya comenté en otra entrada ("Que se mueran los feos") la medida propuesta por el ministro de finanzas japonés sobre dejar morir a los ancianos por el elevado gasto sanitario que suponen para el país. "Que se den prisa y se mueran", vino a decir el amigo. Y si os parece que Japón está lejos, os recuerdo que algo parecido vino a defender la viceconsejera de sanidad de Madrid, al plantear si tenía sentido que un paciente crónico viviera gratis del sistema. (Enlace) O la noticia que ya comenté en esta otra entrada ("Peligrosas alcaldadas"), en la que me hacía eco de las propuestas de un alcalde de Huelva, para negar los servicios sociales a quienes hubieran cometido algun delito.

Ideología que resume muy bien nuestro ínclito presidente del Gobierno español, con su clarificador concepto de "Solidaridad bien entendida".

Por mi parte, yo lo he entendido perfectamente desde hace un tiempo. La batalla es ideológica y en ella se dirime la construcción de nuestra sociedad. Una sociedad donde el Estado no debe encargarse de la protección social de los débiles, que deben ser abandonados a su suerte a causa de su demostrada indolencia. Todo gasto social debe ser eliminado, pues es un lastre para la economía y la beneficencia puede perfectamente aliviar el sufrimiento de los débiles lo suficiente para que la sociedad no estalle.

Me preocupa cómo esta ideología (claramente urdida por los poderosos para acumular riqueza), ha calado profundamente en nuestra sociedad civil. Cada vez que se propone alguna medida de protección social, no faltan voces que se oponen a ella con argumentos de lo más peregrinos. Ved si no los comentarios que en las redes sociales suelen hacerse contestando estas medidas, o probad a explicarlas en entornos no profesionales. Desalentador.

Así que quedáis avisados. Nada de tapas o cervecita estas vacaciones. No vaya a ser que la próxima vez que necesitéis atención sanitaria o social el profesional de turno os diga que no os puede atender hasta que no perdáis unos kilos.