jueves, 29 de septiembre de 2016

Olimpiadas y pobres

Las Olimpiadas que se celebraron en Brasil el verano pasado nos dieron muchas noticias que fueron motivo de bastantes conversaciones entre Wang y yo. Comentábamos desde el machismo imperante en el tratamiento mediático de las mismas hasta el neocolonialismo que suponían para el país, pero una de las cosas que más nos llamaban la atención era la frecuencia con que los comentaristas aludían a la dificil infancia o condiciones adversas que los atletas habían tenido que superar para llegar a luchar por las medallas en la cita olímpica.


Para Wang, estas noticias le hablaban de esperanza. De cómo estos atletas, a pesar de haber tenido dificultades muy importantes, eran todo un ejemplo de resiliencia y de que unas condiciones iniciales difíciles no tienen por qué determinar la vida.

Yo en cambio le decía que era un arma de doble filo. Por un lado no se qué aporta al deporte el saber las intimidades de tal o cual atleta. En ocasiones me parecía una intromisión intolerable en su vida privada. Por ejemplo, para valorar el esfuerzo de una gimnasta no veo en qué nos ayuda saber que su madre era alcohólica y la abandonó, o que su pareja la maltrataba, o que tuvo que superar no sé cuantas privaciones y desgracias hasta hacerse deportista.

A mí me parecía que, de forma más o menos intencionada, se nos quería hacer llegar un mensaje. Wang dice que soy un malpensado, pero no puedo evitarlo y me pareció que se nos quería dar a entender que eso de la pobreza no es para tanto. Que nacer en un entorno complicado, con unas circunstancias difíciles de pobreza o violencia, es algo que se puede superar con el esfuerzo personal.

Es una nueva forma del mensaje americano del "self made man", la persona que, partiendo de la nada y sólo con trabajo y esfuerzo pudo construir un proyecto exitoso.

Pues lo siento, pero a mí no me la cuelan. Todas esas historias de niños abandonados, maltratados y pobres que llegan a ser deportistas exitosos son auténticas excepciones en las que, en el caso de ser ciertas, lo único relevante ha sido el azar y la suerte.

Vivir en la pobreza o con violencia tiene gravísimas condiciones que el énfasis de éstas noticias me parece que banalizan. Nacer y crecer en un entorno pobre y deprivado es algo que no se puede superar fácilmente, y mucho menos fiándolo al esfuerzo personal.

El mensaje al final es culpabilizador: "Si eres pobre o no has llegado a nada en la vida, es por tu culpa, porque no te esfuerzas lo suficiente... Y si no, mira la chica americana esa, que saltos da."

Pues no. Tras 30 años de profesión, sé perfectamente cómo se reproducen la pobreza, la violencia y las circunstancias adversas. Sin apoyos externos, en cantidad y con la calidad adecuada, es casi imposible salir de ellas. Y quiero subrayar la cantidad y la calidad de estos apoyos, no las miserables migajas que en política social estamos dedicando desde hace tiempo a estas situaciones.

Porque si nos parece que la escasez de inversión social no va a tener ninguna consecuencia en el futuro, o que tolerar ahora las cifras de pobreza o desigualdad con las que convivimos es algo coyuntural, que se resolverá por sí sólo, vamos muy equivocados.

Y como hace Wang, podéis llamadme malpensado, pero la profusión de estas noticias solo son coartadas de nuestros gobernantes para seguir repartiendo esas migajas y no tomar en serio el problema.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Señor Juez:

Tranquilos con el título de la entrada, que no estoy redactando ninguna carta al estilo de las que redactan algunos suicidas, al menos en los relatos de ficción...


Tan sólo es que no sabía como comenzar ni qué título ponerle a las reflexiones que me causan algunas aseveraciones que suele realizar un profesional que en los últimos tiempos está teniendo un gran protagonismo: el juez Emilio Calatayud.

Este juez parece gozar ultimamente de un gran predicamento entre la población general y entre muchos profesionales, por su innovación a la hora de dictar sentencias en algunas cuestiones relativas a niños y adolescentes.

De ahí ha pasado a tener una voz que tiene bastante autoridad a la hora de analizar los principales problemas que las familias con menores problemáticos tienen. Desde su blog y desde las redes sociales (donde se hace eco de las charlas y conferencias que suele impartir) es frecuente observar las manifestaciones que sobre estos problemas hace.

En ocasiones alude a la falta de límites parentales, en otras a los peligros de las redes sociales, en otras a la desatención familiar y social ante las necesidades o problemas de la infancia... Con mucha experiencia en asuntos de delincuencia, un poco de humor, bastante sentido común y un estilo directo y sin mucha diplomacia realiza afirmaciones contundentes que a muchas personas les parecen sorprendentemente útiles y atinadas.

Personalmente, a mí no me lo parecen. La mayoría son afirmaciones de perogrullo y bastante populistas y aunque muchas de ellas entran en contradicción con lo que yo entiendo sobre las problemáticas de la infancia y cómo abordarlas, hasta ahora tampoco me han parecido nunca peligrosas.

Pero si no peligrosa, sí bastante desatinada me ha parecido una afirmación que ha realizado últimamente. Basicamente ha venido a decir que, hay que quitar las ayudas a esos padres que fomentan que sus hijos no vayan a estudiar.  Más concretamente sus declaraciones han sido:

 "...a esos padres que fomentan que sus hijos no vayan a estudiar, les quitaba el PER, la ayuda familiar y el vivir del cuento. Si tú no cumples con tu obligación, que es llevar a tu hijo al colegio, por qué va cumplir la sociedad contigo…"
  
Podría escribir dos días enteros sobre estas manifestaciones, pues resumen de un modo muy grosero muchos de los tópicos y estigmas con los que en Servicios Sociales estamos peleando a diario. Yo no tengo ni de lejos la autoridad y prestigio de este juez, pero dado que  también acumulo un buen número de años de experiencia, en los que he visto este tipo de manifestaciones bajo diferentes formas y cómo al final no sirven más que para generar más desprotección social, puntuaré en los principales de estos tópicos.


Pasaré por alto el de "fomentar que no vayan a estudiar", porque si alguna familia lo hace, me parece un problema complejo en el que hay una clara responsabilidad compartida entre muchos actores, no sólo la familia. Tal vez hablemos de ella en otra entrada.

Nos centraremos en el tópico más recurrido, ese de que los perceptores de ayudas sociales (me da igual el PER, un salario social o una prestación de desempleo...) son sospechosos de "vivir del cuento". Mano dura, por tanto, es lo que se merece esta gentuza.

Se les quitan las ayudas y así, "se portarán bien": llevarán sus hijos al colegio, no delinquirán, no generarán problemas convivenciales... Los que estamos obligados a trabajar con subsidios condicionados estaremos sorprendidos por el descubrimiento  de este juez: ¡cómo no se nos ha ocurrido antes! Era tan sencillo...

El problema es que no veo cómo el incrementar la pobreza de una familia puede servir para solucionar ninguno de sus problemas, incluido el de la escolarización de sus hijos... A no ser que a esos niños que ven vulnerado su derecho a la educación les condenemos también al hambre y la miseria o bien les quitemos lo último que les queda (su propia familia) y les proporcionemos una institución o una familia sustituta donde pensamos que, sin duda, tendrán un futuro mejor que en la suya.

Creo que una persona con la autoridad y la responsabilidad de este juez debiera tener más cuidado con los mensajes que fomenta. En lugar de plantearnos a otros sistemas de protección social cuándo ni cómo hemos de trabajar con esos subsidios condicionados, preferiría que se mantuviera dentro de su propio sistema y ver cómo desde él se puede abordar ese problema de la escolarización y educación de los menores.

Yo le propondría, si fuera tan inconsciente como para meterme en su trabajo, que haga lo posible por incrementar las penas cuando los padres son condenados, o que diseñe sentencias imaginativas para ellos, igual que ha hecho con algunos adolescentes (igual puede condenar a los padres a asistir ellos mismos a la escuela, pongo por caso).

Pero no lo haré, porque tengo muy claro que cada zapatero ha de ocuparse de sus zapatos. En Servicios Sociales, bastante tenemos con los nuestros. Pero en el Sistema de Justicia, parece que les sobra tiempo con los suyos...

jueves, 15 de septiembre de 2016

Diálogos de besugos



Imaginaos un episodio como el siguiente. Pongamos que es septiembre. Pongamos que llueve. Pongamos una consulta médica en cualquier Centro de Salud del medio rural español.


 Por poner, pongamos a un médico y una persona que entra en su consulta. 



  • Buenos días, vengo a que me recete una caja de ibuprofeno y otra de paracetamol.
  • ¿Y eso?
  •  Verá, sufro de unos terribles dolores de cabeza y creo que tengo derecho a que se me pasen.
  • Sí, el dolor de cabeza es algo terrible. Pero… ¿cómo sabe usted que esos medicamentos van a curar el suyo?
  • ¡Hombre!, eso lo sabe todo el mundo. Además conozco a otros médicos que los recetan habitualmente y el Presidente de la Asociación de Vecinos de mi pueblo dice que a mucha gente que conoce se le han curado así dolores como el mío.
  • Ya, pero hay dolores de cabeza de muchos tipos y pueden estar ocasionados por muchos factores. ¿Cómo sabe usted que su dolor es igual que el de esas personas?
  • Está usted haciendo demasiadas preguntas ¿no cree? Recéteme los medicamentos a los que tengo derecho y no demos tantas vueltas.
  • De acuerdo… Voy a recetárselos. Pero he de informarle que para acceder a esos medicamentos hay que rellenar una Solicitud para el Organismo de Concesión de Medicamentos del Gobierno.
  • Vale, ¿y qué hay que hacer?
  • En primer lugar hay que rellenar y firmar esta Solicitud. Luego tiene que traerme un Volante de Empadronamiento, una Fotocopia de su DNI y de su Tarjeta Sanitaria y un Certificado de que no está usted incluido en el Registro de Usuarios de Medicaciones para enfermedades crónicas.
  • Ese Certificado no lo tengo.
  • Puede pedirlo por Internet. O si prefiere, puedo solicitárselo yo, aunque me tendrá que firmar antes una Autorización y, sobre todo, el Formulario de protección de datos, porque en ese Certificado puede haber información confidencial.
  • De acuerdo, hágalo usted.
  • Pues tiene que firmar aquí y aquí. Y se me olvidaba… Cuando me traiga el resto de la documentación tiene que traerme también esta Declaración Responsable de que le duele la cabeza.
  • Pero si ya se lo estoy diciendo…
  • Ya, pero son las normas para que le puedan conceder esos medicamentos.
  • ¿Y cuándo me los van a conceder?
  • Bueno, eso depende. Tardan unos tres meses, aunque nunca se sabe…
  • ¿Tanto?
  • ¡Buf!, antes tardaban mucho más, pero últimamente parece que están dedicando más fondos a estas medicaciones y se está agilizando el tema.
  •  Pero a mí me duele la cabeza ahora.
  • Sí, pobre… y tiene derecho a que se le pase cuanto antes. Ya le digo que antes tardaban más, pero gracias a la presión de muchos profesionales y afectados se está consiguiendo que el Gobierno agilice las concesiones. Mire, precisamente ahora hay una Campaña para denunciar estos temas y reclamar más fondos. Si quiere, puede firmar en estas hojas de apoyo.
  •  De acuerdo, lo haré. ¿Cuándo puedo traerle el resto de documentación?
  • Puede traérmela o puede mandármela por correo electrónico. Estamos implantando un nuevo sistema para atender mejor a las personas y así facilitamos los trámites.
  • Oiga, y mientras… ¿no tendrá por ahí una Aspirina?
  • Lo siento, yo no. Pero si se acerca por la Parroquia, tal vez puedan darle alguna.


viernes, 9 de septiembre de 2016

El corral


Wang acaba de volver de China. El otro día le acompañé a realizar unas gestiones sobre su permiso de residencia y sorprendido, se paró ante un cartel que ponía "Departamento de derechos sociales". Comparando con su país, le extrañaba la frecuencia con la que aquí se habla de derechos sociales. Así que me preguntó qué entendíamos nosotros por esa terminología. 



Efectivamente, es una terminología muy en boga. Tanto, que  está progresivamente desplazando a otras que ahora son denostadas y que se referían por ejemplo a prestaciones, recursos y servicios sociales (antigüedades varias, vaya...). Así que, ante las dificultades de explicar con claridad a mi amigo que són eso de los derechos sociales, decidí recurrir a una imagen de mi infancia para hacerlo.

“Una casa de pueblo. Detrás de ella, un corral cercado por varias verjas. Mi tía abuela (una mujer vestida siempre de negro y una sempiterna sonrisa en el rostro) entrando en ese corral con un cubo en la mano izquierda.

El cubo estaba lleno de semillas de maiz y granos de trigo y una vez en el corral la mujer hundía su mano derecha en el cubo. Con un movimiento circular, esparcía un gran puñado de granos al aire, que por un momento quedaban suspendidos en el mismo, como si fuesen una nube amarilla, antes de caer al suelo.

     Justo en ese momento, un enjambre de gallinas salían (no se sabía muy bien de dónde) y comenzaban a picotear esos granos en el suelo, mientras mi tía abuela seguía lanzando nuevos puñados.
   
     Las gallinas, alborozadas y empujándose unas a otras (en régimen de concurrencia competitiva, lo llamaríamos ahora) picoteaban con fuerza el suelo, intentando tragar con rapidez la mayor cantidad posible de granos.
 
     Yo solía presenciar la escena con una mezcla de interés y nerviosismo. Había algo de hipnótico en el picotear de esas gallinas, arrebatándose los granos unas a otras y corriendo de un lado a otro del corral, siguiendo los regueros que los puñados lanzados creaban.

     Había gallinas fuertes y poderosas que conseguían ocupar un buen espacio y se daban un buen atracón de comida. Otras, corriendo nerviosas en zigzag, tan apenas acertaban a picotear algún grano de vez en cuando. Algunas tenían suerte y los granos caían justo donde estaban ellas. Otras cuando llegaban a los granos tenían que conformarse con las sobras que habían dejado las demás.

     Cuando el cubo se acababa y los puñados cesaban, el corral volvía a una extraña quietud y poco a poco, como canicas rebotando en una caja, las gallinas iban moviéndose más lentamente hasta que se quedaban quietas, cada una en su lugar.”


     Cada vez que oigo hablar del enfoque de derechos sociales, no puedo evitar rememorar esa imagen. He tenido la oportunidad de presenciar la política social que se ha ejecutado en nuestro país desde diferentes posiciones ideológicas y creo que todas, sin excepción, responden a este modelo.

     No salgo de mi asombro cuando contemplo la cantidad de convocatorias de ayudas, subvenciones y prestaciones que se lanzan al aire sin orden ni concierto, condenando a que las gallinas se espabilen y estén prestas a hacerse con los granos.

     Unas veces el cubo está más o menos lleno que otras, pues es en lo que suelen diferir principalmente las ideologías. Bueno, en eso y en el portador del cubo. Unas piensan que debe ser el dueño del corral (llamémosle la iniciativa pública) y otras que debe ser gente de fuera quien lo aporte (llamémosle iniciativa privada).

     Y sin cuestionar el modelo, nos hemos puesto de acuerdo en denominar algunas cosas:

     Si es la iniciativa privada la que porta el cubo y los granos son escasos lo llamaremos caridad o solidaridad. Si es la iniciativa pública y el cubo está medio lleno (el número de gallinas es irrelevante) lo llamaremos derechos sociales. Y entre medio, distintas combinaciones en función de la pericia (o malicia) de quien lanza los granos para llegar mejor a unas gallinas que a otras (a las más débiles, a las más rollizas, a las que mejores huevos pongan…).

     Nunca me terminó de gustar en mi infancia la imagen de las gallinas. Y cada vez que oigo hablar a nuestros gobernantes de derechos sociales y veo como los desarrollan entiendo mejor por qué.

martes, 6 de septiembre de 2016

Hola otra vez



Retomo hoy de nuevo el rumbo de este blog. Desde mi última entrada, allá por el mes de febrero, han pasado más de seis meses. Tras estos meses siguen en pie muchas de las sensaciones con las que me despedía, en especial el desánimo sobre la realidad y los derroteros por los que discurren tanto el trabajo social como los servicios sociales.

 

Pero he podido descansar un poco del quehacer bloguero y siento que es hora de comenzar otra nueva etapa. Le he dado varias vueltas al proyecto y he decidido que voy a continuar con el mismo formato. Principalmente porque le he cogido cariño y también porque los objetivos de este blog son bastante humildes.

Como escribí en su día para la presentación de este blog, allá por sus inicios hace casi cinco años, escribo principalmente para mí mismo, respondiendo a mi necesidad de expresar y compartir lo que pienso y siento en mi quehacer profesional. Escribir es una de las cosas que me ayuda con el desánimo que os comentaba al principio y con la dureza que muchas veces tiene nuestro trabajo.

No estoy interesado en llegar a un gran número de personas (sería iluso pensarlo por mi parte, y dada además la temática que tratamos), ni posicionarme como referencia de nada. Me siento mucho más que satisfecho con la cantidad de amig@s y compañer@s, (muchos de la profesión y algunos de fuera de ella), a los que les interesa lo que escribo, lo comparten, difunden y me ayudan con sus comentarios a seguir reflexionando y escribiendo. Gracias a todos y cuento con vosotros en esta nueva etapa.

Como no podía ser de otra manera, aunque no he publicado he seguido escribiendo durante estos meses, así que os amenazo con que tengo varias entradas preparadas a las que iré dando salida durante las próximas semanas. Veremos la periodicidad en función de los feed-backs que vayan teniendo. Tras ellas la intención es mantener al menos una entrada mensual. Veremos.

La temática seguirá siendo la misma: resumidamente, todo lo relacionado con la política social, desde diferentes ópticas y niveles.

¡Ah! Casi se me olvida… Wang ha vuelto de nuevo a vivir conmigo. Ha regresado de China tan lúcido, inocente y cascarrabias como siempre. Ya os contaré sus andanzas de vez en cuando.

Un abrazo a tod@s.

* * * 

P.D. Mientras estaba escribiendo esta entrada y resolviendo mis dudas sobre retomar o no el blog, me llegó la propuesta que nos hacía el compañero Rafa sobre una publicación conjunta de la Blogotsfera. Su propuesta me ha llevado a revisar mis entradas y los comentarios y aportaciones que muchas personas habéis ido haciendo a las mismas, tanto en el blog como en las redes sociales. Todo ello me ha animado a continuar con el blog, así que os comunico que, aunque la responsabilidad es mía, vosotros tenéis en gran parte la culpa de que vuelva.

Aprovecho para poneros los enlaces a las entradas que he seleccionado para esa publicación, que básicamente son las que más impacto tuvieron en su día. Son las siguientes: