miércoles, 26 de diciembre de 2012

Donuts y rosquillas

      Suelo ser de natural pesimista. Mi primer impulso es a pensar que todo se deteriora progresivamente y que si las cosas van mal, tienden a ir a a peor.
    
      Afortunadamente, tengo a Wang a mi lado. Él es de naturaleza optimista. Tiene una convicción infinita en la bondad del ser humano y en las posibilidades de mejora y crecimiento de las personas y las cosas. 

     Como os he dicho en numerosas ocasiones, yo siempre hago a caso a Wang. He comprobado que siempre tiene razón y que sus optimistas previsiones son más certeras que mis malos augurios. Y además son más útiles.

     Hace tiempo que aprendí que no podemos cambiar la realidad. Que no podemos cambiar a las personas. El único cambio posible es sobre nosotros mismos. Sólo podemos cambiar la mirada que tenemos sobre las cosas. Y entonces las cosas cambian. 

     Y en este asunto es cuando me alegro de tener a Wang. El me presta su mirada y en vez de lo negativo, comenzamos a ver lo positivo. En vez de lo que falta, comenzamos a ver lo que existe. Un sabio terapeuta nos decía que hay gente que de los donuts (yo prefiero las rosquillas) sólo se fija en el agujero. En lo que falta, en la carencia. Esa gente va a fracasar en sus intentos por cambiar la realidad a mejor. Si sólo te fijas en lo negativo harás crecer lo negativo.

     No es un tema baladí, en estos momentos. Estos años de crisis, en especial este último año, nos ha llenado de desesperanza y desánimo. Todo son recortes, problemas, dramas... Pero hemos de hacer el esfuerzo, y sé que es difícil, por encontrar las cosas positivas entre todo esto, agarrarnos a ellas y construir. Construir con confianza y con esperanza.

     Yo me lo voy a tomar muy en serio este año que va a comenzar. Y cuando sienta que no puedo, le pediré a Wang que me ayude a mirar las cosas de otra manera.

     Os deseo lo mejor para el próximo nuevo año.


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Lo aprendimos en la infancia

A modo de felicitación de Navidad, hoy quiero compartir con vosotros este escrito de Robert Fulghum, de su libro "Todo lo que realmente necesito saber lo aprendí en el jardín de infancia".

Estas son las cosas que yo aprendí:

Compartir todo, 
jugar sin hacer trampa,
no pegar a la gente,
poner las cosas donde las encontré,
limpiar mis propios líos, 
no coger cosas que no son mías, 
decir perdón cuando hiero a alguien,
lavarme las manos antes de comer, 
tirar de la cadena del servicio,
vivir una vida equilibrada,
aprender algo, pensar algo, 
dibujar, pintar, bailar, jugar y trabajar algo todos los días,
echarme la siesta cada tarde. 

Cuando salgo al mundo, tener cuidado del tráfico,
agarrarme de la mano y permanecer juntos, 
estar atento a las maravillas. 

Recordar la vieja semilla en el plato: las raíces van para abajo y la planta crece para arriba y realmente nadie sabe cómo ni porqué, pero nosotros somos igual que esto, el pez dorado y la tortuga e incluso la semilla morirán. Y nosotros también. Y recuerda la primera palabra que aprendiste: MIRAR, todo lo que necesitas saber está ahí, en alguna parte...

        Coge cualquiera de estas normas y llévala al mundo adulto, a tu familia, a tu trabajo, a tu pueblo, a tu país y seguirá siendo verdad, échate la siesta... e imagina que tienes capacidad para poner las cosas en su sitio o de limpiar tus propios líos cuando las cosas no van bien... Y continúa siendo cierto, no importa cuál sea tu edad, que cundo salgas al mundo es mejor que te agarres de la mano y permanezcas junto a alguien.

* * *

A todos nuestros amigos y lectores, a todos los que están comprometidos con mejorar la realidad, y en especial, a todos los que lo están pasando mal en estos tiempos difíciles, Wang y yo os ofrecemos nuestras manos y os deseamos FELIZ NAVIDAD.



                                                      

miércoles, 12 de diciembre de 2012

La vida es una tómbola...

He dudado mucho en ponerle título a esta entrada. Dudé si llamarla nueva caridad, o nueva beneficencia, o nueva solidaridad... He dudado en el título y he dudado en el contenido. Se perfectamente lo que quiero decir, pero no se si voy a saber expresarlo bien en estas líneas. 

Y es que es un tema polémico, y no quisiera levantar susceptibilidades. Ultimamente anda el personal bastante ocupado en paliar (en sus propias carnes y en las ajenas) los efectos de la crisis como para que venga yo a cuestionar algunas prácticas. 

Juro que no es mi intención hacerlo, pero como cada vez que algo me incomoda prefiero ponerle palabras (es algo que voy aprendiendo con la edad), voy a intentar explicaros lo que pienso y lo que siento.

Lo que siento y lo que pienso ante la gran proliferación de iniciativas solidarias y prácticas de ayuda mútua entre ciudadanos que intentan paliar los efectos de la oleada neoliberal que a modo de tsunami, (ahora que están más de moda en los cines que en la realidad,) está destruyendo nuestro bienestar.

No puedo evitarlo, pero cada vez que surge una noticia en la que desde la iniciativa social o ciudadana se organiza una actividad para hacer frente a algún aspecto de la crisis, me asaltan sentimientos encontrados. Por un lado me reconcilia con el ser humano, que todavía puede desarrollar formas de solidaridad y ayuda mútua ante congéneres en situación de necesidad. Por otro, me queda un regusto amargo, porque siento que este camino, aún siendo una buena noticia, no es más que un retroceso. En este artículo que os enlazo se apuntan algunas cuestiones al respecto.

Es un hecho que el Estado está abdicando de proteger a los desfavorecidos. Lenta, pero inexorablemente, se va desmantelando nuestro Estado de Bienestar. El nuevo lema viene a ser un "sálvese quien pueda" y quien no lo haga es por su torpeza y falta de iniciativa. Ya hemos reflexionado en alguna ocasión sobre la ideología que hay detrás de todo esto. 

El caso es que toda la tarea de protección a los débiles queda en manos de la Sociedad Civil. Y aquí surgen dos caminos: uno son las oportunidades de negocio. Hace poco asistí a unas jornadas sobre economía social y se presentaron datos en los que el volumen de negocio para las empresas sociosanitarias se va a incrementar en los próximos años de una manera exponencial. Lógico y coherente con el mantra privatizador que promueve la secta neoliberal.

El otro camino es el de la solidaridad. Asociaciones, grupos, entidades tendrán que hacerse cargo de lo que no sea rentable en términos económicos. Y es lo que está sucediendo: asociaciones recogiendo libros de texto para los niños de familias que no pueden pagarlos, entidades promoviendo comedores o roperos sociales, consultorios médicos para los ciudadanos que no tienen asistencia sanitaria... Y todo está empezando aún. Iniciativas y actuaciones todas ellas loables y necesarias pero...

Mientras tanto los servicios públicos que antes se encargaban de todo ello están desapareciendo. Lo que en anteriores épocas se presentaba como un complemento de la iniciativa social a las funciones del Estado, poco a poco, sin darnos cuenta, se está convirtiendo en una sustitución de dichas funciones.

Y ahí radica mi malestar. Asociaciones, Fundaciones, ONG´s... están asumiendo la protección social, en una tarea que lleva camino de convertirse en exclusiva. Pero... ¿y los derechos sociales? ¿Serán todas estas entidades las garantes de los derechos de los ciudadanos cuando se encuentren en situación de necesidad? ¿Con qué criterios? ¿Con qué capacidad? ¿Veremos satisfechos o no unos derechos u otros en función de la presencia o no de alguna de estas entidades en nuestro entorno?

Personalmente, me parece un triste camino para la protección social en el siglo XXI (que por cierto, se escribe igual que el XIX tan sólo cambiando el I un poco). Pero no me malinterpretéis. No quiero decir con todo esto que todas estas entidades deban dejar de hacer la función social que realizan. Convivo a diario con situaciones de malestar y se de primera mano lo importante de la labor que algunas de estas entidades hacen.

Tan sólo quiero decir que, a mi juicio, cada vez que surge alguna de estas iniciativas deberíamos vivirlo como un fracaso colectivo, y no como un éxito.Sé que es duro, pero cuantas más iniciativas de este tipo surgen, más fracasado me siento.

Por eso creo imprescidible acompañar la iniciativa de una intensa y mantenida (que a veces se nos olvida pronto), denuncia de los derechos sociales y de la función social que el Estado ha dejado de garantizar y por la que esa iniciativa ha tenido que desarrollarse.

Sin esa labor de denuncia, sin esa reivindicación constante, me parece que no tienen demasiado valor estas actuaciones solidarias, pues nos acercan más a la beneficencia que a la justicia social.

Espero vuestros comentarios.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

El arte de amargarse la vida

"Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así, pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir:"buenos días", nuestro hombre le grita furioso:"¡Quédese usted con su martillo, so penco!"."

No, esta vez no se trata de un cuento de Wang, aunque bien podría serlo. Esta vez se trata de un cuento que contiene un libro que recomiendo con frecuencia. Todo un tratado de cómo nuestras actitudes y percepciones ante la vida nos hacen andar por ella quemados y amargados.

No suelo recomendar libros en este Blog pero éste, si no lo conoceís, no dudéis en leerlo en cuanto tengáis oportunidad. Es un libro pequeño y además el estilo del autor (Paul Watzlawick, un psicoterapeuta de obligada referencia en la terapia familiar sistémica) tiene un tono entre humorístico e irónico que lo hace muy agradable de leer. Imprescindible. Podéis descargarlo en este enlace.

Además, esta entrada me apetecía dedicarla a otras cosas, que el blog últimamente estaba tomando un tono muy serio.

 Y ya que estamos de recomendaciones literarias,  aprovecho para comentaros un libro que leí este verano pasado. Se trata de "El abuelo que saltó por la ventana y se largó", de Jonas Jonasson. Tampoco os lo perdáis.

Divertido y más profundo que lo que en principio parece por su fácil lectura y argumento. Con unos personajes tremendos y una historia amable y divertida. No os contaré de qué va, sólo os adelanto que sale hasta un Trabajador Social.

En fin, dos libros para descongestionar y divertirnos, que falta nos hace. Tanto o más que las otras lecturas que también tenemos que hacer, ahora que las circunstancias sociales nos están convirtiendo a todos en sesudos economístas, sociólogos, antropólogos y yo que sé cuántas cosas más.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Una vivienda, por caridad...

Estamos en el año I d. M. (después de Mariano). Toda España está ocupada por los neo-liberales. ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles ciudadanos resiste todavía y siempre al invasor... 

Me he permitido esta adaptación libre de la famosa introducción a los comics de Asterix, porque creo que recoge fielmente lo que siento que en estos momentos está sucediendo en nuestro país con la política social y los servicios sociales. Una invasión de recortes, ideología trasnochada y privatizaciones que están dejando a los servicios sociales públicos en algo residual, pequeño, rodeado de enemigos que por todas partes quieren hacerlos desaparecer.

Y es que además de los recortes con los que pretenden acabar con el sistema (ya hemos hablado de los recortes en Dependencia, en el Plan Concertado y en tantos otros sitios y programas...) están apareciendo ahora nuevos ataques, estos más ideológicos, que propugnan una sustitución de los valores que sustentaban los servicios públicos de acción social (derechos sociales, universalidad, normalización...) por otros más propios de sistemas benéfico-asistenciales (graciabilidad, caridad, estigmatización...).

Pondré el último ejemplo que me ha golpeado. "La Comunidad de Madríd cede 1.000 viviendas a Cáritas" . Esta reciente noticia viene a resumir condensadamente todo un estilo de hacer política social. La PPolitica Social, la llamo yo.

Juro, prometo y lo que queráis que no tengo nada en contra de Cáritas. Al contrario. Me parece una entidad respetable y valoro su papel en el mundo de la acción social. Pero no me parece la institución a la que la Comunidad de Madrid deba ceder esas viviendas. Los irreductibles galos que aún creemos en los servicios públicos creemos que nadie mejor que la red de servicios sociales de esta Comunidad para gestionar esas viviendas.

El Sistema Público de Protección Social que llamamos Servicios Sociales cuenta con magníficos profesionales que conocen de primera mano las necesidades de vivienda de la población que más lo requiere. Cuentan con datos, experiencia, equipos profesionales habituados a trabajar para la inclusión social... ¿Quién mejor que ellos? Pero tienen un problema: son públicos. Y eso parece que a los gestores políticos actuales les produce urticaria.

Además de una operación de maquillaje, esta estrategia de las viviendas tiene una carga de profundidad, dirigida a los Servicios Sociales. "No importáis, no os consideramos, sois prescindibles".

Nunca habíamos previsto una vuelta tan atroz a la beneficencia. "Están locos, estos romanos..." que diría Obelix. Desde esta pequeña aldea digital, conectada con otras pequeñas aldeas digitales y virtuales, tenemos que resistir y defender los servicios sociales públicos. 

Por cierto ¿alguien tiene poción mágica?