miércoles, 26 de diciembre de 2012

Donuts y rosquillas

      Suelo ser de natural pesimista. Mi primer impulso es a pensar que todo se deteriora progresivamente y que si las cosas van mal, tienden a ir a a peor.
    
      Afortunadamente, tengo a Wang a mi lado. Él es de naturaleza optimista. Tiene una convicción infinita en la bondad del ser humano y en las posibilidades de mejora y crecimiento de las personas y las cosas. 

     Como os he dicho en numerosas ocasiones, yo siempre hago a caso a Wang. He comprobado que siempre tiene razón y que sus optimistas previsiones son más certeras que mis malos augurios. Y además son más útiles.

     Hace tiempo que aprendí que no podemos cambiar la realidad. Que no podemos cambiar a las personas. El único cambio posible es sobre nosotros mismos. Sólo podemos cambiar la mirada que tenemos sobre las cosas. Y entonces las cosas cambian. 

     Y en este asunto es cuando me alegro de tener a Wang. El me presta su mirada y en vez de lo negativo, comenzamos a ver lo positivo. En vez de lo que falta, comenzamos a ver lo que existe. Un sabio terapeuta nos decía que hay gente que de los donuts (yo prefiero las rosquillas) sólo se fija en el agujero. En lo que falta, en la carencia. Esa gente va a fracasar en sus intentos por cambiar la realidad a mejor. Si sólo te fijas en lo negativo harás crecer lo negativo.

     No es un tema baladí, en estos momentos. Estos años de crisis, en especial este último año, nos ha llenado de desesperanza y desánimo. Todo son recortes, problemas, dramas... Pero hemos de hacer el esfuerzo, y sé que es difícil, por encontrar las cosas positivas entre todo esto, agarrarnos a ellas y construir. Construir con confianza y con esperanza.

     Yo me lo voy a tomar muy en serio este año que va a comenzar. Y cuando sienta que no puedo, le pediré a Wang que me ayude a mirar las cosas de otra manera.

     Os deseo lo mejor para el próximo nuevo año.


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Lo aprendimos en la infancia

A modo de felicitación de Navidad, hoy quiero compartir con vosotros este escrito de Robert Fulghum, de su libro "Todo lo que realmente necesito saber lo aprendí en el jardín de infancia".

Estas son las cosas que yo aprendí:

Compartir todo, 
jugar sin hacer trampa,
no pegar a la gente,
poner las cosas donde las encontré,
limpiar mis propios líos, 
no coger cosas que no son mías, 
decir perdón cuando hiero a alguien,
lavarme las manos antes de comer, 
tirar de la cadena del servicio,
vivir una vida equilibrada,
aprender algo, pensar algo, 
dibujar, pintar, bailar, jugar y trabajar algo todos los días,
echarme la siesta cada tarde. 

Cuando salgo al mundo, tener cuidado del tráfico,
agarrarme de la mano y permanecer juntos, 
estar atento a las maravillas. 

Recordar la vieja semilla en el plato: las raíces van para abajo y la planta crece para arriba y realmente nadie sabe cómo ni porqué, pero nosotros somos igual que esto, el pez dorado y la tortuga e incluso la semilla morirán. Y nosotros también. Y recuerda la primera palabra que aprendiste: MIRAR, todo lo que necesitas saber está ahí, en alguna parte...

        Coge cualquiera de estas normas y llévala al mundo adulto, a tu familia, a tu trabajo, a tu pueblo, a tu país y seguirá siendo verdad, échate la siesta... e imagina que tienes capacidad para poner las cosas en su sitio o de limpiar tus propios líos cuando las cosas no van bien... Y continúa siendo cierto, no importa cuál sea tu edad, que cundo salgas al mundo es mejor que te agarres de la mano y permanezcas junto a alguien.

* * *

A todos nuestros amigos y lectores, a todos los que están comprometidos con mejorar la realidad, y en especial, a todos los que lo están pasando mal en estos tiempos difíciles, Wang y yo os ofrecemos nuestras manos y os deseamos FELIZ NAVIDAD.



                                                      

miércoles, 12 de diciembre de 2012

La vida es una tómbola...

He dudado mucho en ponerle título a esta entrada. Dudé si llamarla nueva caridad, o nueva beneficencia, o nueva solidaridad... He dudado en el título y he dudado en el contenido. Se perfectamente lo que quiero decir, pero no se si voy a saber expresarlo bien en estas líneas. 

Y es que es un tema polémico, y no quisiera levantar susceptibilidades. Ultimamente anda el personal bastante ocupado en paliar (en sus propias carnes y en las ajenas) los efectos de la crisis como para que venga yo a cuestionar algunas prácticas. 

Juro que no es mi intención hacerlo, pero como cada vez que algo me incomoda prefiero ponerle palabras (es algo que voy aprendiendo con la edad), voy a intentar explicaros lo que pienso y lo que siento.

Lo que siento y lo que pienso ante la gran proliferación de iniciativas solidarias y prácticas de ayuda mútua entre ciudadanos que intentan paliar los efectos de la oleada neoliberal que a modo de tsunami, (ahora que están más de moda en los cines que en la realidad,) está destruyendo nuestro bienestar.

No puedo evitarlo, pero cada vez que surge una noticia en la que desde la iniciativa social o ciudadana se organiza una actividad para hacer frente a algún aspecto de la crisis, me asaltan sentimientos encontrados. Por un lado me reconcilia con el ser humano, que todavía puede desarrollar formas de solidaridad y ayuda mútua ante congéneres en situación de necesidad. Por otro, me queda un regusto amargo, porque siento que este camino, aún siendo una buena noticia, no es más que un retroceso. En este artículo que os enlazo se apuntan algunas cuestiones al respecto.

Es un hecho que el Estado está abdicando de proteger a los desfavorecidos. Lenta, pero inexorablemente, se va desmantelando nuestro Estado de Bienestar. El nuevo lema viene a ser un "sálvese quien pueda" y quien no lo haga es por su torpeza y falta de iniciativa. Ya hemos reflexionado en alguna ocasión sobre la ideología que hay detrás de todo esto. 

El caso es que toda la tarea de protección a los débiles queda en manos de la Sociedad Civil. Y aquí surgen dos caminos: uno son las oportunidades de negocio. Hace poco asistí a unas jornadas sobre economía social y se presentaron datos en los que el volumen de negocio para las empresas sociosanitarias se va a incrementar en los próximos años de una manera exponencial. Lógico y coherente con el mantra privatizador que promueve la secta neoliberal.

El otro camino es el de la solidaridad. Asociaciones, grupos, entidades tendrán que hacerse cargo de lo que no sea rentable en términos económicos. Y es lo que está sucediendo: asociaciones recogiendo libros de texto para los niños de familias que no pueden pagarlos, entidades promoviendo comedores o roperos sociales, consultorios médicos para los ciudadanos que no tienen asistencia sanitaria... Y todo está empezando aún. Iniciativas y actuaciones todas ellas loables y necesarias pero...

Mientras tanto los servicios públicos que antes se encargaban de todo ello están desapareciendo. Lo que en anteriores épocas se presentaba como un complemento de la iniciativa social a las funciones del Estado, poco a poco, sin darnos cuenta, se está convirtiendo en una sustitución de dichas funciones.

Y ahí radica mi malestar. Asociaciones, Fundaciones, ONG´s... están asumiendo la protección social, en una tarea que lleva camino de convertirse en exclusiva. Pero... ¿y los derechos sociales? ¿Serán todas estas entidades las garantes de los derechos de los ciudadanos cuando se encuentren en situación de necesidad? ¿Con qué criterios? ¿Con qué capacidad? ¿Veremos satisfechos o no unos derechos u otros en función de la presencia o no de alguna de estas entidades en nuestro entorno?

Personalmente, me parece un triste camino para la protección social en el siglo XXI (que por cierto, se escribe igual que el XIX tan sólo cambiando el I un poco). Pero no me malinterpretéis. No quiero decir con todo esto que todas estas entidades deban dejar de hacer la función social que realizan. Convivo a diario con situaciones de malestar y se de primera mano lo importante de la labor que algunas de estas entidades hacen.

Tan sólo quiero decir que, a mi juicio, cada vez que surge alguna de estas iniciativas deberíamos vivirlo como un fracaso colectivo, y no como un éxito.Sé que es duro, pero cuantas más iniciativas de este tipo surgen, más fracasado me siento.

Por eso creo imprescidible acompañar la iniciativa de una intensa y mantenida (que a veces se nos olvida pronto), denuncia de los derechos sociales y de la función social que el Estado ha dejado de garantizar y por la que esa iniciativa ha tenido que desarrollarse.

Sin esa labor de denuncia, sin esa reivindicación constante, me parece que no tienen demasiado valor estas actuaciones solidarias, pues nos acercan más a la beneficencia que a la justicia social.

Espero vuestros comentarios.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

El arte de amargarse la vida

"Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así, pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir:"buenos días", nuestro hombre le grita furioso:"¡Quédese usted con su martillo, so penco!"."

No, esta vez no se trata de un cuento de Wang, aunque bien podría serlo. Esta vez se trata de un cuento que contiene un libro que recomiendo con frecuencia. Todo un tratado de cómo nuestras actitudes y percepciones ante la vida nos hacen andar por ella quemados y amargados.

No suelo recomendar libros en este Blog pero éste, si no lo conoceís, no dudéis en leerlo en cuanto tengáis oportunidad. Es un libro pequeño y además el estilo del autor (Paul Watzlawick, un psicoterapeuta de obligada referencia en la terapia familiar sistémica) tiene un tono entre humorístico e irónico que lo hace muy agradable de leer. Imprescindible. Podéis descargarlo en este enlace.

Además, esta entrada me apetecía dedicarla a otras cosas, que el blog últimamente estaba tomando un tono muy serio.

 Y ya que estamos de recomendaciones literarias,  aprovecho para comentaros un libro que leí este verano pasado. Se trata de "El abuelo que saltó por la ventana y se largó", de Jonas Jonasson. Tampoco os lo perdáis.

Divertido y más profundo que lo que en principio parece por su fácil lectura y argumento. Con unos personajes tremendos y una historia amable y divertida. No os contaré de qué va, sólo os adelanto que sale hasta un Trabajador Social.

En fin, dos libros para descongestionar y divertirnos, que falta nos hace. Tanto o más que las otras lecturas que también tenemos que hacer, ahora que las circunstancias sociales nos están convirtiendo a todos en sesudos economístas, sociólogos, antropólogos y yo que sé cuántas cosas más.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Una vivienda, por caridad...

Estamos en el año I d. M. (después de Mariano). Toda España está ocupada por los neo-liberales. ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles ciudadanos resiste todavía y siempre al invasor... 

Me he permitido esta adaptación libre de la famosa introducción a los comics de Asterix, porque creo que recoge fielmente lo que siento que en estos momentos está sucediendo en nuestro país con la política social y los servicios sociales. Una invasión de recortes, ideología trasnochada y privatizaciones que están dejando a los servicios sociales públicos en algo residual, pequeño, rodeado de enemigos que por todas partes quieren hacerlos desaparecer.

Y es que además de los recortes con los que pretenden acabar con el sistema (ya hemos hablado de los recortes en Dependencia, en el Plan Concertado y en tantos otros sitios y programas...) están apareciendo ahora nuevos ataques, estos más ideológicos, que propugnan una sustitución de los valores que sustentaban los servicios públicos de acción social (derechos sociales, universalidad, normalización...) por otros más propios de sistemas benéfico-asistenciales (graciabilidad, caridad, estigmatización...).

Pondré el último ejemplo que me ha golpeado. "La Comunidad de Madríd cede 1.000 viviendas a Cáritas" . Esta reciente noticia viene a resumir condensadamente todo un estilo de hacer política social. La PPolitica Social, la llamo yo.

Juro, prometo y lo que queráis que no tengo nada en contra de Cáritas. Al contrario. Me parece una entidad respetable y valoro su papel en el mundo de la acción social. Pero no me parece la institución a la que la Comunidad de Madrid deba ceder esas viviendas. Los irreductibles galos que aún creemos en los servicios públicos creemos que nadie mejor que la red de servicios sociales de esta Comunidad para gestionar esas viviendas.

El Sistema Público de Protección Social que llamamos Servicios Sociales cuenta con magníficos profesionales que conocen de primera mano las necesidades de vivienda de la población que más lo requiere. Cuentan con datos, experiencia, equipos profesionales habituados a trabajar para la inclusión social... ¿Quién mejor que ellos? Pero tienen un problema: son públicos. Y eso parece que a los gestores políticos actuales les produce urticaria.

Además de una operación de maquillaje, esta estrategia de las viviendas tiene una carga de profundidad, dirigida a los Servicios Sociales. "No importáis, no os consideramos, sois prescindibles".

Nunca habíamos previsto una vuelta tan atroz a la beneficencia. "Están locos, estos romanos..." que diría Obelix. Desde esta pequeña aldea digital, conectada con otras pequeñas aldeas digitales y virtuales, tenemos que resistir y defender los servicios sociales públicos. 

Por cierto ¿alguien tiene poción mágica?

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Pequeños detalles

El ejercito neoliberal avanza imparable, con su armamento privatizador y sus estrategias de desprestigio de lo público. Van ganando posiciones, apoyados en el poder, la manipulación, la mentira y el miedo.

Me dice Wang que últimamente ando más enfadado que de costumbre. Él, como buen oriental, suele tener bastante control sobre sus emociones y me ha preguntado, preocupado, qué me pasa. Para explicárselo, le he expuesto un detalle y un ejemplo:

El detalle: la Presidenta del Gobierno de nuestro querido (y maltratado) Aragón, dejando bien clarito su argumentario. "Yo no creo en el empleo público, creo en el privado". Es de agradecer esa sinceridad, y que cuando estamos viendo como vapulean por todos los lados a los servicios públicos, al menos no nos hagan "luz de gas". Gracias.

El ejemplo: una diputada del PP, una tal Pilar Sol acusando en una comisión de Política Social a los parados que cobran 400 euros de malgastarlos en cosas no apropiadas como una "televisión de plasma".
   
   Como trabajador social me ofenden y me hieren este tipo de manifestaciones, que a duras penas aguanto entre la gente de la calle, pero que no soporto cuando las hacen cargos públicos. Me parece mezquino y creo que debería conllevar la dimisión inmediata de la susodicha.

     Eso, o al menos que se atreva a mirar a la cara (que es muy fácil hablar en los Parlamentos) a la gran mayoría de las personas que se las ven y se las desean para sobrevivir con esos 400 euros y les repita, como digo mirándoles a los ojos, semejantes acusaciones. Si quiere hacerlo, yo le presento unas cuantas familias que estarían encantadas de escucharla y de contarle, con mucho más respeto que el que ella les ha mostrado, en qué se gastan 400 euros cuando son lo único que tienes para sobrevivir.

Wang ha entendido mi cabreo. Seguro que tú también.

Hasta la próxima entrada, que ya se me habrá pasado.



lunes, 26 de noviembre de 2012

Trabajo social digital

     No, aunque termine casi igual, esta entrada no se refiere al estupendo Blog de nuestra amiga Belén "Trabajo social y tal". ¡Cómo que aún no lo conoces! ¿A qué esperas? 

     Me refiero al mundo digital, esto es, la red, internet, las nuevas tecnologias, las redes sociales, los blogs, páginas web y demás zarandajas digitales.

     El pasado sábado tuvimos un encuentro en el Consejo General de Trabajo Social un pequeño grupo de trabajadores sociales que tenemos presencia en la red mediante algún tipo de blog. Fue un primer encuentro, muchos compañer@s se quedaron sin venir, porque no pudieron o porque no pudimos contactar con ellos. Habrá más oportunidades, porque los que estuvimos allí compartíamos todos una reflexión: la importancia que para nuestra profesión tienen las redes digitales. 

Éstas se han convertido en un instrumento importante, camino de hacerse imprescindible, para conseguir los objetivos que como trabajadores sociales tenemos.

     Dos conclusiones principales saqué de este encuentro: la necesidad de que el Trabajo Social, los trabajadores sociales tengamos una mayor presencia en la red, nos visibilicemos como tales, las utilicemos para difundir nuestra profesión, nuestros proyectos, nuestras reflexiones... Y las posibilidades que, como digo, la red ofrece para nuestro quehacer profesional. Ambas son complementarias y se retroalimentan.

     Porque si alguna ventaja tienen esto de las redes digitales es que nos conectan. Y una profesión que da tanta importancia como la nuestra a las conexiones, a las interacciones, en suma a la relación entre personas, no puede permanecer al margen de estas redes.

Foto "oficial" del encuentro.

     Cada vez más hay trabajadores sociales que tienen blogs, páginas web, o utilizan internet y las redes sociales para estar informados, compartir y difundir contenidos, participar o intervenir en la realidad social. Es algo que hay que seguir animando y potenciando.

     Otra ventaja que desde mi punto de vista tiene esta presencia en la red de tantos trabajadores sociales es que permite el diálogo entre nosotros. Y a mí me parece fundamental este diálogo. Mediante él reflexionamos, compartimos información, en suma, construimos nuestras intervenciones. Un profesional, un trabajador social aislado difícilmente conseguirá sus objetivos.

     Así que desde este pequeño rincón digital te animo a que te "digitalices" cada vez más. ¡Ah! Y naturalmente sin perder el contacto analógico. Que verse, sentirse, tocarse y estar junto a otros es igual o más importante. ¿No?


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Trabajo social y acción política

Entre las estrategias con las que se intentaba deslegitimar la huelga general de la semana pasada figuraba una, la acusación de que era una huelga "política", que me ha sugerido algunas reflexiones como ciudadano y como trabajador social.

La situación ha llegado a tal nivel y el desprestigio de la política es tan pronunciado que se intenta desconfirmar las movilizaciones sociales tildándolas de "políticas". Comprometerse con alguna causa social es "hacer política". Movilizarse, protestar, criticar... es "hacer política". Intentar cambiar las cosas es "hacer política". Pues claro ¿y qué?.

El problema en el fondo no es si se hace o no política, sino lo sumisos o no que somos como ciudadanos. Está claro que nos quieren así, sumisos, "silenciosos" y, naturalmente, fieles consumidores. Si el personal reflexiona, se vuelve crítico y actúa, los poderosos ven en riesgo sus estrategias.

Nuestra profesión tampoco es ajena a estas presiones. A veces surgen ciertos debates sobre si los trabajadores sociales debemos o podemos participar en movilizaciones políticas, si al comprometernos en política abandonamos nuestra neutralidad y dejamos de ser fieles a los principios que nos inspiran.

Yo pienso todo lo contrario, y aunque seguro que muchos pensaís diferente, a mí me sale de la tripas (últimamente voy aprendiendo a hacerles más caso a mis tripas que a mi corazón o a mi cabeza, dos órganos que al menos en mi caso, suelen equivocarse con bastante frecuencia) participar y apoyar las movilizaciones, actividades y manifestaciones que se están convocando en contra de la política social que las huestes neoconservadoras están aplicando.


Y me siento llamado a participar, no sólo desde mi condición de ciudadano (para lo que no necesito ninguna legitimación, naturalmente, a pesar de que, como señalo más arriba, nuestro querido presidente de la nación prefiera ciudadanos "silenciosos"), sino también desde mi condición de trabajador social.

Porque el trabajo social, desde sus inicios, ha estado siempre comprometido con la reforma social. Ultimamente estoy teniendo oportunidad de revisitar la historia de nuestra profesión, y es una gozada confirmar cómo las pioneras de nuestra profesión, ya hace más de 100 años, estaban comprometidas no sólo con la ayuda a los indivíduos y familias en situación de desventaja social, sino con el cambio de las estructuras y dinámicas sociales que, en aquellos años, estaban generando todo tipo de situaciones de injusticia y desigualdad social. 

     Magnífica campaña de nuestros compañer@s del COTS de Málaga recordándonos algunas cosas.

Ya disculparéis los que estéis teniendo la paciencia de leer esta entrada y no seáis trabajadores sociales, pero a mí me está haciendo pensar mucho comprobar, por ejemplo, cómo y con qué intensidad estaban Jane Addams y el movimiento de los Settlements houses comprometidos con las causas que en aquellos años se libraban: el trabajo infantil, la educación pública, la liberación de la mujer o de las minorías étnicas... También cómo Mary Richmond y las Charity Organization Societies estaban preocupadas tanto por la mejora individual como por la mejora colectiva de las condiciones de vida a través de las reformas sociales y legislativas.


Porque salvando las distancias, la situación actual no deja de tener reminiscencias de la que nuestras pioneras vivieron en aquellos años. Si el liberalismo y el capitalismo salvaje había creado entonces grandes capas de pobreza, que se extendían por toda la clase social obrera, en la actualidad el neoliberalismo y el capitalismo no menos salvaje que entonces, están haciendo lo mismo con grandes sectores de nuestra sociedad actual. La pobreza avanza sin tregua, miles de ciudadanos se ven privados de derechos fundamentales: la vivienda, la sanidad, el empleo, hasta la subsistencia...

Por eso creo que hoy es más necesario que nunca que el Trabajo Social recuerde sus orígenes y, además de seguir trabajando en la ayuda a los que lo están pasando mal, refuerce su papel de denuncia y lidere los movimientos de lucha y reformas sociales. Muchos compañer@s lo están haciendo, comprometidos en diversos ámbitos, y a nivel colectivo están surgiendo movimientos como por ejemplo la Marea Naranja, que pueden servir de eficaces instrumentos en esa lucha.

Si eres trabajador@ social, seguro que sabes de lo que hablo. Y si no lo eres, espero que ahora comprendas un poco más nuestras razones para movilizarnos. Si quieres acompañarnos, estaremos encantados, necesitamos ir todos juntos. 



jueves, 15 de noviembre de 2012

Historia, gracias y esperanza.

La verdad es que no pensaba escribir ninguna entrada hoy. La red imagino que estará echando humo con todas las fotos, comentarios y críticas sobre la huelga de ayer y no quisiera saturar a nadie, pero tengo la sensación de estar viviendo un momento histórico y no puedo dejar de reflejar en este blog algunas de mis sensaciones.

La primera es precisamente que estamos ante un momento histórico. Algunos pensaréis que exagero, pero creo que no. Es un momento histórico para la sociedad española en general, pero quiero referirme especialmente a nuestra profesión. Como trabajadores sociales y junto a otros compañeros de los servicios sociales estamos movilizándonos, organizándonos y luchando por los oprimidos, por los desfavorecidos, por la gente que peor lo está pasando en esta crisis. Asumiendo nuestra función de denuncia, de crítica social, de agentes de transformación social, visibilizándonos, creo que estamos haciendo historia para nuestra profesión en España.

La segunda de mis sensaciones es de agradecimiento. En especial a toda la Marea Naranja, que se ha convertido en un instrumento perfecto para vehiculizar toda esa lucha a la que me refiero. Y en particular a toda la gente concreta que hay detrás de este movimiento, a la que desde aquí también quiero manifestar todo mi reconocimiento: los organizadores, dinamizadores, a los que se dedican al trabajo interno y hacen posible que todos podamos participar de las acciones diseñadas.  Gracias en mi nombre y en nombre de todas las personas por las que luchamos.

Y la tercera de las sensaciones que hoy tengo es la de esperanza. Esperanza de que en las próximas convocatorias de la Marea Naranja estaremos muchos más profesionales, usuarios, amigos y simpatizantes. Esperanza de que gracias a nuestra movilización masiva y junto a la movilización de otra mucha gente, todo va a cambiar a mejor y construiremos una sociedad más libre, más justa y más solidaria.

Ayer fue un día de fiesta. Hoy toca volver a trabajar, con el ánimo renovado y la esperanza por bandera. Nadie está sólo. Somos muchos. Más que ellos, seguro.

martes, 13 de noviembre de 2012

Porque aún tenemos mañana.

      Mañana voy a hacer huelga. Como dice la canción, "nos sobran los motivos". Ahí van unos cuantos de los míos.

 

    Porque en los últimos cinco años hemos experimentado un gran retroceso en nuestro nivel de vida. Al descenso en nuestra capacidad adquisitiva como consecuencia del desempleo generalizado se le ha añadido en el último año un fuerte recorte en nuestros sistemas públicos de protección social, consecuencia del auge de la política neoliberal, lo cual ha supuesto además que nuestra calidad de vida se vea amenazada a niveles que nunca hubiéramos creído. Aunque nivel de vida y calidad de vida están relacionados, no tienen una relación inequívoca y exacta. Por desgracia, ambos ambos están descendiendo en nuestras vidas en una espiral que parece imparable. 

    Porque los trabajadores sociales estamos presenciando en primera línea las consecuencias de todo ello. Una sociedad cada vez más empobrecida, unos sectores de población vulnerable cada vez más desprotegida, personas mayores, menores, discapacitados, inmigrantes, dependientes... pasándolo cada vez peor. Familias cada vez con menos capacidad para superar sus conflictos, estresadas por la búsqueda de la supervivencia, asustadas ante el futuro que se les viene encima. Deshaucios, penuria, estrecheces... Cada vez peor atendidos por el sistema sanitario, por el educativo, por el social, cuyos profesionales se la ven y se las desean para seguir haciendo una labor que hoy es más necesaria que nunca.

    Porque nuestros gobernantes están insensibilizados ante el dolor y el sufrimiento ajenos. No creo que sea por maldad, en la mayoría de los casos. Tan sólo están cegados por una ideología que, a modo de secta, les tiene de acólitos de ese dios llamado mercado. Henchidos de poder se imaginan en el camino correcto, anestesiados ante las consecuencias de la desigualdad social que sus políticas están generando y agrandando. Ungidos por la gloria de las elecciones, sin caer en la cuenta de su ineptitud y escasas aptitudes, creídos de ser los mejores, sin conciencia de la meritocracia que reina en sus partidos.

     Porque en este panorama tan sombrío surgen movimientos ciudadanos que nos reconcilian con la democracia, personas que nos recuerdan el valor de las personas, iniciativas que vuelven a poner la creatividad por encima del horizonte gris que nos envuelve, acciones solidarias, participativas y valientes que nos ayudan a mantener la esperanza de que todo va a cambiar a mejor, si nos empeñamos fuerte en conseguirlo.

     Porque mañana es otro día más para luchar y construir otro mañana diferente al que nos están empujando. Por todo eso, y por unas cuantas cosas más, yo voy a hacer huelga mañana.




miércoles, 7 de noviembre de 2012

Los colibrís se ponen en huelga


L@s que seguís este blog seguro que no hace falta que os explique las razones por las que el próximo miércoles creo que tenemos que secundar la huelga que ha sido convocada.

Para los que aún tengan alguna duda, os recomiendo que leáis detenidamente la entrada que nuestro compañero Joaquín colgó hace unos días en su blog:  Un acto de legítima defensa


Y para los que penséis que las huelgas no sirven para nada, comparto con vosotros este pequeño cuento que Wang me cuenta en numerosas ocasiones:
 

"Aquel día hubo un gran incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos. En mitad de la confusión, un pequeño colibrí empezó a volar en dirección contraria a todos los demás.

 Los leones, las jirafas, los elefantes... todos miraban al colibrí asombrados, pensando qué demonios hacía yendo hacia el fuego. Hasta que uno de los animales, por fín, le preguntó: "¿Dónde vas?
¿Estás loco? Tenemos que huir del fuego".

 El colibrí le contestó: "En medio de la selva hay un lago, recojo un poco de agua con mi pico y ayudo a apagar el incendio". Asombrado, el otro animal sólo pudo decirle "Estás loco, no va a servir para nada. Tú solo no podrás apagarlo".

Y el colibrí, seguro de sí mismo, respondió:
"Es posible, pero yo cumplo con mi parte."


miércoles, 31 de octubre de 2012

Tontos, vagos y delincuentes

Los discursos configuran la realidad, y algunas noticias, si no se filtran y contrastan, pueden convertirse en peligrosas profecías autocumplidas al servicio de los intereses de los poderosos.

     Desde hace ya tiempo me pregunto cómo podemos vivir en este país, apático, sucio, con la peor juventud del mundo, la mas tonta de todo nuestro entorno,  la sociedad más indolente y menos productiva de los paises desarrollados.

     Si habéis caído en la cuenta, cada cierto tiempo nos asalta alguna noticia en que la sociedad española, o alguno de sus sectores, habitualmente la juventud, se encuentra en los últimos puestos de un supuesto ranking de virtudes y defectos entre paises.

    Por ejemplo, el informe PISA. Siempre que se hace público, se destaca que ocupamos los últimos lugares en cuanto a desempeño escolar y quedamos con la sensación de que tenemos los escolares más retrasados y los maestros más ineptos de toda nuestra vecina Europa. Naturalmente, esto sirve de coartada para que el gobierno de turno acometa reformas sobre el sistema educativo, amparados en que son necesarias ya que los datos demuestran la ineficacia del sistema. Este artículo que os enlazo reflexiona sobre ello.

     Yo siempre me he preguntado hasta qué punto son verdad estas noticias. Estos estudios, ¿quién los hace?, ¿cómo se hacen?, ¿desde qué criterios evalúan?, ¿a qué intereses sirven?. Si no los analizamos en profundidad, al final lo único que consiguen es minar nuestra autoestima y nos quedamos con la sensación de que los españoles somos los más tontos de Europa e incluso del mundo.  

      Por que, aunque diéramos veracidad al 100 % a los resultados del estudio, ¿a qué atribuimos el resultado? Y aquí nos encontramos ante una encrucijada clásica y bien conocida por los que nos dedicamos al mundo de lo social. Podemos atribuirla a los individuos (tenemos los alumnos y maestros más vagos y menos preparados de todo el entorno) o a la estructura (somos el país que menos recursos dedica a la educación). Personalmente pienso que las personas, por el hecho de nacer en un país o en otro, no somos esencialmente diferentes. Lo que nos hace diferentes son las  oportunidades que en un entorno u otro tenemos. Por ello, nuestro desempeño escolar ¿tendrá algo que ver con la inversión que hemos hecho en educación? ¿estará por casualidad relacionado con que tengamos el gasto social en educación, desde hace décadas, más bajo de la Unión Europea? (ver enlace) 


     Pues al Gobierno de nuestra nación no debe parecerle tan evidente la relación, afanado como está en seguir detrayendo recursos y recortando cada vez más los exiguos sistemas de protección que teníamos, entre ellos la educación.

      Pero si la utilización de informes como el de PISA les sirven a los talibanes del neoliberalismo para recortar la educación, para recortar derechos laborales utilizan una especie de palabra mágica: la productividad. De cuando en cuando, se nos recuerda que somos los trabajadores menos productivos de Europa. En comparación con los alemanes, ejemplo de sobriedad y honradez, los españoles venimos a ser algo así como una banda de vagos sin moral ni ética, sólo interesados en escaquearnos del trabajo y en vivir siempre de fiesta, como muy bien señala nuestro amigo Joaquín en esta entrada de su blog.

     De nuevo la carga de la culpa se sitúa en el individuo, en este caso el trabajador, tildado de vago y aprovechado y por tanto, queda legitimada la destrucción de sus derechos. Se obvia, naturalmente, la relación entre la productividad y la calidad del entorno laboral, tanto en condiciones como en recursos de las propias empresas. ¿No serán las empresas las que necesitan reformas, y no los trabajadores? Pues parece ser que no, a la vista de la política económica que nos aplican.


   Y tan grave como los anteriores es otro de los estigmas que frecuentemente aparecen en las noticias: los españoles lideramos habitualmente (en dura pugna con los ciudadanos de la Gran Bretaña) (ver enlace) el ranking en el consumo de cocaína. Aunque esta historia es algo más compleja que las anteriores y merecerá que le dediquemos en el futuro una reflexión más específica.

     Por mi parte, le he preguntado a Wang qué opina de nosotros, los españoles. Si piensa que nuestra sociedad está formada mayoritariamente por tontos, vagos y delincuentes. Críptico como siempre, me ha contestado que lo importante es lo que nosotros pensamos sobre nosotros mismos. Y después nos hemos ido juntos de copas.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Políticos... ¡qué monos!

Tras mis últimos escarceos en el mundo del deporte, vuelvo a otros terrenos. Esta vez no puedo dejar de dedicar una entrada a comentar algunos episodios recientes de la realidad social y política actual.


 Y es que cuando uno piensa que esta realidad ya no puede sorprenderle más, que lo hemos visto todo, aparece un fulano, (ver enlace) un tal Castelao, Presidente del Consejo General de la Ciudadanía en el Exterior, (por aquí no recortan ¿eh?) y se lanza con la frase de que “las leyes son como las mujeres, están para violarlas”, lo cual ha supuesto una generalizada (que no unánime) reprobación y el subsiguiente reproche.

      El hecho es de tal gravedad que se califica a sí mismo, pero hay dos detalles que me parece necesario subrayar. Por un lado que piense que las leyes están para violarlas. Es una afirmación que ha pasado una tanto desapercibida por la salvajada sobre las mujeres, pero ¿es de recibo que un representante gubernamental piense que puede hacer con las leyes lo que quiera a su antojo?. Es algo bastante extendido, me temo, entre muchos representantes políticos actuales. Si la ley no responde a mis intereses, me la salto. La Ley está supeditada a mi criterio.

      El otro aspecto de la noticia es que hay cierta comprensión y connivencia con el personaje. No es destituido fulminantemente, dimite dos o tres días más tarde, siendo felicitado por ello y permitiéndose el “amigo” decir que no dimite por el hecho, sino por motivos personales. ¡Toma ejemplo de arrepentimiento!. Cuando tanto se habla de regenerar la vida política me pregunto si es posible con este tipo de actitudes.

            El segundo “sucedido” que me ha llamado la atención son los comentarios de nuestro Presidente Rajoy sobre las manifestaciones. Su “reconocimiento a todas las personas que no se manifiestan” contiene un doble mensaje, semejante a un doble vínculo, bastante perverso y que indica un escaso talante democrático. Se trata de descalificar, de menospreciar y de deslegitimar las voces discordantes, tildándolas de “antipatriotas”. El uso de la mayoría silenciosa (buena) contra la minoría que protesta y se manifiesta (mala) es la clásica maniobra dicotómica para desconfirmar el uso de un derecho tan importante como el de la expresión de la discrepancia. Y me parece especialmente grave que lo haga el principal responsable político del país. Vuelve a ser un ejemplo de qué tipo de políticos tenemos y qué difícil va a ser esa regeneración de la que tanto se habla.


          Genial vídeo de la “campaña” que con motivo de estas declaraciones realizaron en el programa “El intermedio”, denunciando la manipulación que escondían las palabras del Presidente. No dejéis de verlo.

            Y el tercer tema con el que me he encontrado estos últimos días es con la última encuesta del CIS sobre la valoración de los políticos, la peor en toda la historia de nuestra democracia, y en la que se indica, por ejemplo, que el 27 % de la población considera a los políticos como uno de los tres principales problemas del país.


            Este descrédito de los políticos está generando no poca polémica en la sociedad, entre detractores y defensores de la función política. Referirse a la “clase política” está de moda, unos para señalar los desmanes y abusos de los políticos y otros para acusar a los primeros de que con esa generalización se está haciendo el juego a quien pretende imponer en el Estado fórmulas de funcionamiento totalitarias y no de representación política. En alguna anterior entrada ya me he referido a esta dialéctica, y me temo que tendremos que seguir aludiendo a estos temas en próximas fechas.


      Hoy lo que quiero señalar es la actitud que los dos grandes partidos de nuestro país han tomado respecto a esa realidad: ¡se echan la culpa los unos a los otros!   Enlace

      Como dice Wang. ¡qué monos!

miércoles, 10 de octubre de 2012

Maratón

 En una entrada anterior os comenté que este año tenía, entre otros, el reto de hacer una maratón por primera vez. Esta es la historia.

    8,30 de la mañana. Comienza la maratón. Casi 1.000 corredores me acompañan. Me siento arropado. Todos compartimos un mismo objetivo. Nervios. Es mi primera maratón. He entrenado mucho para terminarla. Pienso que, en realidad, hace ya mucho tiempo que la comencé. Pero ahora surge la duda: ¿seré capaz de terminarla? ¿me responderán mis músculos y articulaciones?

     Los primeros kilómetros pasan rápido. Me he fijado el objetivo de terminarla en cuatro horas y decido fijarme un ritmo constante. Me encuentro bien, podría ir más rápido, pero aunque a mis piernas les apetezca acelerar el ritmo, mi cabeza sabe que el camino es largo y que tengo que guardar fuerzas para el final. Frena. Despacio. Voy intentando buscar un grupo que vaya a mi ritmo. Es difícil. Unos van más deprisa y otros más despacio. A veces voy sólo y a veces acompañado.

     Kilómetro 10. Sigo bastante bien. Voy según lo previsto y no tengo ninguna molestia que me preocupe. La gente anima por las calles. Pienso en lo importante que es ese ánimo. No corren, pero están contigo. Te reconforta.

     Voy pensando. Mis compañeros de entrenamiento, los amigos que me esperan en la meta, los familiares y amigos que están corriendo también ésta y otras carreras y los que no han podido venir... Todos están convencidos de que voy a terminar la maratón, pero yo no las tengo todas conmigo. Pienso en el fracaso. En la vida me han salido cosas bien y cosas mal, como a todos. Lo importante es el esfuerzo, el camino, más que el resultado. Me tranquilizo.

     Kilómetro 21. Media maratón. La paso en un buen tiempo, menos de dos horas. Entro en terreno desconocido. ¿Cómo me encontraré a partir de aquí? Primeras molestias. El último mes entrené incomodo por un dolor en la planta del pie, y ahora comienza a molestarme. ¿Irá a más? ¿Me impedirá terminar? Decido dejar de pensar en el pie. En mi cabeza comienzan a aparecer otras cosas importantes: mi familia, mis amigos, mi trabajo, mis estudios, los Servicios Sociales, el Trabajo Social, la Marea Naranja, este Blog... En todos esos sitios tengo objetivos, pienso en ellos y en el esfuerzo que también requieren.

     Kilómetro 30. Ha llegado sin enterarme. El pie sigue igual. No va a más, pero me da miedo. Comienzan otras molestias. La rodilla, las caderas, los músculos de las piernas, el cuello... Sigo al mismo ritmo. Decido bajarlo un poco. Me recupero. Encuentro un grupo que va a mi velocidad. Hablamos. ¿Intentamos ir juntos un rato? Venga. Unos animan a otros. Somos pocos, pero viene bien distraerse.

     Kilómetro 35. Siguen las molestias, comienza a hacerse francamente duro el correr, pero pienso que, si he llegado hasta aquí, ya no es una opción no acabar la carrera. Del grupo quedamos sólo dos, y ya no tenemos ganas de hablar.  Mi cuerpo dice que lo deje, pero mi cabeza reflexiona. He entrenado bien, me he alimentado correctamente y me he hidratado en todos los avituallamientos. No hay ningún dolor insoportable. Adelante.

     Kilómetro 40. Duele, pero intuyo el final. La gente anima. Ya no me fijo el ritmo. Voy como puedo. Siento cada metro, cada paso.

     Kilómetro 41. Poco a poco. Paso a paso. Llego. ¿Cómo puede ser tan largo un kilómetro?

     Kilómetro 42. Veo la meta. Cuatro horas, nueve minutos. Lo previsto. Mis amigos gritan y me animan. Qué bien que estén ahí. Me siento afortunado.

     
META. LLegué. Descanso. Me preguntan cómo estoy. Bien. Mis amigos me abrazan. Emoción. Lloro y no se muy bien por qué. Sigo andando, me da miedo pararme mucho rato. A la ducha. Objetivo conseguido. Ahora, a compartirlo con mis compañeros.



     Pues así fue la experiencia. Un reto particular que me ha enseñado muchas cosas. Que aunque el esfuerzo es individual, necesitas de los demás para poder llevarlo a cabo. Que lo importante es esforzarse, dar lo mejor de tí mismo; llegar al final o no es secundario. Que no hay reto sin esfuerzo y que todos tenemos molestias, en el cuerpo o en el alma, pero podemos superarlas.
     
Dedicado a todas las personas que están luchando por hacer de este mundo un lugar mejor para vivir y para convivir. Llegaremos a la meta. Yo no tengo dudas.



     

miércoles, 3 de octubre de 2012

Universalidad ¿realidad o ficción?


Wang y yo nos hemos puesto a hacer limpieza de papeles y nos hemos encontrado con este pequeño artículo que nos ha sorprendido por su actualidad. Se trata de “Viejos o nuevos: orientaciones actuales de los Servicios Sociales en España”  y fue escrito en 1993, en un contexto de crisis parecido (salvando las distancias) al actual.

El artículo da unas cuantas claves para entender los Servicios Sociales que en aquellos momentos se estaban construyendo y es muy interesante observar la actualidad de algunos temas que plantean las autoras, así como la evolución que han tenido 20 años después los conceptos que desarrollan y la involución en los mismos que venimos observando con la actual crisis.

Las épocas de crisis son propicias para la reflexión y ahora que tenemos que repensar el papel de los Servicios Sociales en una situación de crisis socioeconómica como ésta y el modelo de Servicios Sociales que queremos para el futuro, artículos como el que citamos nos ayudan a situar la reflexión en un contexto histórico que a veces olvidamos.

Discutiendo sobre el artículo, Wang y yo hablábamos que uno de los elementos que hay que redefinir en el sistema de Servicios Sociales es su universalidad. Aunque en teoría está configurado así, en la práctica está tan insuficientemente dotado en cuanto a recursos y prestaciones que se le incapacita para atender a toda la población, limitándose a atender únicamente a los más desfavorecidos de la misma. De ahí que hoy siga resultando muy difícil luchar contra uno de los estigmas de los servicios sociales: el atender únicamente a la pobreza.

La universalidad cuesta dinero, viene a resumir Wang. Y tiene razón. Durante las últimas décadas tal vez la quisimos comprar demasiado barata y como suele pasar, lo barato a veces termina resultando caro. Ahora que con la crisis grandes sectores de población están acudiendo a nuestros servicios nos encontramos con que no tenemos respuestas para ellos y nos estamos dando de bruces con la falacia de esa universalidad.

Es, otra vez más, el momento de reinventarnos. En lo grande y en lo pequeño, en lo más global y en nuestros quehaceres profesionales más concretos. Sin perder ese principio fundamental de la universalidad, aunque ahora nos hayamos dado cuenta que esa realidad era sólo (y nada menos que) una utopía.

¿Servicios Sociales para todos o Servicios Sociales para los más desfavorecidos? ¿Cuál será nuestro futuro?