viernes, 29 de mayo de 2015

Como agua de mayo

En el medio rural sabemos que el agua de mayo es muy apreciada por los agricultores, por la especial incidencia que tiene para las cosechas. Es tal su importancia que este año, al no haber llovido en mayo, puede darse la paradoja de que, en uno de los años más lluviosos de las últimas décadas, las cosechas peligren.


En el mundo de lo social vemos con demasiada frecuencia paradojas de este tipo, donde la abundancia de recursos no se traduce automaticamente en un aumento de la calidad de vida. Es inaceptable que en un país con tanta riqueza como el nuestro, haya más de doce millones de personas situadas por debajo del umbral de la pobreza.

Creo que ese es el gran reto que tiene nuestra sociedad hoy por delante, y que la nueva situación política que se está generando a raíz de las pasadas elecciones municipales debe afrontar prioritariamente. Como bien dice Nacho en la última entrada de su blog estas elecciones nos han traído vientos de cambio.

No voy a hacer ahora un análisis de estos cambios. Creo que este mes de mayo también hemos tenido nuestra particular tormenta política y estamos un poco saturados. Yo al menos. Y quedan todavía por delante unos largos y complejos debates donde asistiremos a una nueva correlación de fuerzas en la política.

¿Tendrán las políticas de protección social un mayor protagonismo en este nuevo escenario? ¿Qué modelo de protección social se terminará configurando? ¿Conseguirán el Trabajo Social y los Servicios Sociales situarse en este nuevo marco? ¿Se revertirá la tremenda desigualdad social y la pobreza que asolan nuestro pais?

En estos momentos, yo me muevo entre una moderada ilusión y un cierto escepticismo. Ilusión porque durante la campaña electoral y en las propuestas de muchos partidos se han estado oyendo cosas nuevas respecto a los principales problemas sociales que está sufriendo nuestro país. Y escepticismo porque muchos de estos problemas requieren de medidas universales y de grandes consensos a nivel nacional, y no tenemos en estos momentos demasiadas razones para creer que ni las unas ni los otros vayan a ser posibles.

Temo que toda esta lluvia de mayo sea insuficiente y no nos permita al final una buena cosecha. Aunque como bien sabemos en el campo no nos quedará otra que volver a sembrar; hay que hacerlo incluso después de las malas cosechas.




viernes, 8 de mayo de 2015

Guerras...

Este blog acaba de cumplir tres años. Nació un dos de mayo de 2012, fecha llena de resonancias guerreras. Y aunque como ya he comentado algunas veces no me gustan demasiado las metáforas bélicas, la verdad es que algunas veces describen con precisión las dinámicas sociales actuales. Así que nada mejor para celebrar el cumpleaños del blog que comentar una de ellas.


Marte, dios de la Guerra
Esa es la sensación que he tenido al leer la última entrada de Joaquín en su blog, ("¡No disparen al camillero!"). Me parece una atinada metáfora que, como digo, describe con precisión la dinámica social de los últimos años desde la perspectiva de los servicios sociales.

Así que nada mejor para celebrar el cumpleaños del blog que aprovechar la sugerente imagen que la metáfora nos proporciona y dar forma a algunas reflexiones que vengo rumiando hace un tiempo.

Y es que tengo la sensación de que en esta guerra hemos perdido ya demasiadas batallas. La primera, a mi parecer, fue renunciar a la construcción de un sistema público de servicios sociales sólido. La ausencia de una ley general supuso que el sistema se construyera desde unas bases demasiado débiles y fragmentadas entre la multiplicidad de desarrollos locales y autonómicos que se iban desarrollando, más a golpes de ideologías y presupuestos, que del verdadero análisis de necesidades que el valor de la proximidad local podía proporcionar.

Así, nunca hemos podido hablar de un verdadero catálogo de prestaciones y servicios del sistema y  donde se ha intentado, la indefinición y condicionalidad de los mismos ha impedido otra cosa que no fuera confusión.

Desde el Trabajo Social, tampoco hemos sabido estar a la altura. Aguantamos durante muchos años este tímido (y timorato) desarrollo del Sistema Público. No han faltado voces entre la profesión que incluso cuestionaban la existencia de este sistema, criticando incluso su desarrollo y extensión.

De este modo años más tarde, cuando la crisis se cebó en nuestra sociedad, se encontró con un Sistema Público de Servicios Sociales absolutamente ineficaz e incapaz de responder a las necesidades de la población ni de resistir u oponerse a los recortes que los gobernantes ejecutaban en su interior.

El resultado lo hemos ido comentando estos años en el blog. Hemos retrocedido de la ciencia a la caridad, (ver entrada) y el Trabajo Social ha sido relegado a esa función, la de camilleros.

Nada de participar en la batalla ni diseñar estrategia alguna para minimizar las bajas o ser más eficaces en la misma. Camilleros, y cada vez más escasos. Nada de organizar los hospitales, ni la retaguardia, ni el modo de recoger a los heridos. Camilleros y cada vez con menos medios. Nada de participar en las negociaciones para que la guerra acabe o para que el conflicto se pueda resolver por otros medios. Camilleros y cada vez más confusos, divididos y quemados.

Marte, en la puerta de París de la ciudad de Lille
La imagen de camilleros corriendo por el campo de batalla sin orden ni concierto, sin norte ni guía, sin saber qué heridos recoger y dónde llevarlos es una imagen bastante descriptiva de nuestra profesión hoy. 
Y en cuanto a lo de dispararnos o no, hace tiempo que no hay duda. Nos disparan y masacran por todos los lados y en los pocos casos que no lo hacen, ya nos apañamos nosotros sólos para dispararnos entre nosotros o en nuestro propio pie.

Y tengo la sensación de que el asunto no va a mejorar a corto plazo. Con el reparto de poderes que parece que saldrá de las próximas elecciones municipales y autonómicas, van a comenzar a  proliferar todavía más las medidas asistencialistas, descoordinadas y aisladas. Anticipo una auténtica explosión, un contundente bombardeo de las mismas, que arrasará lo poco que queda del Sistema de Servicios Sociales y con él, la escasa presencia de nuestra profesión.

Wang me dice que estoy algo pesimista. Es posible, porque considero que sólo hay dos medidas que pueden salvarnos: una Ley General de Servicios Sociales que constituya un Sistema Público sólido y estructurado y una Ley de Renta Básica Universal.

Y ya lo siento, pero no veo ni a corto ni medio plazo que ambas cosas puedan ser posibles. Wang dice que soñar con lo imposible es la manera de que tal vez suceda. Me gustaría que tuviera razón.

Hasta la próxima.