miércoles, 20 de junio de 2018

La Comisión

Una de las medidas estrella de este Gobierno que recientemente acaba de coger las riendas de nuestro país, ha sido el anuncio de la creación de un Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil.


Yo la verdad hubiese preferido un Alto Comisionado contra la Pobreza "a secas", pues no se me ocurre cómo se puede sacar a un niño o una niña de la pobreza sin sacar de la misma a la familia en la que se encuentran.

Pero obviando este recelo, que Wang me dice que a veces me pongo demasiado "tiquismiquis", me tomo la creación de ese Comisionado como una buena noticia. A diferencia de otros modelos más neoliberales, que fían la evolución de la pobreza al desarrollo económico general del país y a la creación de riqueza que se vaya filtrando por ósmosis social (a través del empleo, principalmente) hacia las capas más desfavorecidas, este Gobierno parece que considera que hay que desarrollar medidas concretas que redistribuyan los recursos hacia esas personas y familias.

Por otro lado un asunto tan complejo como la pobreza, con tantos elementos y sistemas implicados, puede requerir de un órgano como el que se está creando, que coordine una mirada global e impulse en todos los ámbitos las necesarias medidas. El protagonismo de la lucha contra la pobreza no puede recaer en un sólo sistema de protección social, pues la transversalidad del fenómeno requiere de un abordaje conjunto desde todos ellos y en coordinación con la política fiscal y laboral.

El encargo a este Comisionado es pues de proporciones enormes, pues creo que no va a bastar con sacar de la chistera cuatro nuevas líneas de ayudas (si lo que se pretende de verdad es luchar contra la pobreza y no paliar o parchear algunos de sus efectos).

Lo que sí tengo claro son tres cosas respecto a las medidas a desarrollar:

Primero: Parece una perogrullada, pero no lo es. Van a costar mucho dinero. Si se pretende afrontar el fenómeno de forma rácana o con presupuestos escasos e insuficientes, las medidas fracasarán.

Segundo: Requieren de mucha pedagogía para explicarlas a la población y de valentía para implementarlas, pues habrá ataques inmisericordes desde muchos estamentos que se sentirán amenazados. Valentía en la política familiar, en la de vivienda (incluyendo energía), en empleo (incluyendo salarios, prestaciones)...

Tercero: Han de apoyarse en profundos cambios estructurales en todos los sistemas de protección social y en la política fiscal y laboral. No se trata como digo de desarrollar nuevas prestaciones (que también) mediante las cuales se transfiera renta a los sectores más empobrecidos. Se trata de generar un nuevo marco en el contrato social que proteja a la gente vulnerable y no la deje abandonada a su suerte.

Por todo ello, creo que este Comisionado va a necesitar, entre otras cosas, mucha suerte.

* * * 



miércoles, 13 de junio de 2018

El barco

Me da igual si es un gesto aislado o el inicio de una nueva política, pero la postura del nuevo  Gobierno ante la crisis del barco "Aquarius", resolviendo la situación del más de medio millar de personas migrantes abandonadas a su suerte, es una buena noticia.


Si hay algo de lo que debemos avergonzarnos profundamente como sociedad "civilizada", en este caso los europeos, es del tratamiento que hemos hecho de los flujos migratorios provenientes de las situaciones de guerra y pobreza que se viven en muchos países de Africa y Oriente Medio.

En lugar de convertirnos en una sociedad acogedora, nos hemos limitado a cerrar y endurecer las fronteras, convirtiendo al mar Mediterráneo en un auténtico cementerio, mientras "defendemos" con uñas y dientes el pedazo de bienestar en el que hemos tenido la suerte de nacer y que no estamos dispuestos a compartir.

Por todo ello, decisiones como las de acoger en nuestras ciudades a los migrantes de ese barco al que, en contra de cualquier instinto humanitario, se le negaba el atraque en los paises cercanos, es algo esperanzador. Ojalá sea el inicio de un replanteamiento de la política europea sobre las migraciones y sobre la cooperación con los paises desfavorecidos, aunque no lo creo.

De todos modos, no es de la decisión de lo que quería hablaros. Más bien quiero hacerlo de las reacciones que esa decisión ha causado entre algunos sectores de la sociedad.

Con una mezcla entre asombro y preocupación, asisto a la gran cantidad de mensajes en contra de la acogida de estas personas, tanto en las redes sociales como en muchas conversaciones analógicas. La guinda ha sido el lanzamiento en las redes de diversas encuestas para que la gente se pronuncie a raíz o en contra. Consecuencia de esos mensajes trufados de desconocimiento, de miedo a lo diferente, de prejuicios infundados y en muchas ocasiones de actitudes clasistas y marcadamente xenófobas.

No reiteraré aquí esos mensajes para no darles más pábulo, pero son el indicador para mí de un grave problema como sociedad. Un virus que nos enferma , que nos deteriora como comunidad y que atenta nuestra cultura.

Me preocupa especialmente cómo esos mensajes han calado entre mucha gente. Gente buena, incapaz de hacer daño a nadie, defendiendo con fruición que el barco debía haberse hundido en el mar y sus pasajeros morir ahogados en el mismo... hasta que pueden reflexionar un poco y se dan cuenta de la barbaridad que defienden.

Porque creo que esa es una de las principales claves. Muchos de los argumentos que se utilizan en contra de estas medidas son irracionales. Cuando se consigue información, cuando se favorece la reflexión, cuando somos capaces de ponernos en el lugar "del otro", la perspectiva cambia y esos argumentos no se sostienen.

Por ello, paralelamente a las decisiones sobre política migratoria y cooperación al desarrollo, hay que hacer una labor importante de pedagogía sobre la ciudadanía. Y creo que los Servicios Sociales deberíamos asumir el papel protagonista en la construcción de esa pedagogía. Al fin y al cabo, estamos hablando de convivencia. Acoger para convivir con el otro, con el extranjero, con el que tiene otra cultura, con el que viene huyendo de la guerra o del hambre...

Y ese es nuestro objeto, la convivencia en sus más variados niveles. Además, nuestra mirada compleja y relacional nos sitúa de manera privilegiada ante este fenómeno y ello nos hace especialmente responsables para liderar esa pedagogía.

Pero lamentablemente, andamos demasiados ocupados en otras cuestiones que no debieran ser de nuestra competencia...



lunes, 11 de junio de 2018

Lo innombrable

Wang me sugiere que deberíamos referirnos al Sistema de Servicios Sociales como "Lo innombrable", en coherencia con la situación de indefinición e invisibilidad a la que hemos llegado. Y como yo siempre hago caso a mi amigo así me voy a referir al mismo, por lo menos en esta entrada.


Según el diccionario, Innombrable es aquello "que no se puede o no se debe nombrar, por evocar algo negativo, por no ser conveniente"...

Algo de ello nos ha debido pasar, pues en los últimos años hemos asistido a la erradicación sistemática de dicha denominación.

La guinda al pastel que se ha ido cocinando desde hace ya varios años, ha sido la nueva denominación del Ministerio que se supone que debe gestionar el innombrable. Algunos diréis que le estamos dando demasiada importancia a lo que no son sino nombres. Que lo importante son las políticas concretas que se desarrollen...

Admito esa crítica, pero no estoy de acuerdo. Las formas también son importantes, incluso para mí determinan el contenido. Y la correcta visibilización, identificación y denominación del innombrable es un requisito imprescindible para su desarrollo.

Pero además, esto del Ministerio tiene un doble delito, pues hace muy poco, y a propuesta del Consejo General de Trabajo Social (en lo que fue un intento de consensuar algunos aspectos y compromisos de cara a las elecciones generales), los partidos políticos acordaron defender la "correcta denominación para los organismos públicos encargados de desarrollar" el innombrable.

En mi pueblo esto se llama una traición en toda regla e indica lo que a este Gobierno le preocupamos y deja a las claras que que no tienen intención alguna de desarrollar nada. No es pues un error. Es una hoja de ruta.

Y es que en el documento al que me estoy refiriendo se señalaba que "en todo este tiempo hemos visto cómo se ha desdibujado cada vez más la denominación de servicios sociales. Una prueba de ello es como algunas consejerías y concejalías han dejado de usar esta denominación. Es importante llamar a las cosas por su nombre: servicios sociales."  (Dejo para otro rato algunos aspectos de este documento, que contiene planteamientos importantes al mismo tiempo que  conceptos y referencias que cada vez me gustan menos).

En este mismo blog, hace ya más de cinco años, alertaba de cómo estaba desapareciendo nuestra terminología, y ponía como ejemplo la desaparición de nuestro "innombrable" de los enlaces en la página web del Gobierno de Aragón, asunto por cierto que tardó varios meses en modificarse.

No es casualidad por tanto que ahora también desaparezca nuestra denominación en el Ministerio. Responde a una estrategia calculada que pretende invisibilizar el innombrable para sustituirlo por prácticas asistenciales y prestacionistas, mucho más fáciles de poner y quitar y que, probablemente, dan más rédito electoral que la inversión en profesionales y estructuras.

Tal vez sea mejor así. El innombrable había terminado dedicándose a recoger los desechos de los demás sistemas, que así han podido desresponsabilizarse de ellos. Nos hemos convertido en algo negativo e inconveniente para la política social. Por eso no nos nombran.

* * *

jueves, 7 de junio de 2018

Los nadies

"Sueñan las pulgas con comprarse un perro". Así comienza el crudo poema de Galeano, "Los nadies", que bien podríamos recitar, con honda resignación, para el Sistema de Servicios Sociales.


Y es que los primeros pasos de la política en la era "post-Mariano" no son muy esperanzadores para el Sistema, la verdad.

En la confección del nuevo Gobierno de la Nación, el Presidente ha nombrado once ministras y seis ministros y nombra a una licenciada en medicina como ministra de "Sanidad, Consumo y Bienestar Social", que podemos presumir asumirá todo lo relacionado con el Sistema de Servicios Sociales.

Lo que es una clara buena noticia desde el feminismo, no deja de ser desesperanzador para los Servicios Sociales. Relegados a la tercera posición, diluidos e innombrados, dudo que desde ese Ministerio vayan a proponerse soluciones para los grandes males que nos aquejan como Sistema.

No obstante, del mismo modo que las mujeres también pueden desarrollar políticas machistas, es posible que los Servicios Sociales gocen del apoyo y desarrollo que necesitan dentro de ese Ministerio. Aunque creo improbables ambas cosas, esperaremos.

Más bien anticipo una política en Servicios Sociales con un claro sesgo hacia lo prestacionista y lo asistencial, con la pobreza como principal referente del sistema y sin propuestas coherentes para los grandes problemas estructurales y de identidad que arrastramos.

En próximas entradas, lamentablemente, tendremos que seguir hablando de esos problemas. Mientras, os dejo con el poema completo de Galeano.


LOS NADIES
Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos:

Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.

domingo, 3 de junio de 2018

Sopa de ganso

“Claro que lo entiendo. ¡Hasta un niño de cuatro años sería capaz de entender esto!… Rápido, busque a un niño de cuatro años, a mí me parece chino.” 


Esta famosa frase de Groucho Marx en la película "Sopa de Ganso" resume a mi entender con absoluta precisión lo que tendríamos que hacer como prioridad en servicios sociales. Construir un relato que sea capaz de entenderlo todo el mundo, (incluso los niños de cuatro años), en el cual la sociedad civil sepa con claridad a qué nos dedicamos y qué expectativas puede tener en la relación con nosotros.

Y en esto, otros sistemas nos llevan mucho adelantado porque, entre otras cosas, nosotros no hemos considerado que la construcción de este relato fuera importante, refugiados en un aparente pragmatismo y tal vez en la convicción de que nunca hemos tenido ni la claridad ni el consenso necesario para ello.

Hoy todo el mundo (hasta los niños más pequeños) sabe a qué se dedica el sistema sanitario e identifican inequivocamente las principales profesiones y figuras del mismo. Lo mismo cabe decir del sistema educativo, o de los menos desarrollados sistemas de vivienda, empleo y pensiones o garantía de ingresos, en los cuales su principal función, al menos teórica, podría ser identificada con claridad por cualquier persona, tenga o no contacto con dichos sistemas.

Pero no sucede los mismo con el Sistema de Servicios Sociales. Nuestra proverbial indefinición en cuanto al objeto propio del sistema y su indiferenciación respecto a lo que de otros sistemas sería propio pero no quieren hacer, ha construido un relato confuso y difuso, en el que tan pronto hablamos de bienestar social como de garantizar la subsistencia.

Y poco a poco, ante la ausencia de un relato propio, ha habido relatos que se han apoderado del espacio del sistema y le han ido dotando de una contenido tan poliédrico y confuso que dificulta su identificación.

Consensuar nuestro relato, hasta el punto de que un niño de cuatro años pudiera explicarlo, debería ser nuestro principal objetivo. Estoy convencido de que hasta que no lo hagamos, no podremos avanzar en la dirección adecuada.