lunes, 30 de junio de 2014

Trabajo Social de contrabando

En el mundo de los blogs, a veces una entrada de alguien sugiere otra a un compañero. Es lo que le sucedió a Joaquín Santos con una entrada mía y lo que me ha sucedido a mí con la suya. Una manera más de dialogar, interaccionar y reflexionar entre todos. 

 

En mi entrada "Servicios Sociales en la niebla" compartía con vosotros mis sensaciones sobre la situación actual del sistema de servicios sociales en nuestro Estado. Ello le dió pie a nuestro compañero para elaborar otra donde exponía una tesis muy interesante, a modo de conclusión: "El Sistema de Servicios Sociales no está en crisis. Lo que está en crisis son los conceptos y valores en los que se sustenta nuestra convivencia". Podéis consultar su entrada completa aquí. "Crisis y Sistema de Servicios Sociales"

Por mi parte, acepto y comparto esa tesis. Y lo hago, entre otras cosas, porque me parece una buena explicación a otra de las mías: El Sistema de Servicios Sociales en nuestro país nunca ha existido. Sé que semejante aseveración os parecerá un tanto exagerada. Lo admito e intento explicarme.

Podemos admitir que nuestro inexistente Sistema se comenzó a desarrollar a caballo entre las décadas 70-80, en un intento de sustituir las políticas sociales heredadas de la tradición benéfico-asistencial del franquismo por otras en línea con lo que nuestra Constitución definía como Estado Social y de Derecho. El reto era construir un Sistema de Servicios Sociales acorde con el Estado de Bienestar.

Pero semejante reto coincide con el comienzo de esa crisis de valores a la que se refiere Joaquín. El neoliberalismo comenzó a tomar posición de ventaja en aquellos años y a través de sus máximos valedores, Ronald Reagan (1981-1989) y Margaret Thatcher (1979-1990), consiguió imponer su doctrina de reducción del gasto social, el absolutismo del mercado y la concepción del Estado como algo residual. La ideología subyacente se ha ido filtrando desde entonces a nuestros días y ha ido impregnando toda la política, no solo la social, que se ha hecho en nuestro país.

Así pues, nuestro intento de construcción del sistema se hace en unas condiciones tremendamente adversas, en medio de una fuerte contradicción ideológica entre lo que ese sistema debía ser y lo que la ideología dominante le iba a permitir ser. Eso explica que el Sistema nunca se haya terminado de consolidar como tal, con desarrollos tan tímidos e insuficientes que ahora la crisis económica se los está llevando por delante sin mucho esfuerzo. El techo, las columnas, paredes, puertas y ventanas de lo que hemos construido así han sido tan precarios e inconsistentes que ni siquiera podemos llamarlo casa.

Efectivamente, la crisis del Sistema de Servicios Sociales no es sino el reflejo de la crisis de valores de esta sociedad. O los sustituimos, o no podremos desarrollar un Sistema de Protección Social donde todas las personas puedan vivir con dignidad.

¿Y mientras tanto? Pues tendremos que seguir haciendo lo que hemos hecho hasta ahora. Wang lo define como Trabajo Social de contrabando. Joaquin lo apunta al final de su entrada:

"No es tiempo para la inacción sino para la reflexión, también para la resistencia y la defensa de los derechos de ciudadanía, para el compromiso ético profesional con la mejor calidad de atención posible con las herramientas de que disponemos y, sobre todo, de construir alternativas políticas basadas en los valores democráticos".

Pues eso, aunque los vientos no nos sean nada favorables (no lo han sido nunca, como decimos), tendremos que resistir y seguir construyendo, con las limitadas herramientas que se nos pone a nuestro alcance, los mejores servicios que podamos para dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos. Aunque sea a escondidas, aunque sea en contra de algunos, aunque sea con trampas...

De contrabando, vaya.

lunes, 23 de junio de 2014

Comederos sociales

Es desesperante. Con el fin de curso y el consiguiente cierre de los colegios se han lanzado nuestros políticos, con la elegancia y la previsión que les caracterizan, a intentar crear comedores escolares para el verano.


Abierta la veda de la pobreza infantil, comienza la carrera de los políticos a ver quién es el más sensible y solidario ante el tema. Ahora resulta que caen en la cuenta de que los niños también comen en verano. 

Lo digo ya para que no se sorprendan más: algunos niños incluso también tienen necesidad de comer los fines de semana. Incluso deberían cenar, desayunar y merendar, oye.

Me parece lamentable  y bochornoso el espectáculo que están dando. Unas comunidades autónomas abrirán comedores escolares. Otras no lo abrirán para no estigmatizar, dicen. Otras abrirán algunos, sólo para ciertos casos; para otros darán cheques a las familias para el verano. En algunos lugares se preguntan ¿que son los comedores escolares?. Hasta en algún sitio niegan que haga falta: los niños ya comen en sus casas. ¿Pobreza infantil? ¿Dónde?

¿Y en Aragón? Pues ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Durante los últimos años la política de comedores escolares ha sido presidida por la falta de planificación y criterio. Medidas cicateras y reactivas, que intentan más tapar el problema que solucionarlo de fondo. Convocatorias que dan ¡tres días de plazo! a las familias para solicitar plaza. ¿Y el medio rural? ¡Ah! ¿En Aragón tenemos de eso?

Y mientras, en Madrid, lanzando mensajes: tranquilos, la economía va bien, todo va bien y la pobreza se reduce. Y para la poca que queda, tenemos un plan. Miedo me dan algunos planes. Sobre mi postura al respecto podéis consultar estas dos entradas en este blog, hace unos meses: "Una de anchoas" y "Hágase la luz".

Dice Wang que si tan dificil es consensuar unas medidas a nivel nacional para este tema de los comedores escolares y sus correspondientes becas. A lo mejor podríamos ponernos de acuerdo en su importancia como instrumentos para una política de infancia y de apoyo a las familias más amplia... O al menos, podríamos comenzar a pensar en el verano del 2015, ¿no? ¡Ah, no! ¡Que hay elecciones locales, autonómicas y generales en 2015, con un montón de temas más importantes!

Y en el Sistema de Servicios Sociales los técnicos asistiendo a esta ceremonia de la confusión y al juego de egos y vanidades en que los políticos han convertido la política social. Como quien asiste a un partido de tenis. Sin tocar bola, vamos.

Mientras tanto, una precisión: comedores, lo que se dicen comedores, deberían ser los niños. Lo que hacemos en los colegios se llaman comederos.

lunes, 16 de junio de 2014

Servicios Sociales en la niebla

Acabo de volver de las Jornadas Estatales de Servicios Sociales Municipales, que se acaban de celebrar en Barakaldo. Os cuento las impresiones que me he traído en la maleta.


Tras descansar un poco del viaje y con el sosiego que este reposo proporciona, voy ordenando mis ideas sobre las impresiones y sensaciones que estas Jornadas me han dejado. En cuanto llegué a casa Wang, que como sabéis no pudo ir a las Jornadas, comenzó a bombardearme con preguntas, intentado que le transmitiera alguna conclusión, algún resumen o alguna idea que le permitiera orientarse sobre la situación actual de estos Servicios Sociales Municipales.

Y la verdad es que lo primero que me salía transmitirle es que creo que estamos ante un momento histórico, muy díficil y que nos sitúa en una encrucijada que tiene unas salidas bastante complejas. Más allá de la crónica y de los contenidos concretos que se desarrollaron, os voy a argumentar el porqué de esta percepción. (Por cierto, para los que no pudísteis asistir, os recomiendo que leaís las crónicas de dos blogueros que estuvieron por allí: Nacho Santas y Juanma Gil, que hacen un buen resumen y crítica de lo sucedido. Y por supuesto si queréis ver el trabajo concreto podéis consultar la web oficial de las Jornadas).

Como os digo, la percepción es que estamos un tanto desorientados, perdidos y amenazados. Como dice el título de esta entrada, como si estuviésemos envueltos en la niebla. Los que hayáis tenido la desagradable sensación de que se os haya echado la niebla encima en alguna excursión, sabréis sin duda la sensación a la que me refiero.

La crisis, y en especial la política social del Gobierno, ha venido a obligarnos a reducir el sistema de servicios sociales a  una función meramente asistencial. Estamos empleando una cantidad ingente de recursos dentro del sistema, profesionales y materiales, para paliar los efectos de la crisis, en un mero intento de garantizar la subsistencia, de una manera ciertamente precaria, a los ciudadanos más golpeados por la situación.

Nuesto sistema de servicios sociales estaba preparado para trabajar con situaciones de pobreza coyunturales, con abordajes diseñados de una manera individual y familiar. Pero la crisis y la desidida del Gobierno ha convertido la pobreza en estructural. Y el contexto asistencial con el que estamos combatiéndola es absolutamente ineficaz. Ineficaz a nivel general, pues no se consigue reducir la pobreza e ineficaz a nivel particular, donde a duras penas conseguimos paliar un poco los efectos de la misma a ciudadanos concretos, manteniéndolos dentro de los mismos niveles de precariedad y lejos de poder conseguir que salgan de ella.

Sísifo, de Tiziano (1548)
Como a Sísifo, al que los dioses habían condenado a empujar sin cesar una roca hasta la cima de la montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso, los Servicios Sociales Municipales estamos realizando un trabajo inútil y sin esperanza, desarrollando actuaciones coyunturales y descoordinadas a lo largo de todo el territorio español.  Cruel castigo para unos profesionales que todavía no sabemos muy bien qué pecado cometimos.

De sobras sabemos que el tipo de pobreza al que nos enfrentamos sólo se ataja con medidas generalizadas y estructurales.  Pero no parece que a corto plazo vayan a ser posibles, así que el panorama que nos espera es seguir languideciendo, mientras vamos perdiendo efectivos en las trincheras en las que libramos esa guerra imposible. Si tuviera que definir cómo he visto a nuestra profesión dentro de este Sistema de Servicios Sociales Municipales sería con una palabra: doloridos. Dolor por las situaciones que nos está tocando atender y dolor por esa tarea ingente y sin objetivo que tenemos que desarrollar en condiciones tan precarias.

Y con frecuencia el dolor se convierte en rabia. Desde ahí he entendido el gesto que tuvo lugar durante el debate político que hubo en las jornadas, donde a la representante del Partido Popular se le abucheó por parte de la sala e interrumpiendo el debate, se le reprocharon las políticas de su partido poniendo a sus pies las figuras negras que podrían representar los afectados por las mismas. Coincido con Nacho cuando plantea lo inadecuado del gesto. A mí también me lo pareció. Aunque lo entiendo, y veo la provocación en las políticas y la palabras de estos políticos, me parece una estrategia equivocada. Hay un momento para las palabras y el diálogo, y otro para las protestas y los gestos.

Por otro lado, dos temas han gozado de más protagonismo en las Jornadas: la Renta Básica Universal y la Ley Estatal de Servicios Sociales. Sobre lo primero hay cierto consenso, pero también bastante descoordinación y algo de desconcierto: no hemos definido un modelo claro, ni hemos definido todavía una estrategía para conseguirla. Con respecto a lo segundo se solapan otros debates sobre lo que han sido elementos identatarios del sistema, como el valor del municipalismo o la descentralización, lo cual nos lleva a plantearnos incluso ciertas reformas constitucionales.

En resumen, y como digo, son tiempos de incertidumbre. Cómo saldremos de esta espesa niebla que nos envuelve ni siquiera lo sabemos. Pero en estas Jornadas ha quedado claro que tenemos un largo camino para intentarlo. En cierta manera, somos consecuencia de esta sociedad actual, fragmentada y en transformación, donde todo hay que construirlo, reinventarlo de nuevo. Una tarea apasionante donde se va a poner en juego nuestra capacidad para resituarnos desde unos paradigmas distintos a los que estábamos acostumbrados. Cuando se retire la niebla y a la luz del sol veamos el camino, sabremos en lo que nos hemos convertido.



P.D. Mis felicitaciones al Consejo General por todo el trabajo realizado y, por supuesto, al Colegio Oficial de Trabajo Social de Bizkaia, que consiguieron que todos nos sintiéramos como en casa.

Aprovecho para mandar un cariñoso saludo a todos y todas las colegas que he tenido oportunidad de conocer y poner cara en estos días.


martes, 10 de junio de 2014

La epidemia de la caridad

Las formas benefico-asistenciales de la acción social están tomando un auge inusitado. Era de esperar. Lo que antes eran iniciativas esporádicas se han generalizado y ahora se impone apelar a la solidaridad de tus semejantes para resolver tus necesidades. Es la nueva y moderna mendicidad.


 Las formas han cambiado, pero el contenido es el mismo. Desde la Campaña del régimen franquista en los años 50 "Siente un pobre a su mesa" hasta la proliferación actual de iniciativas solidarias que pueblan nuestro territorio y se difunden y reflejan por las redes sociales, no hay más diferencias que las meramente estéticas. En cuanto a la ética que subyace, sigue siendo la misma: es en la compasión y en la caridad donde se debe sostener la protección social de los débiles. 

Naturalmente, es el modelo apropiado al sistema económico que hemos desarrollado. El ejercicio de dichas formas caritativas sirve para lavar las conciencias y legitimar las desigualdades. El otro camino es incrementar los derechos sociales y la protección del Estado, pero eso es incompatible con la acumulación de riqueza por parte de los poderosos.

Ello explica esta epidemia de caridad a la que estamos asistiendo. Es el modelo que nos han impuesto. La mayor prueba de ello es que desde la televisión pública se promueva el bochornoso espectáculo de la caridad que supone el programa "Entre todos", al que de manera ciertamente adecuada define nuestro compañero J. Manuel Navarro como "Telemendicidad"

Una vez institucionalizado, sólo queda ver cómo lo desarrolla la sociedad. Y, como digo, asistimos a una verdadera explosión de actividades solidarias. Las más se refugian en un argumento pragmático: "si no lo hacemos así, la necesidad X (póngase aquí desde la silla de ruedas de un niño discapacitado hasta las necesidades de alimentación de las familias desfavorecidas de un barrio) quedaría sin cubrir". Otras lo plantean como elección: "El Estado no puede cubrir todas las necesidades de la gente, por eso es importante la solidaridad ciudadana". Y algunas, pocas, compatibilizan sus actuaciones con un ejercicio de denuncia: "Tenemos que hacerlo nosotros porque el Estado, que debería ocuparse, no lo hace".

blog.calicospanish.com
Cuidado, no se me malinterprete. Yo creo que la solidaridad ciudadana es importante para resolver los problemas sociales y que tampoco el Estado debe cubrir todos y cada uno de los aspectos de la convivencia social. Pero sólo con otras reglas del juego, donde el Estado garantice unos derechos y asuma su responsabilidad básica en mantenerlos y donde esa solidaridad ciudadana pueda complementar (y nunca sustituir) la acción del primero.

En lo que no creo, y me resultan cada vez más difíciles de sobrellevar, son estas iniciativas donde una familia golpeada por un problema apela a la solidaridad de sus vecinos para solucionarlo.  Veo con preocupación como cada vez más aparecen "campañas solidarias" en las que la familia de un niño con una enfermedad o discapacidad se lanza a recaudar fondos para poder pagar los tratamientos, terapias o ayudas que ese niño necesita.

Algo funciona mal cuando a una familia dolorida por un problema la condenamos además  al escarnio público de tener que mendigar para sacar ese problema adelante. 

Ya no es el pobre con harapos que no tiene que comer; es el niño discapacitado que necesita tratamiento. Ya no es la mesa de Navidad a la que le invitamos; es en las redes sociales donde lo exponemos. Y ya no es comida lo que le damos (o sí); son las terapias y tratamientos que el sistema de protección social le ha negado.

Pero si no es lo mismo, se parecen demasiado.

lunes, 2 de junio de 2014

Elecciones a la vista

En la entrada anterior os amenazaba con una serie de propuestas para reflexionar de cara a las próximas elecciones locales, autonómicas y nacionales que van a celebrarse en nuestro país dentro de unos meses. Propuestas surgidas al hilo de lo sucedido en las recientes Elecciones al Parlamento Europeo. Ahí van.


Pues sí. El año 2015 va a ser movidito. Elecciones municipales y autonómicas para la primavera y elecciones generales probablemente en otoño. ¡Vaya verano 2015 que nos espera! Aunque desde ya vamos a estar muy entretenidos: la maquinaria de los partidos políticos ya se ha puesto en velocidad de crucero a preparar esos comicios tanto a nivel interno como en las instituciones que gobiernan o des-gobiernan. La habitual liturgia de la democracia se pone en marcha.

Lo primero que viene a mi mente cuando pienso en la situación política actual de cara a estas próximas elecciones generales es que es el momento para el consenso. Más allá de los posibles pactos de gobernación que la fragmentada política parece que va a requerir, deberíamos establecer una serie de mínimos en los que la mayoría de las fuerzas políticas deberían estar de acuerdo. En materia de política social, por ejemplo: ¿qué sistema educativo diseñamos para la España de los próximos años? ¿qué asistencia sanitaria vamos a garantizar a todos los ciudadanos? ¿cómo vamos a proteger a la infancia, a los dependientes, a los excluidos?

Es, a mi parecer, ineludible, que todos los partidos políticos se pongan de acuerdo en unos mínimos en estas áreas. Una Ley de Educación, una Ley de Sanidad y una Ley de Servicios Sociales consensuadas por todos y diseñadas para estar en vigor largos años, que marquen las líneas rojas que no podrían sobrepasarse nunca independientemente del partido político que gobierne en cada momento concreto. Pasado ese tiempo se evalúa lo conseguido y  se negocia un nuevo marco si es necesario. Supongo que es una propuesta utópica, pero ¿acaso no es la política el arte del acuerdo y la negociación en el gobierno de los pueblos?

Lamentablemente, veo este consenso lejos de poderse producir. Por ello creo que tendremos que hacer lo de siempre: intentar ejercer nuestro voto lo más responsablemente que podamos analizando en profundidad los programas y propuestas de cada partido político.

Para este análisis, comparto con vosotros algunos aspectos que considero de importancia en materia de política social,  y en particular sobre servicios sociales.

A modo de sugerencias, tres ejes me parecen importantes a analizar en esos programas:

-          Derecho a la subsistencia, a la existencia ciudadana. Varios partidos políticos están hablando de desarrollar la Renta Básica como derecho ciudadano. Todavía echo en falta mayor definición, mayor concreción en el modelo, su diferenciación, o no, con las Rentas Mínimas de Inserción. Con demasiada frecuencia observo propuestas políticas cargadas de errores, que confunden ambos términos. Veremos cómo se va concretando todo esto en cada partido y si son propuestas con algo de realidad o mera propaganda electoral sobre un tema de moda.

-          Ley General de Servicios Sociales. Que desarrolle un verdadero Sistema Público de Servicios Sociales donde se definan claramente sus objetivos, finalidad, prestaciones y estructura. Que acabe de una vez con la política social benéfico-asistencialista que heredamos de épocas pasadas y de la que nunca nos hemos terminado de desprender. Al igual que la anterior veremos quién habla de ello, quién concreta las medidas necesarias (el PSOE ha hablado en algún momento incluso de reformar la Constitución –ver enlace-)  y quién compromete los tiempos y los plazos.

-          Otras políticas sociales. Ley de Dependencia, Ley de Pensiones, Protección al desempleo… Su carácter, o no, universal. Su legitimación como derechos subjetivos. Su sostenibilidad y sus formas de financiación. Su relación con el Sistema de Servicios Sociales.

Wang me apunta que analizar todo esto en los partidos políticos durante los próximos meses va a ser una tarea de chinos. No me cabe ninguna duda. Pero algo tendremos que hacer para sobrevivir al bombardeo de propuestas (ojalá) y de propaganda (lamentablemente) que nos espera a partir de ahora.