lunes, 26 de enero de 2015

Año de elecciones... ¿año de bienes?


Como caen los copos de nieve en una tarde invernal, todos los partidos políticos están comenzando a lanzar sus ideas y propuestas, de cara a concretar los programas electorales con los que van a intentar convencer a la ciudadanía. Yo, que me he críado en entornos rurales donde la nieve (y el agua por extensión) son sinónimos de riqueza, tiendo a pensar que toda esta nevada de ideas y propuestas, diversas y renovadas, traerán algo bueno.



https://www.flickr.com/photos/rodcasro/5228382745/
El erial en que la política neoliberal del partido gobernante ha convertido nuestra sociedad, arrasando los derechos sociales y convirtiendo en un desierto el estado del bienestar, está sediento de estas nuevas propuestas. Pero yo tengo la sensación de que los copos que están cayendo, al menos en materia de servicios sociales, son bastante insuficientes y, a veces, me parece ver entre los copos de nieve algunos de peligroso granizo.

Un poco por deformación profesional y otro poco porque estoy convencido de que el sistema de servicios sociales es un elemento estratégico y central para el bienestar de la población, tiendo a revisar entre los programas que ahora nos envuelven, las propuestas concretas que los partidos políticos hacen en materia de servicios sociales.

Y mis primeras apreciaciones, como os digo, no son demasiado halagüeñas. Un gran porcentaje de las propuestas que he leído de programas de diversos partidos políticos y en diversos ámbitos, desde lo local a cuestiones más generales, me ha decepcionado bastante. La gran mayoría cuando plantean medidas de servicios sociales se refieren casi exclusivamente a incrementar los presupuestos de las partidas más asistencialistas: más dinero para las ayudas de emergencia, más dinero para las rentas de inserción, más dinero para subvencionar la vivienda...

Y no es que todo eso sea malo. Al contrario. Lo que ocurre es que hay que llamar a las cosas por su nombre. Todo ese dinero, en el fondo, no es sino una trasferencia de renta hacia los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Y creo que el sistema de servicios sociales no es el mejor sistema para hacerla. 

Si en algo estamos todos de acuerdo, al menos la gente de bien, es en la insostenible desigualdad en que la política neoliberal nos ha sumido. La trasferencia de renta desde los sectores que menos tienen hacia los más poderosos que se ha producido en las últimas decadas, y que se ha incrementado durante la crisis, ha generado tal sufrimiento entre la población que sólo puede solucionarse invertiendo el proceso. Pero hacerlo desde esas políticas asistencialistas en servicios sociales no es sino lanzar unas migajas sin cambiar en el fondo el modelo.

Echo en falta, como digo, en muchos de esos programas una apuesta más fuerte por esa inversión en la trasferencia de renta, modificaciones estructurales (y no coyunturales) que permitan que se haga. No soy economista, pero creo que las políticas de empleo, de vivienda y, por supuesto, la política fiscal, deben cargar con la responsabilidad de estas modificaciones. Por cierto, ¿qué tal una Renta Básica Universal?

https://www.flickr.com/photos/mariano-mantel/
Y en todo este marco, tampoco veo demasiadas propuestas sobre el papel del Sistema de Servicios Sociales, sobre su configuración, su estructura, su posicionamiento estratégico con el resto de sistemas públicos de protección social. ¿Qué tal una Ley General que defina el sistema, aclare competencias y garantice derechos?

En fín, no quiero cansaros más, que bastante tendremos aguantando la nevada que nos espera. Espero que mis sensaciones cambien y empiece a nevar de manera adecuada.

A nivel autonómico y local, yo lo espero "como agua de mayo". Pero si las cosas siguen como hasta ahora, casi prefiero, como decía Juan Luis Guerra hace años, "que llueva café".






lunes, 19 de enero de 2015

Wang y la Yihad


Con motivo del revuelo causado por los atentados yihadistas en París, a nuestro Gobierno, encabezado por el pío Jorge Fernández Díaz, Ministro del Interior, se le ha ocurrido poner en marcha el Plan Nacional de Lucha contra la Radicalización Violenta Islamista, una especie de Plan de choque contra la Yihad…



Al parecer este Plan llevaba varios años elaborándose, pero como para este Gobierno la proactividad es un concepto desconocido, prefieren actuar reactivamente y, tras los atentados de París, deciden poner en marcha este Plan. Podéis consultar aquí o aquí la noticia. Es “la hora de la acción”, parece que ha manifestado el ministro. Eso necesitamos. Hombres de acción como él. 

La verdad que este tipo de planes no suelen llamar mucho mi atención. La mayoría de las ocasiones no son sino operaciones de maquillaje con las que los gobernantes pretenden dar la impresión que se ocupan con eficacia de un asunto del cual, en el fondo, o bien no tienen ningún interés en ocuparse, o bien no tienen ni idea de cómo hacerlo.

Pero en este caso, sí ha llamado mi atención. Lo ha hecho porque entre sus medidas plantean que los trabajadores sociales (junto a médicos y profesores) estén atentos a detectar los síntomas de radicalismo entre los musulmanes. 

Otros compañeros de la Blogotsfera, como Eladio, (enlace) también ha comentado esta noticia y de modo más general, Nacho (enlace)  hace unas sugerentes reflexiones sobre la relación entre el hecho religioso y el Trabajo Social. Os invito a consultar sus entradas, si no lo habéis hecho ya.

Por mi parte, no conozco en profundidad el Plan del ministro (como os digo, me dan una pereza este tipo de planes...), pero el oportunismo del momento elegido para su puesta en marcha (ya veremos...), me hace pensar en su ineficacia, pues creo que el diagnóstico del que parte está errado y las medidas que proponen no van a servir para nada.

Transcribo a continuación lo que la noticia dice sobre el objetivo del Plan y algunas de sus medidas:

        "El objetivo del plan es «establecer estructuras operativas y administrativas específicas» para «crear cauces fluidos de intercambio de información» entre las distintas administraciones y también con la sociedad civil para poder «intervenir (…) desde todos los ámbitos» cuando se detecten «manifestaciones de radicalidad o violencia extremista», reza el resumen. De la coordinación de todos estos actores se encargará Interior a través de una «estructura interministerial». Barrios o distritos con fuerte concentración de población musulmana son los «escenarios principales» en los que se luchará contra la radicalización. De ahí la necesidad de «diseñar un intercambio específico de información» entre los ayuntamientos e Interior.
       En cada distrito habrá un delegado, al que se le impartirá una formación ad hoc, según fuentes conocedoras del plan. Éste será el receptor y primer evaluador de las sospechas que le trasladen profesores de instituto que observen, por ejemplo, el cambio de atuendo de un alumno; las trabajadoras sociales a las que un joven ya no quiera dar la mano; los médicos cuya paciente rehúse de pronto desvestirse, etcétera."

            ¿Os imaginaís el escenario? Trabajadoras sociales mosqueadas porque ese joven al que hasta ahora se le daba la mano, de repente, se niega a recibir ese saludo. Y convirtiendo ese mosqueo en una denuncia ante esa especie de “comisarios políticos” (no encuentro mejor modo de denominar a esos delegados) que pretenden crear.

¿En serio plantean que eso pueda o vaya a hacerse? Y en su caso… ¿de verdad piensan que eso va a servir para algo? Francamente, me resulta hasta cómico que puedan pensar en este tipo de medidas. Si la función de control social es algo sobre lo que el Trabajo Social anda permanentemente debatiendo, este tipo de medidas pretenden institucionalizarla de un modo tan grosero e infantil que, ya os digo, es de risa. O de llanto.

Más allá del tipo de medidas que se destacan, reaccionarias y retrógradas como las que suele gustar a este PPgobierno (ver Ley Mordaza, por poner un ejemplo reciente), me gustaría llamar la atención sobre el modelo en que parece que se asienta el Plan.

“Establecer estructuras operativas y administrativas específicas”, se define como uno de los objetivos del Plan. Otro chiringuito, vamos. Medidas aisladas, chiringuitos “ad hoc” que igual que se crean morirán de inanición, mientras el sistema se deshace y se destruye.

Esta violencia ha de tratarse en su globalidad, y para ello el único camino es consolidar (y no recortar) los sistemas públicos de protección social.

El único camino es dotar al sistema de servicios sociales (y al sanitario y al educativo) de profesionales suficientes para desarrollar proyectos de educación, de prevención, sobre igualdad, sobre interculturalidad, sobre convivencia, sobre respeto, sobre violencia... y para que podamos atender a la población (a toda la población) de modo inclusivo. Ello implica reforzar las estructuras existentes, incrementar sus recursos, definir protocolos, funciones, crear cauces de coordinación y participación…

Pero mucho me temo que para ese tipo de políticas ya pasó su tiempo. Hoy, los gobernantes del Partido Popular han instaurado un nuevo régimen. No les ha costado mucho, el terreno estaba en cierto modo abonado. Es el régimen de la represión y la exclusión. Lo demuestran a cada momento. Están convencidos de que políticas exclusivas como la de retirar el derecho a la asistencia sanitaria a inmigrantes irregulares sirven para algo y que no tienen que ver nada en la aparición de otro tipo de problemas (como la radicalización o la violencia, por ejemplo...).

En vez de prevenir y educar prefieren castigar y reprimir. En vez de globalizar, fomentar procesos y potenciar estructuras prefieren fragmentar y aplicar remedios aislados. El mayor problema es que están convencidos de que funciona.

Wang, que como sabéis tiene un oscuro pasado como sanguinario guerrero de la tribu de los Tai-Ping, está muy enfadado. Cualquier día vuelve a coger las armas...
 

miércoles, 14 de enero de 2015

La lógica de la pobreza (y II)

Como continuación de la pasada entrada, os describo lo que yo entiendo por la lógica común que se aplica ante las situaciones de pobreza o necesidad.


https://www.flickr.com/photos/haddhar/4966459819
Es la siguiente. Pongamos por ejemplo una típica situación de necesidad tal y como se están definiendo últimamente: una familia no tiene para pagar la luz. La explicación social que se le da a esa situación está clara: no tienen dinero porque se han quedado en desempleo como consecuencia de la crisis. Y la solución es igualmente obvia: hay que pagar la luz a esta familia. En cuanto a los responsables de pagarla también están claros: la administración pública “más cercana al ciudadano” y los servicios sociales de los que dispone para ello.

Esta lógica común es la que se ha impuesto y por tanto, define claramente lo que los ciudadanos esperan de los servicios sociales. Y los profesionales de estas estructuras la hemos mimetizado, sin conseguir sustituir la misma por una lógica profesional (no diré científica porque suena hasta pedante y al fin y al cabo, no hace falta mucha ciencia para pagar un recibo de la luz, ¿verdad?).

Las razones por las que no hemos conseguido contraponer otro tipo de lógica son muy variadas, pero responden a dos grandes grupos de responsabilidad. La política y la técnica.

En el nivel de la política, habitualmente los responsables políticos de la acción social y los servicios sociales comparten esa lógica común (a veces por convencimiento y a veces por intereses espurios ligados a los votos) y con ella gestionan los servicios. Tan sólo les entra alguna duda al comprobar que manejan presupuestos escasos para abordar según sus paradigmas todas las situaciones de necesidad que se les presentan.

En el nivel técnico encontramos asimismo diversas razones. La presión institucional es sin duda una de ellas, pero también el haber desarrollado durante muchos años una lógica de necesidades y recursos de evidentes resonancias con esa lógica común.

Así, por opción o inadvertidamente, nos encontramos aplicándola a las situaciones que se nos presentan y reduciendo nuestra función a la aplicación de unos baremos que “objetivan” la necesidad, lo cual en la mayoría de las ocasiones tiene una función más policial que otra cosa: comprobar y documentar lo que nos dicen (en nuestro ejemplo que es cierto que la familia está en desempleo y no tiene dinero).

Aplicando esta lógica hemos forzado prestaciones diseñadas para la inserción para utilizarlas como garantía de subsistencia, lo cual ha generado no pocas disfunciones. Enlace. ¿Qué compromisos o contraprestaciones planteamos a quien cuyo único problema es la falta de dinero? Esos compromisos se supone que iban dirigidos a promover la inserción... ¿de quien ya está insertado? Entonces esas contraprestaciones ¿son un castigo, o el pago para poder recibir la prestación?

Creo que falta un debate profundo sobre el modelo, tanto dentro del sistema de servicios sociales como dentro de la profesión del trabajo social.

En la actualidad hay demasiada confusión entre los modelos: renta básica universal, condicionada, rentas mínimas de inserción, subsidios... mezclados por territorios (la falta de una ley general hace que cada cual desarrolle su particular invento) y cruzados por los diversos intereses, percepciones y motivaciones de, al menos, tres niveles: los técnicos, los políticos y los ciudadanos. Añadámosle al tema cuarto y mitad de ideología y una pizca generosa de dispersión entre los diferentes niveles de la administración y tenemos el panorama completo.

De esta confusión, en este panorama, sólo podemos salir fomentando un debate complejo que nos lleve a consensuar el modo de afrontar las situaciones de necesidad dentro del modelo que queremos para el sistema público de servicios sociales. La otra salida es seguir aplicando la lógica común.

No sé si seremos capaces de salir de esta lógica. No sé ni si queremos salir de ella. Pero me parece que si seguimos más tiempo en ella la desaparición del sistema público de servicios sociales está garantizada. Si la lógica común se impone a la profesional, como está sucediendo, las consecuencias están claras: sobran los profesionales.

Y un sistema sin profesionales ya lo hemos conocido. Se llamaba beneficencia y atendía a los pobres. ¿A quién se le pudo ocurrir un día que eso no era suficiente...?

miércoles, 7 de enero de 2015

Empobrecidos (I)


Así estamos los Servicios Sociales. Empobrecidos. Cada vez tenemos menos recursos y desarrollamos menos programas y servicios. Nuestras energías se consumen en una tarea ingente que defiendo que no es de nuestra competencia (al menos exclusiva): garantizar la subsistencia ante las distintas situaciones de pobreza. En ese sentido también estamos los servicios sociales empobrecidos, en el sentido literal de la palabra. Llenos de pobres.


La presión asistencial como consecuencia de la crisis se ha llevado todo por delante. Antes, ante las situaciones de pobreza, defendíamos que lo prioritario era comprenderlas. Era importante, pues además de atenderlas nos parecía que nuestro trabajo era identificar y cambiar las causas que podían haber llevado a esa persona o familia a semejante situación de necesidad. Eso, y garantizar que los escasos recursos de los que solemos disponer fueran bien empleados para las familias que de verdad lo necesitaran.

Nada de eso parece necesario ni posible en estos momentos. Ante la situación de pobreza, lo prioritario (y en muchas ocasiones lo único) es atenderla. Paliarla, parchearla, subvenirla… me da igual la terminología. La pobreza se soluciona con dinero y las ayudas sociales son eso, dinero. Estamos por tanto impelidos y lanzados a la tramitación de diferentes prestaciones económicas que palíen estas situaciones de pobreza y garanticen unos mínimos de subsistencia.

Antes hablábamos de inclusión social y lucha contra la pobreza como una de las funciones (una más) de los servicios sociales. Ya no hablamos de eso. Ahora hablamos de atender económicamente las situaciones de necesidad que se nos presentan y en eso se ha convertido nuestra prioritaria (y única, en muchos casos) función.

Ya no se hacen diagnósticos. Se aplican baremos. En el fondo… ¿para qué se necesita un diagnóstico cuando todos sabemos que la crisis económica es la causa de las situaciones de pobreza?

Paralelamente, se ha producido un fuerte fenómeno de delegación. Si hay situaciones de pobreza es porque los servicios sociales son ineficientes e ineficaces. Las situaciones de pobreza se crean por la crisis, se detectan en los diversos sistemas de protección social y los servicios sociales son los encargados de solucionarlas. Uno de los corolarios que hemos definido en esta dialéctica de delegación, mediante el cual la aceptamos, es que los servicios sociales deberíamos tener más prestaciones económicas para atender eficazmente las situaciones de pobreza. Desde este fenómeno de delegación interpreto episodios de ataques a profesionales o a centros de servicios sociales como el que conocimos en Barcelona hace unos meses.  Enlace.

Otro fenómeno que vengo observando es el de la desresponsabilización. Las causas de la pobreza, o de una situación de necesidad, son universalmente atribuidas a las condiciones estructurales de la crisis. Nada de lo que le sucede a una familia es consecuencia de sus actitudes, de su historia o de sus actuaciones. La atribución es externa. Por tanto, “si no es mi responsabilidad lo que me sucede, no hay nada tampoco que yo pueda hacer”.

Ambos fenómenos, junto al deterioro objetivo de la situación económica de las familias durante la crisis, hace que la presión asistencial en los servicios sociales sea insostenible. Y así se cierra el círculo: no tenemos tiempo para pensar, diagnosticar o acompañar. Bastante tenemos con tramitar y derivar.

En estos momentos siento que no hay más realidad que ésta. Nos estamos convirtiendo (si alguna vez fuimos otra cosa se nos escapó entre los dedos) en el sistema de los pobres. Tal vez hayamos sido demasiado ambiciosos o ingenuos cuando intentábamos diseñar servicios sociales bajo el principio de la universalidad. ¿O es que a los servicios sociales va alguien más que los pobres? Tal vez algún confundido o despistado para el que cada vez tenemos menos que ofrecer.

Creo que esta deriva de los servicios sociales hacia estas formas de organización y hacia estas funciones exclusivamente asistencialistas es algo imparable, porque responde a condicionamientos, en última instancia, culturales.

Es algo que en otros dispositivos del sistema también ha ocurrido. Por ejemplo, hemos convertido las residencias de ancianos en prácticamente hospitales de asistencia paliativa al exigir un elevado nivel de dependencia con gran deterioro físico o psicológico para el acceso a las plazas públicas.

Y también ha ocurrido, antes, en otros sistemas y con otras situaciones. Por ejemplo, antes se definía la situación de drogodependencia o toxicomanía de alguien como algo prioritariamente conductual. Poco a poco, otros paradigmas se fueron imponiendo y ahora se define la drogodependencia como una enfermedad. Y se trata, obviamente, con la lógica de asistencia médica. Que en muchas ocasiones se reduce (por presiones parecidas a las que venimos nombrando) a un tratamiento farmacológico.

En el fondo, todo responde al paradigma de lo simple. Un diagnóstico sencillo sobre unas situaciones complejas que identifique la causa del problema y aplique el remedio más rápido. Nada que objetar, si no fuese porque las situaciones complejas (y una situación de pobreza, por más que se quiera simplificar, querámoslo o no es algo muy complejo) requieren de soluciones complejas.

Pero aquí también hemos perdido la batalla. La sociedad define las situaciones de pobreza como algo bastante simple, para lo cual no se requiere de ningún diagnóstico complejo. Del mismo modo que las soluciones. Se trata de lo que yo denomino como lógica común, que describiré en la próxima entrada.


viernes, 2 de enero de 2015

Los Top 3 del Chino en 2014

A sugerencia de Wang y para comenzar el año, os cuelgo aquí los enlaces a las tres entradas del blog más leídas durante 2014. Son éstas.



1.- La epidemia de la Caridad. 



2.- Una de anchoas



3.- Tapones de plástico y gomas de borrar




Las tres hablan desde distintas perspectivas de uno de los temas que más frecuentemente abordamos en el blog: la deriva del sistema de servicios sociales hacia formas de organización caritativo-asistenciales basadas en la beneficencia.

Si os apetece echarle un ojo, ahí las tenéis. 

Aprovecho para recordaros que el blog estrena página en facebook:


Allí nos vemos.