martes, 9 de abril de 2013

¿Sentenciados?

Anda el mundo de los Servicios Sociales algo convulsionado. El proyecto de reforma de la Administración Local que acaba de urdir nuestro ¿gobierno? ha erosionado uno de sus principales pilares: lo local.


No es para menos. La pérdida de competencias en Servicios Sociales por parte de los Ayuntamientos es una agresión al sistema de tal calibre que difícilmente sobrevivirá. Le acaban de adjundicar al Sistema la fecha de caducidad, está sentenciado. Nuestro compañero Joaquín en esta entrada de su blog hace un buen resumen de lo que significa esta reforma y adjunta unos enlaces de imprescindible lectura. También el Consejo General del Trabajo Social ha elaborado un documento con las reflexiones de la profesión sobre la misma.

¿Pero cómo explicar todo esto a la ciudadanía en general más allá de los profesionales y entendidos del sistema?. Podríamos explicarles, por ejemplo, que una de las consecuencias de esta Ley si se aplicase en el sistema sanitario sería el cierre de los Centros de Salud, pasando todos los problemas de salud de la población a ser atendidos desde los hospitales.

O que, aplicada al Sistema Educativo, todas las Escuelas y Colegios podrían salir a concurso para que empresas privadas, en competencia libre de mercado, los gestionasen al mejor postor.

Hace unos años si alguien hubiera planteado estas políticas hubiera sido tildado de radical. Ahora los radicales nos gobiernan.

Y cuando los radicales profesan la ideología neoliberal con un fundamentalismo tan salvaje, queda poca defensa para los Sistemas Públicos de Protección Social. Y menos aún para el más pequeño de todos.

El sistema de Servicios Sociales ha sido siempre en España algo bastante poco desarrollado. El retraso social que lleva España (tras 30 años de democracia seguimos siendo el país con el gasto público social por habitante más bajo de la UE-15) se ha reflejado entre otras cosas en un insuficiente desarrollo de nuestro sistema. Insuficiente financiación, despreocupación normativa (somos el único Sistema Público de Protección Social sin Ley General), competencias dispersas... El resultado: un Sistema de Servicios Sociales débil e incapaz de visibilizarse en la sociedad.

Vengo defendiendo hace tiempo que de este estado tenemos una responsabilidad compartida. Naturalmente el "establishment" político y económico se lleva la mayor parte, pero la sociedad en general y los profesionales en particular también tenemos nuestra cuota. La sociedad, con dificultades para reclamar unos Servicios Sociales de calidad y los profesionales incapaces de movilizarla y de realizar propuestas consensuadas, ágiles y eficaces, demasiado disgregados en muchas ocasiones. (Razones para ello hay muchas, pero considero que una muy importante es la insuficiente presencia que hemos tenido los trabajadores sociales en los puestos de responsabilidad del sistema, pero eso es otra historia.)

A pesar de todo ello,  el avance del Sistema era innegable. Durante estas tres décadas (en el último número de la Revista de Servicios Sociales y Política Social, del Consejo General de Trabajo Social hay un interesante recorrido por las mismas) multitud de profesionales y de servicios han ido configurando un sistema que se ha enfrentado de una forma muy eficiente (esto es, maximizando sus escasos medios) a diferentes situaciones de malestar y de necesidades de la población.

En Servicios Sociales estamos acostumbrados a vivir en crisis, mucho antes de que esta crisis económica (más bien agresión desde unos determinados valores) nos golpeara.  Y a pesar de esa situación hemos sido capaces de construir un sistema pequeño (en comparación con los todopoderosos Sistemas Educativo y Sanitario), pero tan valioso y necesario que no podemos dejar que lo destruyan.

Nos están atacando con la saña propia de la gente que jamás ha sentido empatía por el dolor ajeno, que tienen sus seguros privados para protegerse de cualquier contingencia, que miran con desdén cualquier servicio público con el que no puedan seguir ganando dinero, gente a los que palabras como deshaucio o dependencia les produce en el mejor de los casos una indeferencia indigna de seres humanos.

¿Estamos sentenciados? Prefiero pensar que no. Tendremos que seguir luchando y construyendo desde la convicción de nuestros servicios y nuestras propuestas. Participando en convocatorias, manifestaciones y protestas. Diseñando y gestionando servicios cada vez con más profesionalidad. Haciendo visibles las consecuencias de todas estas políticas y denunciando los ataques que, desde la mentira y el desprecio, sólo causan sufrimiento.

Y lo que destruyan... ¡lo reconstruiremos!


P.D. Si has tenido la paciencia de leerme hasta aquí, te invito a que firmes, si no lo has hecho ya, en el blog que se ha creado contra el desmantelamiento de los servicios sociales municipales que supone esta reforma de la Ley. (Enlace).

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