sábado, 28 de septiembre de 2013

Memorias de un hombre invisible. (Segunda parte)

La semana pasada hablaba de la incomodidad que me producía el discurso dominante en nuestra profesión sobre nuestra invisibilidad. Y para defender la tesis de que tal vez no fuera responsabilidad exclusiva nuestra hablaba de la hipervaloración de las ciencias naturales en nuestra sociedad, que entre otras cosas hace que nuestra producción científica y técnica no tenga toda la repercusión que merece.


Y os decía también que me parecía un tanto injusto ese discurso. Y para explicaros lo que pienso, voy a bajar a terrenos más concretos que los de la semana pasada.

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Porque creo que no es cierto que no le demos difusión a lo que hacemos. Conozco de primera mano el esfuerzo de muchísimos trabajadores y trabajadoras sociales para explicar, difundir, explicar, publicar todo lo que hacen. Los programas que desarrollan, los servicios que gestionan, las intervenciones grupales, familiares, individuales y colectivas que realizan... En casi todos los Centros de Servicios Sociales se funciona con programaciones, evaluaciones, planificaciones, memorias....

Muchísimo más que otros colectivos, indudablemente más que otras profesiones... 

En la administración local, esa a la que ahora se le van a hurtar los servicios sociales, precisamente éstos hemos sido los que más hemos escrito y difundido lo que hacemos, frecuentemente los únicos. Nuestros planes, programas y servicios han sido expuestos multitudes de veces a información y debate. 

¿Dónde está el problema, pues? ¿Porqué esa sensación de invisibilidad? ¿Tan torpes hemos sido en nuestra estrategia de comunicación?

Seguro que hemos sido torpes, pero opino que la verdadera causa es que, lo diré sin rodeos: NO IMPORTAMOS.

Siempre he tenido la sensación de que el Sistema de Servicios Sociales se lanzó en España con cierta energía al principio, y despues se ha gestionado a regañadientes. No desde el convencimiento. Con fondos y políticas residuales (ya hemos comentado que aún en los tiempos más boyantes de la economía española dedicábamos a bienestar social el porcentaje más bajo de la U.E.). Nunca se ha desarrollado sino de una manera muy precaria y fragmentada.

Siempre hemos estado gobernados por fuerzas conservadoras, de una manera más o menos explícita, y a estas fuerzas los servicios sociales les importan más bien poco. Para muestra, veánse los recortes que están aplicando ahora en política social, cuando están gobernando sin esconderse. El problema es que las fuerzas económicas, financieras y políticas conservadoras han estado siempre gobernando en nuestro país. Es una tesis que defiende de una manera muy clara el profesor Viçenc Navarro (cuya Web no me canso de recomendar). Os pongo dos enlaces a unos de sus artículos recientes que guardan relación con el tema "El fracaso del socialismo liberal"  y  "España es una país extraordinariamente desigual".

 Personalmente creo que ahí está la verdadera razón de nuestras dificultades. Los Servicios Sociales y todas las políticas públicas de Bienestar Social en nuestro país no se han desarrollado suficientemente como consecuencia de nuestra baja calidad democrática y del predominio conservador en nuestra sociedad. Y el Trabajo Social, como una de las profesiones más representativas de dichas políticas sociales, se ha desarrollado de un modo escaso, insuficiente y periférico.

Porque esta baja calidad democrática no se encuentra sólo representada en las grandes instituciones o en los aspectos macroeconómicos. La experimentamos a diario por ejemplo en la escasa participación social en aspectos colectivos o en el funcionamiento de muchas estructuras y políticas locales.

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Me referiré por ejemplo a una de esas cuestiones locales. Sin apenas excepción he presenciado como todas las fuerzas políticas que han gobernado las administraciones locales en las que he trabajado consideraban que una de las principales tareas de alcaldes y concejales era recibir a los ciudadanos y escuchar sus problemas para intentar resolverlos. Loable postura, en principio, (aunque considero que detrás de la misma hay en muchas ocasiones un buen puñado de narcisismo, vanidad y electoralismo barato).

Loable si no fuese porque en la mayoría de las ocasiones este sistema configura una especie de carretera paralela en el acceso a los recursos, en la que se obvia a los técnicos y todo su necesario trabajo para la adecuada resolución de las problemáticas. Loable si no fuese porque se quiebra así el más elemental principio de igualdad entre los ciudadanos, dejando en manos del clientelismo lo que tendría que estar en manos de la justicia.

Y ello es así porque persiste en nuestra memoria colectiva esas figuras del franquismo que se denominaban "fuerzas vivas", principalmente el alcalde y el cura (y un poco menos el médico), a las que debías acercarte para implorar su favor o su intermediación para la resolución de tus problemas. No había justicicia, había favores. No había derechos, había caridad.

Es algo de lo que todavía no nos hemos deshecho. Y lleva como consecuencia la creencia de que los problemas los resuelven directamente los políticos. Rara vez he conseguido que algún político entienda que no es su función ocuparse directamente de los problemas, sino crear, promover y garantizar las condiciones para que los técnicos podamos resolverlos. Pero la realidad es que se sigue pensando y se sigue promoviendo que es el alcalde el que te proporcionará un trabajo, mucho mejor que cualquier servicio de inserción laboral. O el que te conseguirá una plaza de residencia para tu familiar (ya sabemos que a estas plazas sólo acceden los "enchufados"). O el que presionará a esa Trabajadora Social que se empeña en decirte que no tienes derecho a esa prestación o servicio al que tú sabes que sí lo tienes (o al menos que lo reciben otras personas con menos motivos que tú). O el que conseguirá que te atiendan con urgencia, por delante de otros que, naturalmente de manera equivocada, los técnicos consideraban que debían atender antes que a tí.

Porque si los problemas los resuelven los políticos... es obvio deducir que el papel de los técnicos es por tanto, cuando menos, prescindible y accesorio.

Mientras todos estos déficits democráticos se encuentre implantados en nuestra sociedad tendremos difícil que nuestros ineludibles esfuerzos por visibilizar nuestra profesión y el Sistema de Servicios Sociales fructifiquen.

1 comentario:

  1. Estoy totalmente de acuerdo contigo, Pedro. En el mejor de los casos, los técnicos importamos poco, pero es que habitualmente molestamos. Para resolver los problemas, están los políticos, que de algún modo tienen que justificar su existencia.

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