lunes, 8 de septiembre de 2014

Niño, deja ya de joder con la pelota...

L@s amig@s que teneís la amabilidad de seguir este blog y aguantar las reflexiones y sandeces que  este humilde titiritero de la acción social suscribe, sabéis que hay unos cuantos temas que me preocupan especialmente. Entre ellos, el ejercicio de la política local y en concreto las manifestaciones y desatinos de algunos alcaldes. Así que no podíamos dejar pasar más tiempo sin comentar la propuesta que está haciendo el Partido Popular sobre la elección directa de alcaldes y el gobierno de la lista más votada.


Siempre he trabajado en la administración local, lo cual me ha permitido conocer de primera mano la función pública de numerosos concejales y alcaldes. Al mismo tiempo que he conocido personas que han ocupado estos cargos con una voluntad de sacrificio, honestidad y afán de servicio público encomiables, he conocido otras (lamentablemente con demasiada frecuencia), cuyo único interes era su beneficio particular y su única guía para la política el permanecer en el cargo.

He visto mancillar en numerosas ocasiones esta noble función de la política local por personajes de oscuros intereses, con graves carencias en lo personal y en lo profesional, tomando medidas y decisiones que han perjudicado gravemente a los ciudadanos y a la comunidad, sin la mínima conciencia de los efectos que producían.

Así que, cuando nuestro inefable presidente del gobierno de la nación propone la reforma de la ley electoral, de manera que la lista más votada sea la que se ocupe del gobierno municipal, (excluyendo la posibilidad de gobernar con pactos entre listas minoritarias), me embarga el desasosiego de saber que, de salir adelante, la reforma causará no pocos desajustes y problemas en la administración local.

Es obvio que dicha reforma responde únicamente a intereses partidistas, pero también a una especie de ideología de concentración del poder a la que tanta querencia tiene este partido. En vez del consenso, los pactos, el diálogo, las cesiones... prefieren el "ordeno y mando", convencidos de que así la política es más eficaz. Ese es el problema.

La reforma ha sido en muchos ámbitos tildada de "caciquil", oportunista, anti-democrática... Suscribo la mayoría de las críticas. Concentrar el poder en un único partido y en un alcalde me parece una mala noticia y ciertamente peligrosa. Desde mi experiencia en la administración local, a más concentración del poder más ineficaces y peligrosas son las medidas de gobierno. Mucho más riesgo de corrupción, de despilfarro y, en general, de políticas que beneficien a unos pocos y no al conjunto de los ciudadanos, y mucho menos a los ciudadanos que peor lo pasan.

Naturalmente, esgrimen para su defensa el respeto a la voluntad de la mayoría ciudadana. Lo tramposo de este argumento se demuestra con un poco de aritmética básica. Supongamos que a unas elecciones municipales concurren tres partidos. El Partido A obtiene el 40% de los votos. El Partido B y el Partido C obtienen un 30% cada uno. Con la reforma propuesta gobernaría el Partido A directamente, sin posibilidad de que B y C pudieran sumar sus fuerzas para oponerse a sus políticas, a pesar de que entre ambos superasen ampliamente al primero.

Supongamos ahora que B y C tengan una coincidencia en sus programas de un, digamos 80%. Y que ambos no coinciden en nada con el Partido A. ¿Cúal sería en este caso la voluntad popular?  ¿Que se desarrollase el programa del Partido A, al que apoyan 40 personas de cada 100? ¿O que entre B y C desarrollasen el programa común, que es apoyado por 48 personas de cada 100? ¿Qué es más democrático?

Todo en un sistema democrático tiene sus pros y sus contras. Y que una reforma electoral sea necesaria puede ser debatido. Listas abiertas, compromiso con los programas electorales, sistemas de representatividad, cuotas de proporcionalidad... Pero nada de eso figura en la propuesta.

Propuesta que, además, se hace a pocos meses de las elecciones, en una clara estrategia electoralista. Tan evidente es que pretenden cambiar las reglas a mitad de partido que recuerdan a esos grupos de niños en los que las reglas del juego las pone el dueño de la pelota. Ahora el dueño de la pelota (mayoría absoluta) la tiene el PP. Por tanto se juega como él quiere, por irracional, absurdo y aburrido que parezca el juego.

Y es que el juego lo único que pretende es sustituir los alcaldes por caciques. Como si no tuviéramos ya bastantes.

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