martes, 5 de junio de 2012

El des-arte de la política

     Ya tardaba en hablar de los políticos. Uno necesita siempre demonios con los que exorcizar las amenazas de la  realidad, y para mí los políticos ocupan ese lugar. Entre otras cosas creo que es una de sus funciones, aunque ellos no lo sepan.
     Pero también es verdad que tras trabajar muchos años en la administración, ocupando puestos de responsabilidad técnica bajo la dirección de diversos políticos, me siento capacitado para hacer algún diagnóstico sobre la responsabilidad de los políticos en el deterioro de la administración pública. En particular en el destrozo de los sistemas públicos de protección social y específicamente en el deficiente desarrollo del Sistema Público de Servicios Sociales. Mi análisis es desde la experiencia, por tanto fragmentado y parcial, y se circunscribe al ámbito local, rural y de servicios sociales.
     La tesis que planteo es que los políticos tienen la máxima responsabilidad en este escaso desarrollo del Sistema de Servicios Sociales y en la escasez de recursos con la que se enfrenta a la problemáticas que le competen. Fragmentado, confuso, ineficaz para demasiadas situaciones, descoordinado, con profesionales cada vez más desmotivados... para mí no es casualidad que así se encuentre nuestro sistema. Es consecuencia directa, fruto de estrategias deliberadas y de ineptitudes varias, de los políticos que lo gestionan. Naturalmente no es responsabilidad única; los técnicos y los ciudadanos también tenemos nuestra cuota, pero no me parecen comparables.
     Llevo hablando dos entradas de ciertas actitudes que están creciendo en nuestra sociedad. Naturalmente los políticos que gestionan nuestros servicios comparten esas actitudes y valores y ahí creo que reside uno de los problemas.
     En demasiadas ocasiones estos políticos gestionan los servicios sociales desde dos posturas: una caritativo-paternalista y otra coercitivo-controladora. En la primera los servicios terminan convirtiéndose en mero asistencialismo, sirviendo más a las necesidades de sentirse bien del gestor que a la problemática que pretenden subvenir. En la segunda se detraen de recursos a los servicios, recortándose bajo argumentaciones como las que señalaba en las entradas pasadas y quedando como algo residual, naturalmente sin prestigio y de dudosa utilidad.
     Otro problema trata del acceso a los puestos de responsabilidad política. Demasiadas carencias, prepotencias y narcisismos son frecuentemente unos instrumentos útiles en la carrera política. Y naturalmente luego esos "valores" se ponen en juego a la hora de establecer los criterios para el desarrollo de los servicios, así como para la comprensión del sistema que pretenden gestionar.
     El tercer problema es la ola neoliberal que nos invade, con el mantra de la privatización como estandarte al que los políticos no dudan en abrazar. En algunos casos, por intereses espurios y en otras ocasiones por el adoctrinamiento propio de la clase política.
    Los tres problemas confluyen a la hora de diseñar las estrategias políticas para gestionar los servicios sociales públicos. Así nos va.
 

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