martes, 3 de julio de 2012

El año del Dragón


Tener a Wang de consejero es algo extraño. A veces pienso que, como es chino, no entiende de verdad nuestra cultura y sus orientaciones me parecen auténticas sandeces. En otras, me sorprendo de su acertada visión y de sus afiladas opiniones. La mayoría de las veces me fío de él y le hago caso, pues he aprendido que suele tener razón.
El otro día me explicaba que según el calendario chino estamos en el año del Dragón, que comenzó el 23 de enero y durará hasta el 9 de febrero de 2013. Me contaba que en Oriente el Dragón es considerado una criatura mágica, un ser mitológico. Es un símbolo de buena fortuna y poseedor de un gran poder. Para los chinos es un buen año, e incluso estadísticamente, en los años de dragón hay más nacimientos, pues es normal que los padres prefieran esperar un año para tener el hijo en el signo del dragón. 
Por mi parte le planteaba la paradoja de que, estando en un año tan propicio y positivo, estemos viviendo unos meses tan convulsos y confusos, donde la crisis nos está golpeando con tanta injusticia. Entonces Wang me contó la siguiente historia:

     Una hija se quejaba a su padre  acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo  hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de  luchar.   Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía  otro.


     Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo.  Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua  de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó  huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir  palabra. 


     La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría  haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego.   


     Sacó las zanahorias y las colocó en un recipiente. Sacó los huevos  y los colocó en otro. Coló el café y lo puso en un tercer  recipiente. 


     Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿qué ves?".  "Zanahorias, huevos y café", fue su respuesta. 


     La hizo acercarse y  le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas.     Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara,  observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras  disfrutaba de su rico aroma. 


    Humildemente la hija preguntó: "¿Qué  significa esto, padre?". Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado  la misma adversidad: ¡agua hirviendo!, pero habían reaccionado en forma diferente. 


     La zanahoria llegó al agua siendo fuerte y dura. Pero  después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de  deshacer. 


     El huevo había llegado al agua siendo frágil. Su cáscara  fina protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su  interior se había endurecido. 


     Los granos de café sin embargo eran  únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al  agua. 

     "¿Cual eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?. ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?" (*)


        

     No sé muy bien porqué, pero saber que estamos en el año del Dragón y esta historia que me contó Wang han hecho que ande estos días de mejor humor. 

 

 

(*) Tomado del libro “La culpa es de la vaca de los autores Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo (Editorial Intermedio).

2 comentarios:

  1. Pedro. Me parece una entrada estupenda. Enhorabuena

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  2. Más vale que nos vayamos poniendo de buen humor, porque desde fuera no nos va a ayudar mucho, creo yo...
    Hacer de la necesidad virtud es un dicho que se ha utilizado infinidad de veces, pero que en los tiempos que corremos se hace más necesario que nunca, dicho lo cual, esta visión del café me ha parecido muchísimo más apropiado: si el entorno no es propicio, cámbialo!
    En eso estamos (pero en vez de color café, vamos a por el color naranja, que es más refrescante...)

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Gracias por comentar.