lunes, 18 de noviembre de 2013

Huevos y castañas, o de cómo reformar la Constitución.

Acaba de terminar el XII Congreso del Trabajo Social, al que he asistido estos días en Málaga. Entre sus principales conclusiones, la necesidad de reformar la Constitución para garantizar la cobertura del Sistema Público de Servicios Sociales en todo el Estado. Noticia.

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http://www.flickr.com/photos/esparta/453100543/
L@s colegas que amablemente me leéis ya sabéis a qué me refiero. Pero por si algún otro incauto se deja llevar por la amistad conmigo y se atreve a leer esta entrada, le explicaré antes dos cosas: primero y aunque le suene sorprendente, nunca ha estado garantizada la prestación de Servicios Sociales a los ciudadanos de este país. Que tuviéramos unos servicios sociales u otros, (o ninguno), dependía en exlcusiva de las Comunidades Autónomas y de los Municipios. Depende de donde vivieras podrías tener reconocidos unos servicios u otros. 

También a Wang le ha sonado siempre raro cuando le he explicado las grandes diferencias en los servicios que se han dado entre unas zonas y otras. Y más raro le suena cuando le explico que reclamamos ¡reformar la Constitución! para acabar con estas diferencias.

El pasado día 8 de noviembre publicaba aquí una entrada hablando de algunas de estas cosas y surgieron algunos comentarios que me han llevado, junto a las conclusiones del Congreso que os cuento, a publicar ésta.

Nos recordaba Juan G. Currás, Vocal del Consejo General y vicepresidente del Colegio Oficial de Cantabria, que la promulgación de una Ley General de Servicios Sociales y de la necesidad de reforma de la Constitución para ello era una reivindicación histórica de los profesionales de nuestro sistema, que se remonta a los años en que se creó el mismo, allá por los primeros 80. Agradezco a Juan sus precisiones.

Los magníficos profesionales que lo hicieron posible, capitaneados por Patrocinio de las Heras, tal y como nos cuenta Juan, ante las dificultades de contar con una Ley General diseñaron y pusieron en marcha el Plan Concertado de Prestaciones Sociales Básicas para dar cobertura al Sistema. Se basó el mismo en la voluntariedad de concertación de las Comunidades Autónomas.El Trabajo Social en general ha de sentirse orgulloso de haber contribuido tan decisivamente a la creación y desarrollo de este sistema y la sociedad y nuestra profesión están en deuda con los profesionales que lo hicieron posible.

Por mi parte, viví de primera mano este nacimiento del sistema, primero de estudiante y luego de incipiente trabajador social, allá por los años 80. He vivido, he gozado y he sufrido todas las virtudes e imperfecciones de este modelo con el que se creó el sistema público de servicios sociales. También desde mi condición de peón del mismo, he intentado contribuir junto a montones de compañeros/as a su desarrollo.

Soy consciente de las dificultades de entonces y la opción de crear un sistema así, sustentado en un Plan y en la voluntariedad de concertación, probablemente fuese la única. Tampoco tengo ninguna duda de que antes, durante y después, los profesionales del sistema hemos seguido reivindicando la necesidad de esa Ley General.
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Esas mismas imperfecciones nos ha obligado a muchos profesionales a hacer cosas bastante raras. Por ejemplo, yo he tenido que hacer “trabajo social de contrabando”, con ciudadanos de municipios cuyos alcaldes se negaban a pertenecer al sistema. Mi compromiso ético me llevaba a no poder entender cómo atender a unos ciudadanos no y a otros sí, no en función de sus necesidades, sino del municipio de mi zona donde vivieran. 
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Lo comparaba con Sanidad y me preguntaba qué pasaría si a los ciudadanos de esos municipios se les hubiese negado la asistencia sanitaria por la misma razón. O que ocurriría si niños de un municipio acudieran a la escuela y otros no en función de la voluntad del alcalde o la corporación municipal. La respuesta era siempre la misma: estos sistemas tienen una Ley General y nosotros no.
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Además de sufrir esas imperfecciones, (que como digo no le restan ni un ápice de valor a la construcción del sistema), no es menos cierto que, al poco de nacer, se le fue dejando morir. La aportación estatal al Plan Concertado, incluso en tiempos de gobiernos progresistas, distó mucho de la que hubiera sido necesaria si de verdad se hubiese creído en el sistema. 
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Y poco a poco, lo que nació con una gran ilusión se fue deteriorando y difuminando en la maraña de normativas y dispositivos extraños que tuvimos que ir desarrollando para ir paliando dichas carencias e imperfecciones.
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http://www.flickr.com/photos/paco_calvino/1810690809/
Hasta tal punto que hablar de sistema de servicios sociales comenzó hace tiempo a ser un ejercicio de buena voluntad muy generoso. Es tal la heterogeneidad y diversidad de los servicios sociales, no solo entre comunidades autónomas, sino dentro de las propias comunidades e incluso municipios, que unos servicios empiezan a parecerse a otros tanto como los huevos a las castañas. Porque tal heterogeneidad no era fruto de las diferentes realidades o contextos geográficos y sociales, lo cual hubiese sido una riqueza. Respondían únicamente a criterios políticos, reconociendo servicios y derechos a unos ciudadanos u otros en función de su lugar de residencia, creando graves diferencias e injusticias.
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Y en este marco llega la Ley de Dependencia. Particularmente nunca entendí (no soy jurista pero a pesar de que varios de ellos me lo han explicado sigo sin entenderlo) cómo se pudo aludir al artículo 149 de la Constitución, que da competencias al Estado para “la regulación de las condiciones básicas que garanticen la igualdad de todos los españoles” para justificar la necesidad de una ley nacional para la dependencia y la misma argumentación no servía para justificar la ley general para servicios sociales.
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Lo que valía para una parte, no valía para el todo, y llegaron a confundirse ambos. Así se introdujo todavía más fragmentación y confusión y nos tuvimos que oir cosas como que el cuarto pilar del Estado de Bienestar era el Sistema de Atención a la Dependencia. A lo cual muchas voces de la profesión respondieron adecuadamente.
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Yo creo que entre los profesionales no hay ninguna duda. Joaquín Santos en su libro explica muy bien esto del cuarto pilar y las dificultades para su definición terminológica y conceptual.
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Pero si es cierto que entre profesionales hay consenso, no es menos cierto que los partidos políticos, (los que nos gobiernan por supuesto, pero también los que nos han gobernado en etapas anteriores, aunque ahora hablen de reformar la constitución para ello) no han creído demasiado, por no decir nada, en un Sistema Público de Servicios Sociales verdaderamente estructurado. Salvo honrosas excepciones, como la época a la que nos estamos refiriendo y algún gobierno o iniciativa puntual en todo el Estado.
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Ahora el partido político gobernante pretende acabar con el Sistema Público de Servicios Sociales. Mientras, partidos políticos en la oposición plantean la reforma de la Constitución para garantizar los mínimos del Sistema en todo el Estado.

Tan diferentes como los huevos a las castañas. El único pero es que a veces los huevos se disfrazan de castañas y las castañas de huevos. Ya nos hemos confundido en varias ocasiones.



5 comentarios:

  1. Qué buena entrada y que bien definida esta la trayectoria de los Servicios Sociales y sus carencias. Me encanta el concepto "Trabajo Social de Contrabando" Saludos.

    Fernando Cuevas

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  2. Gracias de nuevo Pedro por tus notas que invitan permanentemente a la reflexión del colectivo.Pero te voy a añadir una más, producto de mi patológico optimismo innato (que yo llamo confianza en los trabajadores sociales de mi país) que, de regreso de nuestro 12º Congreso, se encuentra en muy altos niveles. Coincido contigo en que nuestros bicéfalos gobiernos democraticos no han sabido, cuando no directamente no han querido, distinguir un huevo de una castaña en materia de SS. Pero los TS siempre lo hemos tenido claro. Y conseguiremos afianzar nuestro modelo. Porque nunca hemos sido tantos, tan conscientes y tan capaces . Porque sabemos, queremos y podemos.

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  3. Hola Pedro,

    la verdad es que me me ha gustado mucho la entrada. Cuentas muchas de las cosas que ponen en los libros que estudio, pero ahora es cuando realmente las entiendo, explicadas por tí, porque las has vivido. En cuanto al sistema de atención a la dependencia me pasa lo mismo que a tí. Nunca he logrado entender como es que se ha montado un sistema jurídico aparte y no integrado en el de servicios sociales. Desde mi ignorancia, veo que ambos son parecidos, uno está totalmente fragmentado y al de más nueva creación le quieren dar más entidad, al menos a nivel nacional. Es raro.

    Hay otra cosa que me gustaría comentarte. Tengo un post preparado, totalmente escrito, que no es muy distinto de este. A ver, sí es bastante distinto, pero hay algunas cosas en común con este. La cosa es que veo que es un tema que se desconoce mucho y más todavía por las personas que en general me leen. Pensaba sacarlo el miércoles, más que nada por no publicar el lunes, que parece que es un día muy elegido por la gente para publicar y tampoco quiero saturar a la gente. Simplemente te lo digo porque, si lo lees, que sepas que no te he copiado, ni jamás lo haría.

    Un abrazo

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  4. Gracias a los tres por leerme y comentar mis posts. Me apunto tu optimismo y tu confianza, Juan.
    En cuanto a ti, Carolina, tranquila; cuanto más hablemos del mismo tema, mejor, y es inevitable que algunas reflexiones se parezcan. Al fin y al cabo las construimos entre todos. En todo caso agradezco tu respeto.

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  5. Qué clarificante! Se entiende perfectamente el devenir a la incertidumbre de los dos sistemas que debió ser uno ! Yo también me obligo a ser optimista pero me da mucha rabia como a todos el estado de debilidad en que se encuentra el sistema de servicios sociales .
    Como siempre , un análisis estupendo.

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Gracias por comentar.