miércoles, 6 de febrero de 2013

Pequeñas historias de la sopa boba

La entrada de esta semana no podía dedicarla a otra cosa sino a comentar la última acción de la Marea naranja en Aragón: la recreación histórica de la Sopa Boba. Una de las prácticas habituales de la beneficencia que imperaba en nuestra España de hace casi cien años y que amenazan con volver.



Pero no voy a hablar en sí de la acción. Toda la profesión del Trabajo Social y todo el colectivo en general de los Servicios Sociales estamos clamando y denunciando por la perdida de derechos sociales que estamos sufriendo en nuestro país. Montones de compañeros y compañeras están debatiendo, manifestándose, realizando acciones para denunciar la situación y para intentar revertirla. El mismo movimiento de la Marea Naranja y esta recreación de la Sopa Boba son una prueba y un ejemplo.

Por mi parte, en este mismo blog he publicado varias entradas reflexionando sobre ello. Por ejemplo, De la ciencia a la caridad o La vida es una tómbola. Seguro que tenemos que seguir haciéndolo, pero hoy voy a enfocar mi reflexión en un aspecto más indivividual, mas microsocial, por llamarlo de alguna manera.

Me refiero al compromiso personal de cada uno. Las acciones que de verdad cambian las cosas muchas veces pasan desapercibidas. Son pequeñas y humildes, pero sin ellas no tendría sentido, no sería posible la transformación de las injusticias.

En esta recreación he sido testigo de multitud de estas pequeñas acciones que, a  modo de gotas, van conformando la marea que hace posible la acción. Gotas aportadas por organizadores, participantes,  asistentes y colaboradores, cada uno sumando y aportando desde su compromiso.

Y, aún a riesgo de que se enfade un poco, voy a señalar una gota en concreto. Como digo, se podrían señalar muchas pero ésta para mí creo que resume y es un ejemplo de estos pequeños compromisos humildes y sencillos a los que me refiero.

Se trata de Sonia, una compañera que se acercó a participar en la representación, vestida como correspondía: pelo recogido, ropa oscura y recipiente para la sopa. Estuvo poco más de media hora, lo que duró la recreación, y se marchó. Fue una más de las participantes. Lo que nadie sabe es que para poder hacerlo tuvo que conducir casi doscientos kilómetros y que además tenía un compromiso familiar importante. Pero quiso estar, y con su presencia pequeña y callada, denunciar la regresión que la protección social está experimentando en nuestro país.

La actividad hubiera salido igual si ella no hubiese estado, pero estoy firmemente convencido de que no hubiese sido lo mismo. Así que, desde estas líneas, vaya mi reconocimiento a Sonia y a todas las personas que, como ella, están comprometidas con la transformación de estas realidades tan injustas. Comprometidas en el trabajo cotidiano, en su esfuerzo individual, con las acciones colectivas y en el día a día. Empeñadas en transformar esta realidad que tanto sufrimiento está causando a tanta gente. 

Son pequeños gestos, pequeñas cosas, pero imprescindibles. Gracias.

2 comentarios:

  1. Emocionante tu entrada. La he leído con los ojos como Candy Candy cuando Anthony se marchaba para no volver. Difundo porque refleja maravillosamente la implicación personal. ¡Máquina!

    Una fan.

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    1. No se muy bien quien es Candy Candy ni Anthony, pero sí sé que es un privilegio tener lectoras como tú. Gracias.

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Gracias por comentar.