miércoles, 8 de mayo de 2013

Una historia de trincheras

Esta vez no va a ser Wang quien nos cuente una de sus historias chinas. Esta vez os la voy a contar yo. Una historia de trincheras. Una historia en las trincheras de la acción social.


Soy trabajador social desde hace casi 25 años. Siempre he trabajado en la atención primaria, que yo a veces defino como la primera línea de batalla contra la exclusión, el sufrimiento y el malestar. Allá donde las personas presentan sus verdaderas necesidades, en el lugar más próximo a los ciudadanos, con instrumentos escasos, rodeados de barro, frecuentemente olvidados y a veces, utilizados.

En la intemperie de esas trincheras, miles de historias. Muchas, hechas de sufrimiento y dolor. Algunas de esperanza y recuperación. Las más, un poco de todo.

http://www.flickr.com/photos/recuerdosdepandora/
Hoy os voy a contar una de esas historias. Primero os contaré la anécdota que me ha sucedido y después la historia que hay detrás.

Hace poco leía en Facebook la anécdota de un amigo que estaba cuidando a un familiar en el hospital. Al lado, un anciano recibía los cuidados de una cuidadora contratada. Como suele suceder en estos casos, con el lento fluir del tiempo en el hospital y con la sensibilidad que la enfermedad nos hace aflorar, mi amigo y esa anónima cuidadora comenzaron a contarse sus cosas. 

Mi amigo quedó impresionado por la historia de esta mujer, abnegada, con una situación personal y familiar muy complicada y que, a pesar de ello, cuidaba con mimo y esmero a ese anciano al que sólo le unía una relación profesional. 

Y no sólo a él. En algún momento de ausencia de mi amigo, cuidaba también a su familiar, llegando incluso a limpiarle las flemas. Generosidad y gratuidad.

Unos días más tarde de leer esta situación que compartía mi amigo, una mujer me aborda en el pasillo de mi Centro de trabajo. Es usuaria de nuestro programa de intervención familiar y participa en algunos de nuestros programas de apoyo. Me dice que le han dado recuerdos para mí. Lleva el nombre apuntado en un papel, para no olvidárselo. Y me da recuerdos de ese amigo, explicándome que lo ha conocido en el hospital.

De repente, la "anónima cuidadora" de la que hablaba mi amigo había adquirido rostro y situación concreta para mí.

Hasta aquí la anécdota. Ahora la historia. 

Es la historia de esa mujer. La llamaré María, que aunque no es su nombre real, me servirá para acercaros a ella. María procede de una situación terrible de maltrato y abandono durante su infancia, a consecuencia de la cual sufrió una adolescencia y juventud con múltiples problemas. Ha sufrido diferentes tipos de violencia y ha pasado algunos periodos de su vida con un grave deterioro personal y social.

http://www.flickr.com/photos/sss-showcase/3180770468/
Sin embargo, su capacidad de lucha es ilimitada. Resiliente como pocas, ha sido capaz de rehacer su vida y está intentando proporcionar a sus hijos una vida mejor que la que ella tuvo. En ello está, y nosotros tenemos la suerte de que nos permita acompañarla en un periodo de su vida.

¿Que porqué considero que es una suerte?

Pues tiene que ver con las trincheras de las que os hablaba. A veces no somos conscientes de dónde trabajamos, pero el ejercicio del Trabajo Social en situaciones que nos hacen ser testigos, a veces impotentes, del sufrimiento humano, nos inflinge graves heridas. Heridas en el alma. Heridas de las que necesitamos ser curados.

El contacto con la maldad, el sufrimiento, la violencia, la desesperación... no es gratuito para nosotros. No somos héroes y por tanto en muchas ocasiones perdemos la esperanza en el ser humano, en la mejora de la sociedad, en los valores y recursos positivos de las personas. Y ello nos vuelve ineficaces en el trabajo. Es el momento en que necesitamos ser curados.

Y ahí es donde encontramos historias y personas como María, que nos devuelven esa confianza en las personas, en su bondad, en su capacidad de superación y lucha. A pesar de todas la vicisitudes que ha pasado, conserva intacta su capacidad para cuidar, para amar y para proteger. Personas como ella nos devuelven la esperanza de que se puede construir una sociedad más justa, con menos sufrimiento para las personas. Una sociedad mejor.

Por eso, gracias, María.



10 comentarios:

  1. Muy de acuerdo contigo. Muchas veces son las personas a las que acompañamos en su proceso las que nos dan verdaderas lecciones a nosotros y a la sociedad en su conjunto. Son auténticos héroes. Si fuesen más escuchados por los políticos y atendidas sus reivindicaciones, seguramente que España iría bastante mejor.

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  2. Pedro.
    Me has emocionado.
    Creo que ha sido la cercanía a la dura realidad que contemplamos y compartimos todos los días o quizá haya sido la certera puntería de lo que es importante, de los valores con los que trabajamos, con los que vamos tejiendo redes, redes de cuidados,de necesidades compartidas, de afectos entre personas, de certezas hechas trizas. De humanidad y esperanzas.
    Gracias compañero.
    Ana

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  3. Gracias por tus comentarios, Teresa. Tienes razón, si los políticos escucharan más a estas personas y menos a "los mercados", ¡cuánto mejor nos iría!

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  4. Gracias Ana. Pueden recortarnos todo lo que quieran, pero no nos harán perder la esperanza. Saludos.

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  5. Gracias Pedro por tu relato. El Trabajo Social te permite acercarte a historias como la de María... todo un lujo y una oportunidad de aprendizaje.

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  6. Gracias a tí, Pablo, por comentarla y difundirla. Es una historia que merece la pena. Saludos.

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  7. Cuanta razón tienes Pedro. A las/los que tenemos el contacto humano como vocación lo que nos encanta es eso, estar en la trinchera, al pie del cañón. Las personas con las que trabajamos son un pozo sin fondo de sabiduría y experiencias humanas, auténticos supervivientes con mucho que decir y que aportar. Muchas gracias por tus palabras.

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  8. Efectivamente Teresa, lamentablemente a esos supervivientes no se des da nunca voz. Gracias por comentar.

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  9. Gracias Pedro por compartir una historia como esta. Al leerte se me ha formado un nudo que se ha ido desatando poco a poco. Me identifico mucho con lo de las trincheras, yo también soy trabajador social de base, y con lo duro que a veces resulta, ahora mismo no me planteo estar en otro sitio. Escuchar las historias vitales que comparten conmigo cada día y acompañar en esos procesos, me hace crecer muchísimo. Con todo lo que nos "quejamos", no podríamos tener trabajo mejor.

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  10. No sé si hay mejores trabajos Eladio, lo que sí sé es que la gente que atendemos se merece que lo hagamos lo mejor posible dentro de los escasos medios de los que muchas veces disponemos. Saludos.

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Gracias por comentar.