Recientemente se ha presentado el Informe de Save The Children sobre Pobreza Infantil y exclusión social. Los autores, a mi juicio muy acertadamente, lo subtitulan “Una cuestión de derechos” y en el mismo se alude a la desigualdad como la causa profunda de la pobreza.
Por decirlo más clarito: a pesar de lo que proclaman
todos los gurús de lo neoliberal, no es que no haya recursos para evitar la
pobreza, ni por extensión para mantener ese Estado de Bienestar al que nos
están obligando a renunciar a base de empujones. El problema es el reparto de
estos recursos, cada vez más concentrados en una pequeña élite que se apropia de
los mismos.
Y es que efectivamente, son los
derechos los que están en juego. El derecho de los niños a crecer en
situaciones donde no se vulneren sus oportunidades, donde no tengan que sufrir las
privaciones y padecimientos que conllevan. El derecho a crecer felices y
protegidos, para llegar a la vida adulta en unas condiciones dignas y no
mutilados ni mermados en sus condicionantes vitales.
¡27 millones de niños en situación
de pobreza!, en Europa. Más de medio millón de niños que han caído en esta
situación en el último año. Para estar orgullosos, vamos. Con estas cifras y
estos datos, no sé cómo alguien puede sentirse orgulloso de definirse como
europeo.
Y si desde esta perspectiva el
sentirse europeo no es algo de lo que presumir, qué decir de sentirse español.
Porque según este informe España es el segundo país europeo, por detrás de
Grecia, que menor capacidad tiene para reducir la pobreza infantil a través de
sus ayudas sociales. Supongo que a nuestro amigo Montoro, el ministro de
Hacienda, tampoco le gustará este informe, como no le gustó el informe de
Cáritas.
Esta incapacidad de nuestro
Estado para hacer frente a semejante problema es la muestra del Sistema de
Protección Social tan precario que hemos tenido. Tal vez algo tenga que ver que
seamos el país que menos porcentaje del PIB ha dedicado a política social, aún
en los días de más bonanza económica. Nuestro Estado de Bienestar ha sido
siempre algo bastante incipiente y precario, desarrollado de forma bastante
timorata ante la presión en contra de los sectores más conservadores. Esos
mismos que ahora dicen que el nivel de bienestar conseguido era insostenible y
que no nos lo podemos permitir.
Los mismos que justifican los
recortes en Sanidad, Educación, Servicios Sociales o Dependencia con el
argumento del déficit público, escondiendo en su contabilidad tramposa lo que
no es sino ideología. Ideología que oculta que el argumento de sostenibilidad
no es sino un mero artificio para definir prioridades entre las que,
naturalmente, no se encuentra la
protección a los más débiles, en este caso, los niños.

Sinceramente creo que el fracaso
de este modelo que nuestros gobernantes nos han impuesto debería ser motivo más
que suficiente para que se marchasen a casa y dejasen de hacer daño. Si no lo
hacen es porque para ellos el modelo no ha fracasado: los ricos son cada vez
más ricos y los pobres, pues eso, más pobres. Era lo que pretendían y lo están
consiguiendo.
Dudo que sirviera para algo, pero
si estos gobernantes se acercasen un momento a los despojos que quedan del
quebrado Sistema de Servicios Sociales verían de primera mano las situaciones
que tenemos que afrontar en este sistema.
Tal vez si le pusieran cara a
estas situaciones de pobreza infantil, al menos, se abstendrían de presumir de
lo eficaces y eficientes que son sus políticas.
Porque tienen, al menos, 27 millones de razones para callarse.
Porque tienen, al menos, 27 millones de razones para callarse.
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