Los blogueros pioneros en el arte de las video-conferencias nos propusieron que antes de la siguiente quedada digital escribiéramos todos una entrada sobre los repartos de alimentos, que fue un tema que abordaron durante la reunión. Aquí está la mía.
Porque los compañer@s hicieron bien en hablar de ese tema y en proponernos que escribiéramos sobre él. Creo que toda la profesión debe reflexionar sobre esta regresión a la beneficencia que estamos experimentando en nuestro país. Como trabajadores sociales tenemos la obligación de analizarlo y posicionarnos. Y nada mejor que el diálogo entre profesionales para ir reflexionando y tomar postura.
En cuanto a mi postura la he ido desarrollando en este blog en algunas entradas, por ejemplo en La vida es una tómbola... y en otras. Pienso seguir haciéndolo, pues me parece un tema capital en estos momentos.
Pero a veces una imagen vale más que mil palabras (sólo a veces). Y andaba yo pensando en estas cosas cuando me asaltó la imagen que encabeza esta entrada. Como bien sabréis, desde que Joaquín las ha revolucionado, andan las imágenes asaltándonos sin piedad y en concreto ésta me ha tocado a mí.
Me la encontré en un viaje a Vitoria, durante una visita al Museo de Bellas Artes de Álava. Se trata de una pintura de Ignacio Díaz Olano, un influyente pintor alavés de los siglos XIX y XX. El cuadro se llama "El Restaurante" y a mí me parece una magnífica descripción de la desigualdad.
A este lado, dentro del restaurante, la sociedad opulenta, despreocupada. Al otro lado del cristal, a la intemperie, la sociedad necesitada, aterida, que mira a la primera de una manera que no me atrevo a describir. (Os dejo a vosotros que la interpretéis).
En esta España donde tanto ha crecido últimamente la desigualdad (os dejo un enlace del colectivo Ioé con unos reveladores datos), esta imagen es representativa de lo que se está generando. Una sociedad polarizada, donde unos pocos cada vez tienen más y grandes sectores de la misma cada vez con más necesidades.
Por mi parte me imagino a las señoronas de este cuadro, que tan bien parecen haber comido, unas horas más tarde acudiendo a algún acto benéfico. Tal vez regenten una tómbola en beneficio de los niños huérfanos, o se dediquen a repartir bolsas de alimentos a los necesitados. A lo mejor hasta, paradoja de las paradojas, la mujer del otro lado del cristal es una de las afortunadas receptoras de su caridad. Y les dará las gracias, entre humillada y momentáneamente aliviada. Y las señoronas se irán a su casa, satisfechas y regocijadas en su bondad.
Reconstruir los Servicios Sociales y asentarlos en derechos sociales es el único camino posible para evitar que escenas como ésta y como la que he imaginado que sucedería después, se conviertan en la forma predominante de la acción social. Como bien nos demuestra nuestro amigo y profesor Miguel Miranda en su libro "De la caridad a la ciencia. Pragmatismo, Interaccionismo simbólico y Trabajo Social." el Trabajo Social surgió como profesión a raíz de "hacerse una serie de preguntas: sobre el porqué de los problemas sociales, de la desigualdad social, (...) sobre el cómo intervenir y sobre el desde donde intervenir".
Ese fue el motor que llevó a la superación de las prácticas altruistas y filantrópicas, basadas en la buena voluntad y el conocimiento ordinario y a su sustitución por prácticas profesionales basadas en el rigor metodológico y el conocimiento científico.
Ahora que desde los poderes públicos y desde grandes instituciones se está proponiendo como solución a los problemas sociales la vuelta a esas prácticas filantrópicas y caritativas y las aplauden como expresión de la solidaridad ciudadana, desde el Trabajo Social tenemos mucho que decir. Nosotros ya hemos recorrido el camino de la caridad a la ciencia, como para ahora permitir que caminemos de la ciencia a la caridad quedándonos cruzados de brazos.
Nos vemos en el tajo.
Me la encontré en un viaje a Vitoria, durante una visita al Museo de Bellas Artes de Álava. Se trata de una pintura de Ignacio Díaz Olano, un influyente pintor alavés de los siglos XIX y XX. El cuadro se llama "El Restaurante" y a mí me parece una magnífica descripción de la desigualdad.
A este lado, dentro del restaurante, la sociedad opulenta, despreocupada. Al otro lado del cristal, a la intemperie, la sociedad necesitada, aterida, que mira a la primera de una manera que no me atrevo a describir. (Os dejo a vosotros que la interpretéis).
En esta España donde tanto ha crecido últimamente la desigualdad (os dejo un enlace del colectivo Ioé con unos reveladores datos), esta imagen es representativa de lo que se está generando. Una sociedad polarizada, donde unos pocos cada vez tienen más y grandes sectores de la misma cada vez con más necesidades.
Por mi parte me imagino a las señoronas de este cuadro, que tan bien parecen haber comido, unas horas más tarde acudiendo a algún acto benéfico. Tal vez regenten una tómbola en beneficio de los niños huérfanos, o se dediquen a repartir bolsas de alimentos a los necesitados. A lo mejor hasta, paradoja de las paradojas, la mujer del otro lado del cristal es una de las afortunadas receptoras de su caridad. Y les dará las gracias, entre humillada y momentáneamente aliviada. Y las señoronas se irán a su casa, satisfechas y regocijadas en su bondad.
Reconstruir los Servicios Sociales y asentarlos en derechos sociales es el único camino posible para evitar que escenas como ésta y como la que he imaginado que sucedería después, se conviertan en la forma predominante de la acción social. Como bien nos demuestra nuestro amigo y profesor Miguel Miranda en su libro "De la caridad a la ciencia. Pragmatismo, Interaccionismo simbólico y Trabajo Social." el Trabajo Social surgió como profesión a raíz de "hacerse una serie de preguntas: sobre el porqué de los problemas sociales, de la desigualdad social, (...) sobre el cómo intervenir y sobre el desde donde intervenir".
Ese fue el motor que llevó a la superación de las prácticas altruistas y filantrópicas, basadas en la buena voluntad y el conocimiento ordinario y a su sustitución por prácticas profesionales basadas en el rigor metodológico y el conocimiento científico.
Ahora que desde los poderes públicos y desde grandes instituciones se está proponiendo como solución a los problemas sociales la vuelta a esas prácticas filantrópicas y caritativas y las aplauden como expresión de la solidaridad ciudadana, desde el Trabajo Social tenemos mucho que decir. Nosotros ya hemos recorrido el camino de la caridad a la ciencia, como para ahora permitir que caminemos de la ciencia a la caridad quedándonos cruzados de brazos.
Nos vemos en el tajo.
Genial tu preocupación por la forma en que se comparte la riqueza pero si has elegido para ilustrar tu comentario una obra de tanta calidad (técnica y humana, ya que en su día, el pintor Ignacio Díaz de Olano ya quiso hacer la denuncia del tema al pintarlo) podrías haber citado su autor, creo que es de justicia.
ResponderEliminarHola, Lourdes. He recibido tu amable comentario en la entrada de mi blog "De la ciencia a la caridad", pidiendome que citara el autor del cuadro que comento en ella.
EliminarSi lees con atención mi entrada verás que no sólo nombro al pintor Ignacio Díaz de Olano, sino que doy además el nombre del cuadro "El restaurante" y el Museo de Bellas Artes de Álava, donde se encuentra.
En todo caso te agradezco el aviso, dado que aunque intento ser muy respetuoso con las autorías de las obras y textos que comento, es posible que en ocasiones cometa algún error.
Recibe un cordial saludo.