lunes, 14 de julio de 2014

El Rey ha muerto, viva el Rey

La archiconocida alocución que da título a esta entrada se comenzó a utilizar en la Edad Media como expresión ritual en la sucesión de las monarquías. Mediante el automatismo en la sucesión al que así se aludía se intentaba evitar el peligroso vacío de poder que podía producirse en el periodo entre los dos reyes.


Plantas "republicanas" en mi terraza
En España, como no podía ser de otra manera y a pesar de haberlo considerado necesario, no teníamos ningún instrumento para garantizar el automatismo en la sucesión en el caso de que, como ha sucedido, el Rey abdicara. No creo demasiado en las virtudes o defectos de las naciones, pero sin duda la improvisación está entre las características más propias de los españoles. De este modo, nuestros prebostes se han lanzado apresuradamente a aprobar las normas y leyes necesarias para que dicho cambio de rey se produjese sin grandes incidentes.

La cuestión es que, gracias a esta inveterada costumbre española de la improvisación, se ha abierto el melón de la conveniencia o no de mantener el régimen monárquico que describe nuestra Constitución. Monárquicos y republicanos se han lanzado a un debate intenso, los unos defendiendo el desempeño y utilidad del régimen monárquico y los otros cuestionando que  la Jefatura del Estado se rija por leyes dinásticas y no democráticas.

Por mi parte me parece un debate estéril, y aunque estaría más cerca de la posturas republicanas (como las flores que han salido en mi jardín este año -ver foto-), la dialéctica que se ha producido en torno a estas posturas me ha hecho reflexionar en general sobre algunos aspectos relativos a los cambios. Intentaré explicarme.

Un cambio de rey es un cambio. Y un cambio de la monarquía a la república, pues no deja de ser otro. Ahora bien ¿son del mismo tipo? En mi trabajo diario enfrento numerosos tipos de cambio: estamos permanentemente intentando que las personas y/o sus contextos más significativos cambien para conseguir un mejor ajuste entre ambos que incremente el bienestar de las primeras. Cambio y Trabajo Social van indisolublemente unidos, como podemos comprobar por ejemplo en las definiciones sobre nuestra profesión que realiza la FITS.

En las teorías sobre los cambios, una de las más conocidas es la de Watzlawick et al. (1989) , que diferenciaban entre cambios de primer orden, o Cambios 1 y cambios de segundo orden, o Cambios 2. Básicamente la diferencia estriba en que en el Cambio 1 se producen variaciones en parámetros individuales, pero que dejan intacta la estructura del sistema. Los Cambios 2, sin embargo, alteran el conjunto de reglas que rigen la estructura y el orden interno del sistema. Sería algo así como el cambio del cambio.

Es una teoría análoga a la que plantea Wagensberg en sus teorías sobre la complejidad del mundo cuando se refiere a los procesos de cambio que denomina como Adaptación e Innovación. Mientras que los primeros llevarán al sistema a un estado estacionario, los segundos crearán algo nuevo. Tanto los Cambios 2 como los procesos de innovación nos llevan a una nueva realidad.

Esto sería un verdadero cambio...
A la luz de estas teorías no es difícil adscribir al cambio de rey producido tras la abdicación como un cambio de tipo 1 o de adaptación. El cambio de la monarquía por la república sería un cambio de tipo 2 o de innovación, ¿no?. Sólo en apariencia.

A mi juicio lo que en apariencia es un cambio de sistema puede no serlo en realidad. El riesgo con este cambio es que todo quede igual, sólo que la Jefatura del Estado pasaría de un Rey, al que no elegimos, a un Presidente de la República, que sí sería objeto de elección pública periodicamente. Es decir, una cuestión meramente estética. Importante, sí, pero estética.

Si esa República no viniese acompañada de profundos cambios, por ejemplo, en el funcionamiento de los partidos políticos, o en el modo de legislar y gobernar en nuestras administraciones, o en las prioridades respecto a la política económica y el gasto público, no dejaría de ser un mero cambio de tipo 1.

Un buen ejemplo de Cambio 2 sería revertir la reforma del Artículo 135 de nuestra Constitución, mediante el cual se supedita toda política presupuestaria a la prioridad del pago de la deuda pública. Una reforma que sólo pretende salvaguardar la riqueza de los poderosos e impedir una nueva política económica mucho más redistributiva e igualitaria.

Por eso creo que mucho más allá de las apariencias debemos buscar y promover los cambios que, de verdad, cambien las reglas del sistema y permitan unas políticas más justas, donde los desfavorecidos queden protegidos y el bienestar social sea una realidad para todos, y no para unos pocos.

Nunca como ahora han sido necesarios los cambios. Pero cuidado con los cambios que, en realidad, sirven para que nada cambie.

2 comentarios:

  1. Hola, Pedro: estoy de acuerdo con que el cambio de Monarquía a República podría resultar estéril si no se producen otros cambios que de verdad puedan afectar al funcionamiento de nuestro sistema, sin embargo, también creo cierto que si hubiésemos tenido la posibilidad de elegir nuestro modelo de Estado nos habría dado un respiro y servido de acicate para seguir demandando esos otros cambios de fondo. Como siempre, gracias por tu reflexión.

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  2. Gracias a tí, Elena, por comentar. Sí, puede que tengas razón, a veces un pequeño cambio, aunque sea de tipo formal, puede precipitar o servir de catalizador de otros cambios más profundos. Saludos.

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